John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

martes, 28 de enero de 2014

AUTORES Y NARRADORES


Permítanme que comience con una obviedad: los libros inteligentes hacen pensar. Avivan el seso, por emplear la expresión consagrada por Jorge Manrique. Hay libros que producen en el lector la grata impresión de que las sinapsis entre sus neuronas funcionan a una velocidad y por unos circuitos inusuales. A menudo descubre uno en este tipo de obras frases  o párrafos que producen el efecto de un descubrimiento: vislumbramos un territorio nuevo que antes estaba oculto a nuestros ojos; otras veces, no es tanto la novedad de la idea como la claridad con que está expresada lo que despierta nuestro entusiasmo: ya lo habíamos pensado, ya lo sabíamos, pero no hubiéramos sido capaces de formularlo de este modo.
La lectura del ensayo de Mario Vargas Llosa sobre Los Miserables de Victor Hugo -La tentación de lo imposible, del que ya hablé hace poco aquí mismo-  está siendo para mí uno de esos libros llenos de este tipo de descubrimientos. Veamos por ejemplo esta perfecta definición de la función del narrador:

" El narrador de una novela no es nunca el autor, aunque tome su nombre y use su biografía. [...] La invención primera que lleva a cabo el autor de una novela es siempre el narrador, sea éste un narrador impersonal que narra desde una tercera persona o un narrador-personaje, implicado en la acción, que relata desde un yo. Este personaje es siempre el más delicado de crear, pues de la oportunidad con que este maestro de ceremonias salga o entre en la historia, del lugar y momento en que se coloque para narrar, del nivel de realidad que elija para referir un episodio, de los datos que ofrezca u oculte, y del tiempo que dedique a cada persona, hecho, sitio, dependerá exclusivamente la verdad o la mentira, la riqueza o pobreza de lo que cuente.
[...]
El narrador no es nunca el autor porque éste es un hombre libre y aquél se mueve dentro de las reglas y límites que éste le fija. El autor puede elegir, con soberanía envidiable, la naturaleza de las reglas; el narrador sólo puede moverse dentro de ellas y su existencia, su ser, son estas reglas hechas lenguaje."


El narrador no es el autor. Obvio, ¿verdad? Pero de tan evidente, la mayoría de la gente lo olvida e incluso los propios autores muchas veces no son conscientes de ese "personaje" que están creando en su narrador. Vargas Llosa habla en este caso de la novela, donde esta invención es más deliberada. Pero, continuando con su impecable razonamiento, ¿no ocurre lo mismo en cualquier texto literario? Por supuesto en la autobiografía, ese género que juega al escondite más que ningún otro. ¿O acaso creían que el "yo" que narra El mundo de ayer. Memorias de un europeo es  realmente su autor, Stefan Zweig? Conste que cito estas memorias al azar, porque me parecen un texto literario excelente. Pero su verdad es sólo en parte la verdad del autor: el narrador  tras el que éste se ha ocultado tiene como misión abrir unas puertas y cerrar otras, iluminar unos episodios y callar otros. Zweig maneja a su narrador con maestría y por eso los lectores creemos aún más en la veracidad de lo narrado. Pero no es la verdad, sino una visión de la verdad. Es distinto.

Zweig se disculpa ante una señorita
por no poder acudir a la cita que ésta
le proponía. ¿Habla el autor o el narrador?
 
Sin ir más lejos, lo mismo ocurre en este blog. Esa voz que les cuenta acerca de sus lecturas y de sus andanzas librescas no es -siento defraudarles- la autora, sino su narradora. Aunque ella finja lo contrario -pues el primer deber de todo narrador que se precie es conseguir credibilidad ante sus lectores-, es sólo un instrumento de su autora. Que, como cualquier escritor, maneja los hilos y muestra sólo lo que desea. No se fíen de ella, se lo advierto. ¿Quién sabe qué oscuros secretos esconde?

