John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

sábado, 30 de julio de 2011

ESPERANDO A TINTÍN


Próximo ya el estreno de la tan publicitada  película de Steven Spielberg sobre Tintín, empiezan a aparecer todo tipo de libros que diseccionan la vida y obra de su creador, Hergé (seudónimo de Georges Rémi) y que, por lo que he podido ver en el blog de Pierre Assouline amenazan con socavar, a fuerza de escarbar y escarbar en todas las facetas posibles de este autor, con la tintinofilia que compartimos tantos cientos de miles de personas. Como ya he comentado anteriormente, Tintín es uno de los mitos de mi infancia, el intrépido reportero que con sus aventuras -arriesgadas y no exentas de peligros, pero nunca cruentas- supo transportarnos a países exóticos y culturas lejanas, con una precisión de detalle y un realismo notables, algo muy meritorio en aquella época en que se viajaba menos y los documentales de National Geographic todavía no habían metido al mundo entero en nuestra sala de estar. Respecto al detallismo de Hergé, una anécdota personal: hacia mediados de los años setenta viajé con mis padres a Ginebra, y nos alojamos en el hotel Cornavin (que, como cualquier tintinófilo sabe, aparece en El asunto Tornasol); aunque habían transcurrido al menos veinte años desde la publicación del álbum ilustrado, el vestíbulo del hotel era calcado al que dibujó Hergé. Por un momento, tuve la impresión de estar dentro de una de sus viñetas.
Han habido varios intentos de llevar a Tintín a la pantalla; entre otras, vi una película  -creo que era "El misterio de las naranjas azules"- en que los personajes eran encarnados por actores de carne y hueso y que recuerdo como bastante mala y decepcionante, así como una versión en dibujos animados de toda la serie que se limitaba a reproducir prácticamente viñeta por viñeta los libros de Tintín y que resultaba francamente sosa. Desde luego, para mí nunca pudo compararse al original. Esta nueva versión de Spielberg promete, a juzagar por el tráiler, ser algo diferente, gracias al uso de las últimas tecnologías en animación. Está claro que no me la perderé, aunque muy bien hecha tiene que estar para superar a la versión impresa.


Pero volviendo a la avanlancha de estudios "tintinescos": desde luego, aparecerán varias biografías -entre ellas, en España se anuncia una reedición de la que escribió el propio Assouline hace unos años-, no todas favorables al personaje. Las novedades que se anuncian en Francia van desde Dans la peau de Tintin, de Jean-Marie Apostolidès, quien sostiene que Tintín es un disfraz, una armadura de la que Hergé se valió para conquistar primero a su mujer y luego el reconocimiento social, a la delirante La vie secrète d’Hergé, de Olivier Reibel, que diescciona las relaciones de Hergé con la masonería, las ciencias ocultas y la teosofía y, para demostrarlo, disecciona todas y cada una de sus viñetas a la luz de su "mensaje" oculto, para concluir que Hergé  habría pertenecido a la fraternidad de los Polares primero y luego a la de los marinistas, no sin antes pasar por el Priorato de Sión, aunque reconoce en él algunas influencias taoístas. Ahí es nada. Más interesante -para el que no esté obsesionado por las sociedades secretas ni tenga interés en conocer todos los trapos sucios de la vida de Hergé- promete ser el libro Hergé archéologue que el antropólogo Eric Crubézy y el fotógrafo Nicolas Sénégas han dedicado a la presencia de la arqueología en los álbumes de Tintín. Que es notable, y muy exacta. De hecho, Crubézy afirma que la idea le vino cuando, estudiando la momia de un chamán se dio cuenta del increíble parecido que guardaba con la del Rascar Capac de El templo del sol. Vamos, que tenemos Tintín para rato.

