John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

martes, 1 de marzo de 2011

UN AUTOR CONTESTADO


Sir Francis Bacon
Con ser uno de los autores más famosos del mundo, Shakespeare es también uno de los más contestados.  Lo curioso es que, a lo largo de su carrera, nadie puso en duda que las obras de Shakespeare hubiesen sido escritas por él. Sin embargo, desde entonces -y en especial en el siglo XIX, que tuvo especial debilidad por este tipo de debates- han ido surgiendo un número ingente de candidatos,  más de 60, a los que se les han atribuido alguna o todas las obras del autor inglés. Entre ellos hay dos que sobresalen por la firmeza y la cantidad de apoyos que ha suscitado su autoría: Edward de Vere, conde de Oxford (1550-1604) y el filósofo y político sir Francis Bacon (1561-1626).  El principal motivo que aducen los que apoyan una y otra candidatura reside en la aparente discrepancia entre lo que se sabe de la vida, educación y estatus social de Shakespeare y la complejidad y bagaje cultural que muestran sus obras. La primera persona que lanzó la idea de que quizás Bacon fuese el autor de las obras de Shakespeare fue una tal Delia Bacon (1811-1859) -no, no era pariente- una escritora y conferenciante americana cuya pasión por Shakespeare se convirtió pronto en obsesión. Según su tesis, las obras de Shakespeare no eran producto de un solo individuo, sino de un grupo de rebeldes políticos aglutinados en torno a Francis Bacon. Su tesis tuvo muchos adeptos, entre ellos algunas figuras importantes del mundo literario como Mark Twain o Henry James. La pobre Delia murió en un manicomio convencida de que era el Espíritu Santo, pero eso no parece haber desanimado a los "baconianos", que incluyen a algún otro personaje curioso, como un tal Orville Owen. Este dijo haber descubierto un manual de instrucciones en verso que era la guía para revelar el misterio oculto tras las obras de Shakespeare. Para ello, construyó una máquina descifradora, que dio como  resultado que Bacon no sólo era autor de las obras de Shakespeare, sino también de las de Marlowe, Spenser y Burton, además de ser hijo bastardo del conde de Leicester e Isabel I. Casi nada. Pero, por extrañas que resulten estas hipótesis, la Francis Bacon Society (creada en 1886) aun está activa y publica regularmente una revista consagrada al estudio tanto de la filosofía de Bacon como de la literatura de su tiempo.
Edward de Vere, 17º conde de Oxford
El otro candidato, Edward de Vere, cuenta con el respaldo nada menos que de Sigmund Freud. A este le parecía cuestionable que Shakespeare hubiese escrito sus obras en solitario; opinaba más bien que se trataba de colaboraciones. Es cierto que algunos aspectos de la vida de Oxford parecen reflejarse en las obras de Shakespeare: era buen poeta, escribió algunas comedias (hoy perdidas) con su nombre y fue patrono de una compañía teatral. Un perfil idóneo, desde luego. Pero murió en 1604, diez años antes de que Shakespeare dejase de escribir. Este detalle tampoco sirve para arredrar a los "oxfordianos" de pro. Percy Allen, un crítico teatral aficionado al espiritismo -autor de un libro sobre sus experiencias, Talks with the Elizabethans (1949)- al parecer habló directamente con Oxford y otros de sus contemporáneos a través de la médium Hester Dowden, que tenía una credenciales impecables pues era hija de un reputado biógrafo de Shakespeare, y Oxford no sólo confirmó su autoría, sino que le dictó cuatro nuevos sonetos. Naturalmente, existe también una Shakespeare Oxford Society, muy activa y militante, en cuya web se puede leer la siguiente afirmación de uno de sus miembros: “Los que creen que De Vere era Shakespeare han de aceptar un fraude improbable, una conspiración de silencio que involucró, entre otros, a la propia reina Isabel. Los que están a favor del hombre de Stratford han de creer en milagros." 
Y así es. Leyendo o asistiendo a la representación de alguna de las obras de Shakespeare, se siente uno a menudo tentado de creer en milagros.  

(Debo gran parte de esta información al libro de James Shapiro, Contested Will, Simon & Schuster, 2010)

10 comentarios:

  1. Interesante y sesudo blog. No tenía ni idea de que se pusiera en duda la autoría de las obras atribuidas a Shakespeare. Me apunto el libro que citas al final. Qué cosas se aprenden en la blogosfera.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Elena, no tenía ni idea de lo que explicas. ¡Qué curioso! Me ha llamado la especialmente la atención el plantemiento de Delia Bacon, que, por lo que explicas, contó con importantes figuras que la consideraron posible.