martes, 21 de enero de 2014

LAS COINCIDENCIAS Y LA LECTURA

Victor Hugo
Una de las cosas buenas de no tener un programa de lecturas, ni una lista -al menos, no una establecida como tal, aunque sí infinidad de libros en el montón de "pendientes"- es la libertad de dejarse llevar por impulsos, pálpitos y coincidencias. Como cualquiera con una mínima curiosidad intelectual sabe bien, un libro lleva a otro. Tal novela te sumerge en, digamos, un país del que lo ignoras todo; inevitablemente, a continuación sientes ganas de ampliar tus conocimientos sobre ese territorio que tanto te ha fascinado. En una biografía de determinado personaje hace una aparición fugaz algún otro carácter que llama tu atención; te quedas con el radar puesto y -oh casualidad- a los pocos días ves por ahí un libro que trata sobre él. Por supuesto, tienes que leerlo. Y así sucesivamente: las lecturas van siguiendo unos meandros a menudo intrigantes. De la manera más inesperada, surgen conexiones entre lo que has leído aquí y allí.
Apenas me había internado en el interesante y perspicaz ensayo -como todas sus obras de crítica literaria- que Mario Vargas Llosa le dedica a Los Miserables, titulado La tentación de lo imposible, cuando caí en la cuenta de me encontraba ante una casualidad que me parece casi mágica (conste que soy de un racionalismo feroz, casi impermeable a cualquier sospecha de intervención sobrenatural): resulta que dos de los gigantes absolutos de las letras del siglo XIX francés -y por extensión, europeo-, Alexandre Dumas y Victor Hugo son hijos de generales de Napoleón. No me digan que no causa asombro.
 
 
Del padre del primero, el "tercer Alexandre Dumas" y de su colorida y accidentada vida hablé en este mismo foro al referirme a la biografía de Tom Reiss, The Black Count: hijo de una esclava negra y de un terrateniente francés, brillante espadachín y cortesano, fue también un combatiente audaz que ganó importantes batallas para Napoleón, para caer luego en desgracia y sufrir injusta prisión durante varios años, lo que le conduciría a una temprana muerte. Del segundo, Léopold Hugo, confieso que no había oído hablar nunca. Lo que no deja de ser curioso, puesto que acompañó a José I a España, donde entre otros cargos ocupó el de gobernador de las provincias centrales y persiguió de forma implacable a los guerrilleros de El Empecinado. De esta vinculación con España le viene a su famoso hijo Victor su conocimiento de nuestro país. De hecho, Victor Hugo estudió durante un tiempo en un colegio regentado por padres escolapios en la calle Hortaleza de Madrid. Nos dice Vargas Llosa que "en este tétrico internado, afirmaría más tarde, pasó frío, hambre y tuvo muchas peleas con sus compañeros. Pero en esos meses aprendió cosas sobre España y la lengua española que lo acompañaron el resto de su vida y fertilizaron de manera notable su inventiva". Más adelante, utilizaría la lengua española para camuflar ante ojos ajenos las detalladas notas que llevaba sobre sus proezas sexuales. De tal palo, tal astilla, supongo. Porque Léopold tampoco era un prodigio de castidad. De él he podido saber que se trajo a España desde Nápoles a su amante, Catherine Thomas, con quien se exhibía públicamente en el Paseo del Prado (algo que provocó las recriminaciones de José Bonaparte).
 
 
En cualquier caso, con sus similitudes y sus diferencias -los destinos de ambos generales fueron distintos-, todo esto da pie para concluir que tanto Dumas como Hugo han de deberle parte de su brío, de su fecunda imaginación y de su mirada sobre el mundo a estos dos padres que, ellos sí, vivieron en persona los lances que sus descendientes recrearían sobre el papel.
Por supuesto, era inevitable que de aquí saliesen más lecturas. Estoy pues ahora dedicada a explorar la fascinante época que produjo a personajes tan singulares. Empezando por uno que no luchó de forma abierta en el campo de batalla, sino solapadamente, en la sombra, en la política y la diplomacia: Joseph Fouché, magistralmente revivido por la pluma de Stefan Zweig. Promete ser sólo la primera de muchas lecturas interesantes.