sábado, 23 de julio de 2011

LAS BIBLIOTECAS, UNA NECESIDAD

Alan Bennett, foto de Eamonn McCabe
No es ninguna novedad -y ya he hablado de ello anteriormente- que los recortes que el gobierno de Cameron está impulsando en el Reino Unido están afectando gravemente a las bibliotecas públicas. Numerosas personalidades del mundo de la cultura han salido ya en defensa de estos equipamientos culturales tan necesarios, aunque me temo que la oleada de protestas no ha hecho mucha mella en las intenciones de los políticos. Es más fácil recortar el presupuesto dedicado a las bibliotecas que limitar los sueldos de los banqueros, o sus astronómicos beneficios. Nada nuevo en este aspecto.
El último que ha aportado su granito de arena a esta batalla es Alan Bennett, el escritor y dramaturgo, conocido entre nosotros sobre todo por su estupendo libro Una lectora nada común y por la obra de teatro The History Boys, que hace unos meses se representó en Barcelona bajo la dirección de Josep María Pou. Dejo aquí el enlace al artículo completo en la London Review of Books, para quien quiera leerlo, pero para el que no tenga tiempo (es bastante largo) o no domine el inglés, transcribo algunos pasajes que me parecen especialmente relevantes:
"Una vez hube aprendido a leer, aparte de tebeos no había en mi casa nada más con lo que practicar mi recién adquirida habilidad." De este modo, el Bennett niño -hijo de un humilde carnicero que vende carne de caballo para consumo no humano- empieza a frecuentar la biblioteca de su barrio, en la industrial Leeds. Allí se dirige a la sección infantil, "una sala de techo bajo cuya oscuridad incrementaban los libros que, sin importar cuál fuese su contenido, habían sido encuadernados en pesadas tapas negras, marrones o granates estampadas con el sello de la Biblioteca Pública de Leeds. Este lúgubre envoltorio resultaba desalentador para un niño que acababa de aprender a leer, aunque más desalentador aún era el enorme y malhumorado conserje con bigotes de morsa, miembro de la British Legion, que estaba permanentemente instalado allí. Viva imagen del general Hindenburg, tal como lo representaban los sellos que mi hermano guardaba en su álbum, había perdido alguna de sus extremidades en las trincheras, pero puesto que rara vez se movía de su silla y se limitaba a gritar, era difícil decir cuál de ellas." Más tarde, la familia se muda brevemente a Guildford, donde el joven Alan descubre una pequeña biblioteca que ofrece una colección completa de las aventuras de Guillermo Brown escritas por Richmal Crompton: "Los devoré, a un ritmo de prácticamente uno por día, feliz al saber que siempre habrían más. Años más tarde, cuando leí por primera vez a Evelyn Waugh hice el mismo descubrimiento: tenía ante mí una mina de libros que iban a perdurar.  Desearía poder decir que sentí lo mismo respecto a Dickens o Trollope o incluso Proust, pero estos me parecieron más una tarea a cumplir que una perspectiva de goce."
Más adelante, ya en Oxford y preparándose para ser un medievalista, Bennett hace abundante uso de las maravillosas bibliotecas de esa universidad. Es allí donde traba amistad con un curioso personaje, la escritora Cecil Woodham-Smith. Esta era "una frágil mujer con un pequeño cráneo semejante al de un pájaro, más parecida a Isabel I (en su madurez) de lo que Edith Sitwell llegó a ser nunca (y sin sus enormes pendientes metálicos). (...) Procedía de una encopetada familia irlandesa y tendía a ser bastante esnob; hablando de no sé quién dijo : 'Luego se casó con una Mitford... pero eso es una fase por la que todo el mundo pasa.' Le daba incluso al comentario más corriente un giro particular."
Los libros y las bibliotecas suelen hacer aparición en las obras de Bennett. "Esto quiere decir que tienen que ser reproducidas sobre el escenario o en el plató. Algo que no es tan sencillo como parece. Un decorador suele salirte con estanterías forradas de colecciones con lomos estampados en oro, el tipo de libros de club de lectores que se pueden alquilar por metros como decoración, o bien se hace traer algunos libros usados de la librería de viejo más cercana y piensa que basta eso para dar el pego. Otro atajo consiste en encargar un cargamento de libros de saldo, de modo que el resultado es una estantería  chillona y carente de personalidad que guarda aproximadamente la misma relación con la literatura que un camping puede guardar con la arquitectura. Una biblioteca es un objeto tan particular de su dueño como lo es la ropa que viste; la personalidad queda grabada en la biblioteca de cada cual del mismo modo que un zapato adopta la forma del pie que lo calza. (...) En varias ocasiones he tenido que llevar mis propios libros al teatro para darles el adecuado aire usado a las estanterías."
Y es que las bibliotecas públicas no son sólo un equipamiento, sino un verdadero artículo de primera necesidad. "Para un niño que vive en un piso pequeño, por ejemplo, donde el espacio es escaso y la paz y el silencio no siempre son fáciles de encontrar, una biblioteca es un refugio. Pero, además, una biblioteca debe estar cerca y a mano; no debería requerir una expedición.  Las autoridades municipales de todos los partidos señalan sus espléndidas bibliotecas centrales recién inauguradas o previstas como si eso les exonerase de sus obligaciones. No es así. Para un niño, la biblioteca debe estar a la vuelta de la esquina. Y si perdemos esas bibliotecas de barrio, los que sufrirán serán los niños. De todas la bibliotecas que he mencionado,  la más importante para mí fue la primera, la oscura y poco atractiva   Armley Junior Library. Acababa de aprender a leer. Necesitaba libros."

