John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

martes, 2 de octubre de 2012

HOBSBAWM Y LA REPÚBLICA DE WEIMAR

Imagino que todos los que me leen sabrán ya que ha muerto Eric Hobsbawm (1917-2012), uno de los grandes historiadores del siglo XX. No voy a detenerme aquí a enumerar sus obras ni comentar la profunda influencia que ejerció en toda una generación de intelectuales, pues todos los medios le han dedicado artículos donde se reseñan estos aspectos. La mayoría de ellos se demora en hablar sobre su adhesión a la visión marxista de la historia, pero muy pocos se paran a destacar otro aspecto fundamental de su obra, que es su puesta en valor y su recuperación de la cultura popular.  Aficionado al cine y entusiasta del jazz, fue de los primeros historiadores académicos en prestar atención a figuras como Billy the Kid o los bandidos sicilianos. Además, escribía muy bien, con una prosa elegante e inteligible para cualquier lector. Nacido en Egipto y educado en la Alemania de la República de Weimar, Hobsbawm -de familia judía- tuvo la suerte de trasladarse a Inglaterra en 1933, donde se convertiría en uno de los escritores exófonos de que puede presumir la lengua inglesa.
Con motivo de su fallecimiento, la London Review of Books recupera de su archivo un hermoso artículo que Hobsbawm escribiera en 2008, en el que evoca la vida en la República de Weimar. Creo que vale la pena pasarle revista, por lo que tiene de análisis histórico y a la vez profundamente personal.
 
"Pasé la época más formativa de mi vida, los años de 1931 a 1933, como alumno de Gymnasium [el equivalente a un instituto de secundaria] y aspirante a militante comunista, en la moribunda República de Weimar", comienza. En otoño de 2007, durante una cena de antiguos alumnos de la escuela de Marylebone que frecuentó en  Inglaterra, al describir cuál fue su reacción como recién llegado al país, puso la siguiente comparación: "Imaginaos que sois el corresponsal de un periódico ubicado en Manthattan y que vuestro editor os traslada a Omaha, Nebraska. Así me sentí yo cuando llegué a Inglaterra después de casi dos años en el increíblemente emocionante, sofisticado, intelectual y políticamente explosivo Berlín de la República de Weimar. Este lugar fue una terrible decepción." Unos años berlineses que eran aún más emocionantes por el hecho de que todos los que los vivieron tenían la impresión de que eso no podía durar. De los escasos catorce años que duró esa República, sólo seis fueron de relativa normalidad. En palabras de Hobsbawm, la República "pasó brevemente a través de las ruinas de un pasado muerto pero no enterrado hacia un final súbito pero esperado y un futuro desconocido." Y cita lo que decía  Max Reinhardt, el gran hombre de teatro: "Lo que me gusta es este sabor de fugacidad en la lengua: cada año puede ser el último".
 
Berlín, Potsdamer Platz,
en los años veinte
Pero, como señala Hobsbawm en su artículo, durante esa etapa Berlín se convirtió en un gran crisol cultural, gracias sobre todo a la extraodinaria concentración de talentos de toda Europa que se reunió allí tras la caída del imperio ruso y del austrohúngaro. "Con sus más de siete mil publicaciones periódicas, 38.000 libros (en 1917) y la industria del cine más potente después de Hollywood, Alemania era un mercado vastísimo. A la caída del imperio de los Habsburgo absorbió de forma natural el gran superávit de talento de lo que quedaba de Austria. ¿Dónde estarían las películas de Weimar sin Viena, sin Fritz Lang, G. W. Pabst, Wilder, Preminger o, para el caso, Peter Lorre?" (Añadamos que también el cine de Hollywood se nutriría de ellos, unos años después.) 
Ese fermento cultural produciría movimientos como la Bauhaus (donde se codeaban alemanes, austríacos, rusos, suizos y holandeses) o como el expresionismo: cuenta Hobsbawm que los caballos azules de Franz Marc decoraban los pasillos de su instituto hasta que el nuevo régimen los arrinconó junto a su director republicano. O figuras como Brecht, Kurt Weill, Heidegger o Walter Benjamin.
 
Franz Marc, Die blauen Pferde (1911)
También supondría un gran avance en el terreno científico. Max Planck, Fermi, Heisenberg u Oppenheimer trabajaron allí. Y en esos años Alemania consiguió 15 Premios Nobel de Ciencias, un récord que tardaría luego cincuenta años en igualar.
Según Hobsbawm, "Esta fue la última vez en que Alemania se encontraría en el centro de la modernidad y del pensamiento occidental". Sin duda, la conciencia de estar sobre un volcán a punto de explotar resultó una espoleta para la creatividad.
"Los momentos en que uno sabe que la historia ha cambiado son escasos, pero éste fue uno de ellos. Por eso aún puedo verme a mí mismo en la fría tarde del 30 de enero de 1933, caminando a casa desde la escuela junto con mi hermana mientras reflexionaba acerca de qué podría suponer la noticia de que Hitler había sido nombrado canciller. Unos días después alguien me trajo la máquina copiadora de la SSB, la organización comunista de mi colegio, para que la guardase bajo mi cama. Pensaron que estaría más segura en casa de un extranjero. Pero de ahora en adelante ningún lugar sería seguro."
No hay tantos testigos de la Historia que sepan al mismo tiempo analizarla tan bien. 

7 comentarios:

  1. No sabía que había muerto. Lo admiro mucho y tengo casi todas sus obras, que además he leído, algunas de ellas varias veces: Historia del siglo XX, Rebeldes primitios, El capitán Swing, Años interesantes, La era del capitalismo i muchos otros.
    Un gran historiador.

    Abrazo!!

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    1. Sus libros son una delicia, Laura, no me extraña que los hayas releído.

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  2. La República de Weimar es una época fascinante..tengo un post pendiente sobre ella.

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    1. Sobre la República de Weimar hay mucho que contar, te va a dar para un post muuuy largo... :) ¡A ver cuándo te animas!

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  3. No lo conocía...y me ha encantado descubrirlo, gracias a ti.
    Investigaré un poquitín más. Es difícil encontrar quienes cuenten la historia y la analicen bien.

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    1. María, Hobsbawm tiene el mérito de explicarlo todo muy bien y muy claro. Su Historia del siglo XX es de lo más recomendable si quieres tener una panoramica general.

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  4. oh, Berlín, siempre tiene algo que ofrecer, y siempre con un pasado dudoso (se nota que he vuelto enamorada de la ciudad, no?)
    No sabía de Hobsbawm hacía cómo Conrad, pensaba que era inglés, así que siempre se aprende algo nuevo. Es una pena, era uno de esos pocos historiadores a los que (más o menos) me podía acercar sin sentirme apabullada en fechas. ¡Super interesante entrada!

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