    Una entrada muy interesante.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Esto de la autoría de las obras de Shakespeare es como en nuestras letras la autoría del Lazarillo, que parece haber tropecientos que pudieron haberlo escrito, la mayoría de ellos sesusadamente analizados, y nunca se acaba de aclarar. Aunque a veces estas disquisiciones recuerdan más a esos debates que llevamos oyendo toda la vida, que si Venecia se hunde, que si la torre de Pisa se cae..., detrás de los cuales se sospecha, además del problema en sí, un hábil interés en que se hable de ello. No sé si me falla la memoria o creo recordar una historia de Guillermo Brown sobre este tema de Shakespeare. Muy entretenida entrada.

    ResponderEliminar
  4. Creo que probablemente sea este uno de los mas interesantes (sino el que mas) misterios d ela historia de la literatura. En realidad lo que "realmente " sabemos de William Shakespeare es extremadamente poco. Casi todo es un "constructo" a base de retazos medio inventados que se han ido aceptando como generalizados, pero estamos en realidad casi en blanco. No sabemos cual era su aspecto a ciencia cierta, a pesar de que cualquiera reconocería su retrato (hay 3 únicos retratos potencialmente similares al autor y no se parecen nada entre si), no sabemos que libros leía Shakespeare, de donde los sacaba ni que hacía con ellos cuando los había leido. A pesar de que sus libros suman más de un millón de palabras, solo se conservan catorce de su puño y letra, y de ellas, doce son seis firmas (nombre y apellido) y las otras dos las palabras "por mi" de su testamento. En esas seis firmas autógrafas, cada vez usa una grafía diferente para su apellido y ninguna es "Shakespeare" (Shaksp, Shakspere, Shakspeare). Bueno, no me enrollo. Quien no la haya leido debería disfrutar de la biografía de William S que escribió Bill Bryson y que entre otros trata ampliamente este apasionante tema que nos trae Elena.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  5. Iba a hacer la misma recomendación que Óscar, la biografía de Shakespeare de Bill Bryson...

    ResponderEliminar
  6. Dona invisible, me alegro de que te haya interesado el tema. Espero seguir viéndote por aquí. La próxima será una entrada menos sesuda, para aligerar.

    Laura, lo de Delia Bacon es curioso. Era un personaje de lo más raro, llena de obsesiones religiosas. Pero parece que era buena como escritora e investigadora. De ahí que le hiciesen caso.

    Urzay, gracias por traerme a la memoria ese episodio de Guillermo Brown, una de mis lecturas favoritas (sus aventuras son el motivo de que mi hijo pequeño se llame Guillermo, sólo te digo eso). Si no recuerdo mal, era uno en que Guillermo se pasba el rato haciéndose un lío entre el apellido de Bacon y el bacon con huevos, ¿no es así?

    Oscar, sí un tema apasionante y controvertido. Shapiro, por su parte, es "stratfordiano" y sus argumentos son bastante convincentes.

    Cristina, gracias por la recomendación, me gusta mucho Bryson. Por ahora estoy un tanto saturada de Shakespeare, pero lo pongo en lista.

    ResponderEliminar
  7. ¡Es verdad! Tenía un recuerdo vago y si no me dices lo de Bacon no me hubiera acordado. Lo he estado buscando y es el primer episodio de "Guillermo, el pirata". Yo los leía en esos libros rojos de Molino, que después de pasar por dos generaciones de niños en mi casa tengo que coger ya con pinzas. Lo he vuelto a leer ahora...¡Qué bueno es!

    ResponderEliminar
  8. Urzay: Pues claro, "Guillermo el pirata". Recuerdo esa cubierta como si fuera hoy.
    Mis libros de Guillermo sufrieron lo suyo (éramos familia numerosa) y la mayoría quedaron irrecuperables. Yo me volví a comprar alguno después, en un momento en que Molino los reeditó con las cubiertas antiguas, y aun hoy cuando los releo no puedo evitar reirme a carcajadas. Buenísmo, sí señor.

    ResponderEliminar
  9. Bueno, no puedo imaginar una representación de Hamlet mejor que esta que sale aquí.
    :-)
    En los 70 había unas ediciones de color blanco, y recuerdo que no me hacían ni la mitad de gracia que las 5 o 6 viejas y zarrapastrosas que conservaba mi madre de niña, que todavía tengo. Poco después Molino volvió a sacar las antiguas, rojas, con aquellos dibujos de Thomas Henry tan años 20, y también me compré algunas de esas. Eran mucho mejores, desde luego, y como tú, todavía los releo de vez en cuando. Algún día si te animas podías dedicarle alguna de estas notas. Esta noche me lo llevo a la cama para leer antes de dormir, fijo.

    ResponderEliminar
  10. Urzay: Seguro que te hiciste una panzada de reír. Buena manera de irse a la cama. Y sí, a raíz de este intercambio se me había ocurrido hacer un post sobre Guillermo. Aunque podría decir tantas cosas, que lo difícil va a ser seleccionar...

    ResponderEliminar