lunes, 18 de julio de 2011

GEORGETTE HEYER


Ilustración de The Lady's Magazine, 1805
La recomendación de hoy puede parecer sorprendente. De hecho, hace sólo dos o tres años a mí también me lo hubiese parecido. Aunque soy rendida admiradora de Jane Austen y del mundo que ella tan bien retrata, siempre había menospreciado el género que en inglés se denomina "Regency novels", por considerar que no eran más que novelitas rosas trasplantadas a esa época. Por suerte para mí, el consejo de una amiga cuyo criterio literario respeto mucho me hizo superar estos prejuicios. También esta vez mi amiga iba acertada: las novelas de Georgette Heyer se han convertido en una de mis lecturas preferidas, sobre todo cuando me apetece un libro entretenido, inteligente y chispeante. Como lo son todos los suyos. Puro escapsimo, quizás -como argumentan algunos-, pero en cualquier caso escapismo de altura. Georgette Heyer (1902-1974) es de hecho la inventora de ese filón que luego se ha llamado "Regency novel", que nació con la publicación en 1935 de la primera de sus novelas ambientadas en este periodo, Regency Buck. [Nota aclaratoria: técnicamente, el período de la Regencia va del año 1811 a 1820, cuando los problemas mentales de Jorge III le hicieron incapaz de reinar y en su lugar se nombró a su hijo -luego Jorge IV- como príncipe regente. Es un momento histórico que se solapa con la era napoleónica y que dio una serie de modas y costumbres sociales peculiares.] Advirtamos de entrada que la temática de todas las novelas "Regencia" de Heyer -escribió también otra serie de novelas de misterio, ambientadas en los años veinte, pero personalmente yo me quedo con estas- es sentimental, con algunas gotas de misterio de vez en cuando. Es decir, enredos amorosos en un medio social acomodado; bailes, carruajes, visitas, casas solariegas y miembros de la nobleza. Puro territorio Austen.
Un entorno que Heyer sabe recrear a la perfección, desde el lenguaje hasta las modas. Se nota que detrás hay un cúmulo de investigación histórica, pero tan bien dosificada que nunca se hace pesada. Aunque lo mejor de Heyer son sus personajes, jóvenes ingeniosas y resueltas, nobles que esconden un corazón tierno debajo de su reputación de calaveras, damas obsesionadas por colocar bien a sus hijas... todos ellos, dentro de las convenciones del género, creíbles y cercanos. Por último, last but not least, destacar el sutil sentido del humor que recorre todos sus libros. Un humor unas veces más evidente que otras, como por ejemplo en The Talisman Ring, una divertida sátira de las novelas góticas, pero que siempre, ya sea en una réplica ingeniosa o en una situación ridícula, hace su aparición. Reconozco que si uno lee muchas novelas de estas seguidas, pueden llegar a cansar, porque en esencia el planteamiento es siempre muy parecido. Pero son, desde luego, una lectura ideal de verano; yo no salgo de viaje sin alguna de ellas, segura de que conseguirá hacerme corto cualquier trayecto.
Lamentablemente, sólo se han traducido al castellano unas pocas de estas novelas. Que, a pesar de estar escritas hace tantos años, siguen en su mayoría disponibles en inglés. 

