Charles Chaplin, en "La quimera del oro". Una tragedia cómica |
Resulta curioso que en un país con una literatura como la española, con tanta tradición en tomarse las tragedias con ironía -desde la novela picaresca hasta el esperpento- se aprecie tan poco esa misma postura cuando proviene de otras literaturas. Y si esas mezclas vienen sazonadas de algo que tenga que ver con el sexo y la muerte, más difícil todavía. Es verdad que una película como La quimera del oro o un libro como La conjura de los necios son popularísimos (prueba de ello es que la entrada que le dediqué a este último hace tiempo es de lejos la más visitada de este blog), pero sospecho que es porque en ellos la parte dura está sepultada bajo una sólida capa de humor. Cuando el humor y lo trágico corren parejos, es otra cosa. Por caminos que resultaría complicado detallar, me han venido a la mente dos autores que me da la impresión que casi nadie conoce aquí (aunque su obra sí ha sido traducida), americanos ambos, que cultivan una literatura en la que se mezcla sin complejos la tragedia con el sexo, el humor ácido o la irreverencia. En esta categoría, me doy cuenta ahora, podrían entrar más; por ejemplo, Joseph Heller con su Trampa 22. Pero, bueno, yo quiero mencionar a esos dos que leí en su momento y que me sorprendieron por lo hábilmente que escondían su descarnado fondo tras un velo de humor en ocasiones grotesco, en ocasiones incluso escatológico.
Los autores en cuestión son J.P. Donleavy y James Kirkwood, Jr. Del primero, podría hablar de la que se considera su mejor obra, The Ginger Man (El hombre de mazapán), pero confieso que su héroe, el borracho, mujeriego y bastante rastrero Sebastian Dangerfield no es demasiado santo de mi devoción; para humor negro, prefiero el de Cuento de hadas en Nueva York. Basta con leer lo que dice la contraportada para darse cuenta de por dónde van los tiros:
"Cornelius Christian regresa a Nueva York después de una prolongada estancia en Europa. Durante el viaje por mar muere su joven mujer. Para sufragar los gastos del entierro, el perplejo héroe se ve obligado a trabajar en la funeraria de Clarance Vine, árbitro de la elegancia mortuoria. Allí conoce a la señorita Mus y a Fanny Sourpuss, la bella viuda de un viejo millonario... A partir de entonces se inicia una serie de acontecimientos hilarantes; un vértigo de frustraciones, miedos, crueldades y encuentros eróticos que coinciden con impulsos de muerte"O sea, abstenerse espíritus débiles o timoratos. Eros y Tánatos en estado puro.
La otra novela tragicómica que recuerdo con vividez es aún menos conocida: P.D.: Tu gato está muerto, de James Kirkwood, Jr. A lo mejor a alguien le suena la obra de teatro o la película (Por cierto, tu gato ha muerto, en la versión castellana) que se hicieron basándose en esta novela, pero también lo dudo (sobre todo, porque son bastante antiguas ambas).
Su protagonista, también, empieza sumido en la desesperación:
"Es Nochevieja en Nueva York. Tu mejor amigo murió en septiembre, te han robado dos veces, tu novia está a punto de dejarte, te has quedado sin trabajo... y te encuentras un ladrón en tu casa."A partir de ahí, se suceden las situaciones complicadas, cómicas y un desenlace inesperado. Por cierto, Kirkwood se hizo famoso no tanto por esta obra -a pesar de su gran éxito en Estados Unidos-, sino por ser coautor del famoso musical A Chorus Line.