martes, 14 de enero de 2014

LOS 10 MEJORES LIBROS DE RELATOS


Alice Munro, Premio Nobel 2013
Tradicionalmente, el cuento ha sido algo así como la cenicienta del mercado literario. Cuando un autor se presentaba ante un editor con un puñado de cuentos bajo el brazo, éste solía aconsejarle que escribiese una novela si quería alcanzar el éxito. Como si las formas breves fuesen un género menor. Cualquiera que lo haya intentado sabe muy bien que no es así. Ahora por fin, a rebufo de la concesión del Nobel a Alice Munro, se diría que el público lector empieza a admitir que los relatos “también” pueden ser obras maestras. Ojalá que cuaje el mensaje, porque en la cuentística han brillado algunos de los escritores más notables de la historia de la literatura.
En un intento de promocionar el género –del que soy entusiasta- se me ha ocurrido presentar una selección que, como habrán visto, lleva el engañoso título de “Los 10 mejores libros de relatos”. De entrada, sólo son los mejores desde mi subjetivísimo criterio, por más que todos ellos cuenten con el refrendo de la crítica. Estoy segura de que hay muchos que no he leído (aún) igual de meritorios. También es una flagrante injusticia el reducir la lista a 10: fácilmente se me ocurren veinte o treinta que podrían hacerles compañía, con cualificaciones muy similares. Sin embargo, el propósito no es demostrar cuántos buenos libros de relatos corren por ahí, sino ayudar al lector indeciso o primerizo en el género a hacer su elección.  De lo que pueden estar seguro es de que si no están todos los que son, sí son todos los que están: cualquiera de estos volúmenes garantiza muchos ratos de feliz lectura.

Comencemos pues por la tríada indispensable, las tres ces: Chéjov, Carver, Cheever. De los tres recomiendo con vehemencia leer todo lo que encuentren; la obra completa, si puede ser. Pero como no quiero abrumarles (no sea que se echen atrás), prueben para empezar con:


Anton Chéjov- Cuentos (Alba Editorial)
Una recopilación de sesenta piezas que recorren toda la trayectoria escritor ruso. Una buena manera de estudiar la evolución de este maestro del cuento, en la recomendable traducción de Víctor Gallego.


John Cheever, La geometría del amor
También aquí aconsejo lanzarse a los Cuentos completos, pero a falta de ello, esta selección inteligentemente anotada por Rodrigo Fresán es de lo mejorcito que se puede encontrar.

 

Raymond Carver, Catedral
Con esta colección de relatos, publicada en 1983, Carver consiguió por fin el reconocimiento que había estado buscando durante muchos años. "Catedral", el cuento que da título al libro, es considerado una joya del minimalismo literario. Decir mucho con muy poco.

 

Franz Kafka, La metamorfosis y otros relatos
Seguro que casi todo el mundo ha leído (o le han hecho leer) ese cuento del tipo que se despierta convertido en insecto. Pero Kafka tiene otras piezas, igualmente inesperadas e inquietantes. Sus relatos crean un mundo con sus propias reglas, que sirve de espejo y de metáfora del mundo real. No en vano todos entendemos hoy a qué se refiere el adjetivo "kafkiano".  (Por cierto, circulan por ahí muchas traducciones de Kafka, no todas buenas; la que incluyo como ilustración, de Galaxia Gutenberg, es particularmente cuidada. Eso sí, bastante cara.)


James Joyce, Dublineses
Quince cuentos perfectos, ambientados todos ellos en Dublín, que recorren todas las edades de la existencia humana. Mucha gente nunca llega a Joyce porque se rinde ante el Ulises. Si son de esos, créanme, lean sus cuentos. No se arrepentirán.


Jorge Luis Borges, Ficciones
No podía faltar el gran maestro argentino en esta recopilación. Libros imaginarios, bibliotecas infinitas, laberintos, tramas policiales, todo el mundo borgeano está aquí.



Julio Cortázar, Casa tomada y otros cuentos
Aunque si hablamos de autores latinoamericanos, mi favorito personal es Cortázar. "Casa tomada" o
"Continuidad de los parques" siguen produciéndome un escalofrío peculiar, no importa cuántas veces los haya leído. De nuevo, lean los Cuentos completos si pueden.