jueves, 14 de julio de 2011

EL EXPERIMENTO DEL DR HEIDEGGER

Daguerrotipo de Hawthorne, de Whipple c. 1848
La Library of America es una meritoria organización sin ánimo de lucro cuya finalidad consiste en crear una biblioteca que reúna las obras de los autores estadounidenses más relevantes. A veces, sus elecciones han sido contestadas -por ejemplo, la inclusión de Philip K. Dick entre la nómina de autores publicados en esta biblioteca sorprendió a más de uno; yo la encuentro plenamente justificada-, pero sus cuidadosas ediciones y su labor infatigable la han convertido en un verdadero referente.  Además de su labor editorial, son muy activos en las redes sociales y cada semana ofrecen un relato que se puede leer gratuitamente en internet. Uno de ellos, al que voy a referirme hoy, es el muy curioso "Experimento del Dr Heidegger" de Nathaniel Hawthorne. De entrada debo advertir que el Heidegger que protagoniza este texto no tiene nada que ver con el filósofo alemán; ni siquiera se puede acusar a Hawthorne de haber tomado prestado el nombre, porque el relato se escribió más de cincuenta años antes de que Heidegger (el que todos conocemos) naciese. Una curiosa casualidad. Hay otra curiosidad, quizás no tan casual, de la que da cuenta Hawthorne en una nota añadida a una reedición muy posterior de este relato: Hawthorne fue acusado de haber plagiado su tema de la novela de Dumas Joseph Balsamo. Memorias de un médico (1846); pero resulta que el relato fue escrito más de diez años antes que la novela de Dumas. Como apunta Hawthorne "es un placer pensar que M. Dumas me ha hecho el honor de tomar una de las invenciones fantásticas de mi juventud (...) no es este el primer caso en que el gran novelista francés ha ejercido el privilegio del genio confiscando la propiedad intelectual de otros menos famosos para su propio uso y disfrute." Se puede decir más alto, pero no más claro.
Este relato era uno de los favoritos de Poe, cosa nada rara teniendo en cuenta los elementos fantásticos y góticos que contiene. Pero también un escritor en las antípodas de Poe, como Henry James, tuvo alabanzas para él. El cuento, una delicia de observación y de ironía, gira en torno a un tema que Hawthorne trataría también en otros textos, la fuente de la eterna juventud. Está lleno de elementos siniestros: el esqueleto en el armario, el grueso libro mágico, el retrato de la novia muerta el día de la boda... El Dr Heidegger encarna al científico/mago, un "hombre muy singular", que preside una reunión de venerables caballeros, y una dama igualmente ajada, "cuya mayor desgracia era no estar desde hacía tiempo en sus tumbas". A partir de ahí, Hawthorne teje una historia que se mueve con elegancia entre lo fantástico y lo irónico, salpicado con una pizca de melancolía. Para el que quiera leerlo en castellano, está contenido -junto con muchos otros- en una preciosa edición de Acantilado de sus Cuentos contados dos veces.