Kirkwood murió en 1989 y no sé si alguien le recuerda. Donleavy, por su parte, se hizo irlandés de adopción y ahora vive en una hermosa mansión con varias hectáreas de terreno, convertido en una especie de gentleman farmer. Hay que decir que no sólo vive de sus ingresos como escritor, sino que en un golpe de astucia -y después de muchos años de batallas legales- consiguió hacerse con el fondo del que fuera su primer editor, Olympia Press, una curiosa empresa editorial que, junto a pornografía pura y dura, se atrevió a publicar en los años cuarenta y cincuenta las obras de autores hoy consagrados que nadie había querido. Según el New York Times Book Review (1958):
"Tres cuartas partes de los libros que publica esta editorial son simple pornografía, el cuarto restante son libros 'buenos' o incluso 'magistrales'."Entre los libros que Maurice Girodias, el propietario, consideraba sus libros 'buenos' estaban nada menos que Lolita, de Nabokov, The Ginger Man, de Donleavy, Molloy y Watt, de Samuel Beckett y varios títulos de Jean Genet.
J.P. Donleavy (Foto: Kenneth O'Halloran) |
¡Ay, Elena, que no haces más que aumentar la lista de "por leer"!
ResponderEliminarAdemás, libros que pasan en Nueva York, lugar donde ,definitivamente, Eros y Tánatos comen pretzels en Central Park...
¡Esas listas son, por definición, incabables!
EliminarUn director de cine, no recuerdo quién, dijo que la diferencia entre tragedia y comedia reside en el ritmo. Personalmente creo que la comedia sólo es un punto de vista diferente sobre la tragedia. Creo que el humor existe porque en el mundo ocurren cosas terribles -como la muerte- ante las que no podemos hacer nada, salvo llorar... o reírnos.
ResponderEliminarNo he leído a los autores que mencionas -aunque ya los he apuntado en mi lista de búsquedas-, pero creo que podría sugerir otro: Evelyn Waugh. La gente le conoce sobre todo por "Retorno a Brideshead" (más por la serie de TV que por el libro, me temo); sin embargo, sus restantes novelas son muy diferentes: sátiras radicalmente ácidas donde, con un humor negrísimo, ponía en solfa a la sociedad de su tiempo y a la humanidad en general. Me refiero a textos como "Los seres queridos" (ambientado en una funeraria), "Merienda de negros", "Más banderas", "Scoop" o "Un puñado de polvo". Le considero uno de los mejores humoristas de todos los tiempos.
Por cierto, ¿tú también sientes devoción por "Trampa 22", de Heller? Sí es así, ya no me cabe duda: somos hermanos separados al nacer.
Es verdad que el humor y la tragedia están muy cerca. De hecho, siempre he creído que la única manera de tomarse las desgracias es intentando sazonarlas con un punto de humor. Aunque sea muy negro.
EliminarEvelyn Waugh, por supuesto: muy buena sugerencia. Yo también soy fan de "Los seres queridos", "Scoop" y demás. En cambio, no lo soy tanto de un autor como Tom Sharpe, que mucha gente encuentra divertidísimo, pero que a mí me cansa enseguida. Quizás porque le falta ese trasfondo realmente negro y trágico que les da profundidad a otros.
Sobre "Trampa 22", no sé si llegaría a decir que siento devoción por él, pero sin duda es un libro de esos que no se olvidan.
Dos autores que no conocía y que pasan a mi lista de cosas a seguir la pista (que crece y crece... :))
ResponderEliminarCoincido contigo en lo de Sharpe. Me cansa y no me hace demasiada gracia, quizá por esa ausencia de aguijón que comentas.
ResponderEliminarYo también he comparado hace tiempo - en algún post que anda por ahí - a El hombre de mazapán con La conjura de los necios. Reconozco que son tramas difíciles y muy bien llevadas pero sus dos protagonistas me ponen bastante nerviosa, no los soporto, aunque por supuesto terminé de leer ambas.
ResponderEliminarEn cambio, no me pasa lo mismo con Genet, no siento la misma rabia y eso que es cínico a rabiar. Es curioso, no lo entiendo ni yo pero es así.
Buscaré ese post, Molina. A mí el protagonista de El hombre de mazapán me parece detestable, aunque reconozco los méritos literarios de la obra. No me pasa lo mismo con el Ignatius de La conjura de los necios: también es un egoísta redomado, pero me inspira cierta ternura. A saber por qué.
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