lunes, 11 de julio de 2011

LA CASA DE DIOS

Este libro es un verdadero clásico. Un clásico de un segmento de literatura un tanto específico, la literatura de y sobre la medicina. Es además irreverente, cáustico, sincero y muy, muy divertido. Como dice John Updike en el prólogo que acompaña a la edición española: "La Casa de Dios no podría escribirse hoy día, probablemente; no de una forma tan descarada, al menos; su pródigo uso de la caricatura libre y multiétnica se vería hoy inhibido por términos actuales de descalificación tales como "racista", "sexista" y "ancianista". Su sexo de los años setenta no es seguro, el sido no figura entre la plétora de enfermedades vívidamente descritas, y desde entonces toda una panoplia de nuevos trasplantes de órganos ha venido a enriquecer el arsenal de la cirugía. Con todo, los temas de la novela siguen conservando su vigencia...". Se le ha denominado a menudo "el Catch-22 de la medicina" y desde luego debería ser lectura obligatoria para todo estudiante de esta carrera. De hecho, en Estados Unidos los estudiantes de medicina llaman a La Casa de Dios "la Biblia". Desaconsejado para cualquiera que no soporte la visión de la sangre, la crudeza de los hospitales o los estragos de la ancianidad. Pero como todas estas cosas forman parte, en un momento u otro, de la condición humana, yo lo considero una lectura imprescindible. Es además de esos escasos libros -otros que podría citar, sólo para que los lectores se hagan una idea, son La conjura de los necios o algunas de las obras de Wodehouse- que me han hecho reír a carcajadas. Eso que resulta tan violento cuando sucede en un vagón de metro, pero tan catártico a la vez.
Samuel Shem es el seudónimo de Stephen J. Bergman, psiquiatra, que durante treinta y cinco años ha sido profesor de la facultad de medicina de Harvard. Desde luego, sabe de lo que habla.

jueves, 7 de julio de 2011

JUEGOS LITERARIOS PARA BIBLIOADICTOS

A los biblioadictos no suele gustarnos jugar a las cartas. Ni al parchís. Supongo que hay excepciones, pero la inmensa mayoría de los que conozco, a la hora de pasar el rato prefieren siempre leer. Sin embargo, llegan las vacaciones, y con ellas a menudo la compañía de familiares y amigos diversos. E inevitablemente hay un día en que llueve y no se puede ir a la playa o de paseo, o una velada que apetece pasar juntos. Ese momento en que el clamor popular obliga al biblioadicto a dejar de lado su libro (que estaba interesantísimo, por cierto) y dedicar algo de atención a los demás. En estos casos, nada puede hacer más feliz a un biblioadicto que algún juego que tenga que ver con las palabras o con la literatura. Cuanto más literario, mejor. Todos conocemos algunos, como el Scrabble, o el Diccionario (para el que no esté familiarizado con este último, consiste en seleccionar del diccionario una palabra rara de verdad, de esas que nadie sabe qué quiere decir; a continuación, cada participante se inventa una definición para esa palabra, y esas definiciones de mezclan con la verdadero; todos votan la que les parece más verosímil -menos el árbitro, que es el que ha escogido la palabra en cuestión-  y gana quien ha obtenido más votos). También está el socorrido Trivial, pero que yo sepa no existe en castellano una versión únicamente literaria (¿para cuándo, señores?). Lo más normal es que al biblioadicto le toquen siempre las preguntas sobre deportes, o sobre televisión, con lo cual sus posibilidades de éxito quedan muy mermadas. Así que queda descartado.
Pensando en nosotros, la web Flavorwire sugiere algunos otros juegos literarios que aportarán regocijo a esas horas que, huérfanas de libros, podrían resultar tediosas. Ahí van un par:

-El más conocido: escribir la primera frase de una novela -más o menos famosa, tampoco hay que pasarse- e invitar a los participantes a que adivinen su autor. Se prohíben, claro está, obviedades como "La heroica ciudad dormía la siesta" o "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía...". En inglés existe una versión comercializada como juego de mesa -It was a dark and stormy night- , pero yo, sinceramente, prefiero el bricolaje.
-Una variante del juego del Diccionario: el juego de los textos de contra, del cual circula una versión comercial con el nombre de Ex libris. Consiste en leer el texto de contra de una novela y, a partir de lo que éste cuenta, intentar adivinar la primera frase de esa novela. Más difícil de lo que parece, pero con mucho potencial de hilaridad general.
Ya podemos ir haciendo acopio de munición, con vistas a un verano plenamente literario.

lunes, 4 de julio de 2011

EN LUGAR SEGURO

Wallace Stegner (1909-1993), ganador de un Premio Pulitzer y un National Book Award en su país de origen, Estados Unidos, era hasta hace muy poco un verdadero desconocido para el público español. Por suerte, eso ha cambiado en estos últimos años, gracias a la editorial Libros del Asteroide, que ha publicado tanto En lugar seguro -la novela que recomiendo hoy- como otras dos novelas suyas,  Ángulo de reposo y El pájaro espectador. En lugar seguro es de esos libros que te llegan al corazón, porque hablan de verdad de la amistad y el amor, y de cómo el paso del tiempo modifica esos sentimientos. Y todo eso sin aspavientos; no hay nada más irritante que esos escritores que en cuanto hablan de cosas profundas se ponen a dramatizar o a pontificar, no sé qué es peor. A Stegner se le nota que no finge -otra trampa muy frecuente, la de los que hacen ver que saben de qué va eso cuando les faltan millas y millas de recorrido para entenderlo-  y que ha recorrido todos esos caminos. Pues esta novela fue una de las últimas cosas que escribió, a los 78 años, cuando llevaba más de cincuenta de convivencia con su mujer, Mary Stuart Page, con quien se había casado en 1934. Desaconsejada para todos aquellos que se empecinen en creer que las relaciones humanas son o blancas o negras y que el amor no tiene infinidad de matices.

(Un par de acotaciones a esta entrada:
1-Agradezco a CEci, del blog Las vacaciones de Holden la frase de Cicerón que cito esta semana, y que le viene al pelo a este libro.
2-Muy adecuadamente, escribo esta entrada bajo un membrillo, en un jardín frecso, con el murmullo del agua como fondo. Adecuadamente, porque Stegner era un gran amante y conocedor de la naturaleza, y las descripciones que de ella hace en sus novelas suelen ser memorables. Un motivo más para recomendarlas.)

sábado, 2 de julio de 2011

ESCRITORAS CON ESTILO

Ya que el calor parece enemigo de las elucubraciones profundas, vamos a empezar este mes estival con una entrada un tanto frívola. Pero eso sí, que tiene que ver con la literatura. Hay una serie de escritoras anglosajonas cuya obra y  personalidad -en algún caso se trata más bien la personalidad que adivinamos a través de sus escritos que de los datos biográficos que poseemos- tienen un estilo muy marcado, que a la vez evoca de forma particular la época en que vivieron. No es raro, pues, que estas autoras hayan generado una serie de objetos relacionados con ellas. Pequeños guiños a su personalidad y a sus personajes que sus admiradores se complacen en incluir en su guardarropa o en la decoración de su hogar. Pasaremos revista a algunas posibilidades entre las muchas que existen.
La primera de ellas, naturalmente -y gracias en parte a la cantidad de estupendas adaptaciones a la pantalla de sus obras-, es Jane Austen.  A través de la web de Etsy, sus fans pueden abrigarse con unos delicados y largos guantes de algodón y soja o secar los platos con la declaración de Mr Darcy (pobre Mr Darcy):



(Por cierto, aunque en la foto no se ve bien, las pinzas son también austenianas y están recubiertas de texto perteneciente a Pride and Prejudice)
Más cerca en el tiempo tenemos los delicados matices de Edith Wharton. Quien quiera emular su universo de refinados personajes rodeados de objetos exquisitos puede ahora tomar el té con este juego que imita los antiguos servicios de té de plata:

O asistir a una velada de  ópera con unos guantes realmente vintage. ¡Con mucho estilo!


Si tu escritora preferida es Virginia Woolf, y reivindicas una habitación propia, ¿por qué no hacerlo público con esta práctica bolsa en la que caben muchos libros? Como ella dice "no hay cerca, ni cerradura, ni cerrojo que podáis emplear contra la libertad de mi espíritu".


Y para un look absolutamente original, inspirado por los cuentos de la sureña e inmensamente talentosa Flannery O'Connor, ¿quién se atreve con un aderezo de plumas de pavo real? Un pájaro que aparece en muchos de sus textos y que tiene, siempre, algo de inquietante.


Sin duda encontrarán muchos otros objetos deliciosos y con vinculaciones literarias en esta sugerente web. Porque un poco de frivolidad nunca viene mal.