Ray Bradbury, Crónicas marcianas
No hagan caso a quienes dicen que se trata de cuentos de ciencia-ficción. Son mucho más que eso. Tratan de la condición humana, que es de lo que trata toda la gran literatura. Imaginación, ternura, poesía... se enamorarán de ellos. (Por cierto, me parece espantosa la cubierta de esta nueva edición. ¡Que alguien rescate por favor la de la versión original de Minotauro!)



Ernest Hemingway, Las nieves del Kilimanjaro y otros relatos
Por algún motivo que desconozco, los editores de nuestro país parecen no tener ninguna fe en los relatos de Hemingway. Prueba de ello es que no he encontrado ninguna edición vigente de este volumen que contiene algunas de sus mejores piezas cortas. De ahí que haya optado por ilustrarlo con una cubierta vintage de 1955. Al menos, tiene glamour. Pero no se dejen convencer por esta escasez, si alguien sabe cómo manejar la delicada mecánica de precisión de un cuento, ese es Hemingway.



Katherine Mansfield, Cuentos completos
Faltaba una mujer (aparte de Munro, que naturalmente completa de manera impar esta decena). Y no es que no haya grandes cuentistas: sé que me dejo en el tintero a la gran Dorothy Parker, a Lorrie Moore, a Nina Berberova, a Edna O'Brian... pero hemos dicho que lo dejaríamos en diez. Y los relatos de Katherine Mansfield me transportan y me conmueven por un igual.

Así pues, si no son ustedes lectores de cuentos, ¿qué esperan para hacer de ellos su buen propósito de Año Nuevo? Además, con los cuentos no cabe la excusa de que no hay tiempo: la mayoría de estos relatos se puede leer en menos de un cuarto de hora; un trayecto en autobús, ese ratito por la noche antes de que se nos cierren los ojos de cansancio y apaguemos la luz... Un cuento pide poco y da mucho. Anímense, que todos son canela fina.

                 

       

  


 


 

miércoles, 8 de enero de 2014

LIBROS Y PELÍCULAS 2014

 
 
A principios de año hay que echarle un vistazo a las películas que vienen. No es que estas previsiones sean demasiado reveladoras, porque más de una vez lo que prometía sobre el papel decepciona en la pantalla, mientras que en otras ocasiones la cada vez más anémica distribución cinematográfica en nuestro país hace que muchos de esos filmes nunca lleguemos a verlos aquí. Al menos, en la gran pantalla. Como los buenos guionistas son una especie cada vez más rara (creo que están todos trabajando para las series de TV), las adaptaciones de obras literarias de todo tipo proliferan. Sin embargo, por lo que llevo visto, los gustos de los productores se decantan hacia el cómic y las novelas juveniles llenas de fantasía (tipo Juegos del hambre o Divergente, cuyas adaptaciones volverán a invadir nuestras pantalla en 2014). Cada vez menos cine adulto de calidad. Sospecho que, al igual que los guionistas, el público adulto esta en su casa chutándose uno tras otro los capítulos de series tan sensacionales como Sherlock (pedazo adaptación) o Boardwalk Empire.
 
En fin, espigando entre lo que se anuncia para los próximos meses, encontramos de todos modos algunas adaptaciones literarias dignas de mención. Elegidas, desde luego, de acuerdo con mi criterio por completo subjetivo.
 
 
-The Monuments Men. Adaptación dirigida por George Clooney de un ensayo sobre un apasionante episodio de la Segunda Guerra Mundial (no lo he leído aún, pero lo que sé de él confirma su interés). Clooney, Cate Blanchett, Matt Damon, John Goodman... Parece irresistible. Además, la fórmula Arte + nazis + buenos actores promete taquillazo.  ¡A por ella!
 
 
 
-Noah/Noé. Bueno, llamarle adaptación a esto quizá es hilar muy fino. Se trata al parecer de una versión libérrima de la historia de Noé. Por lo que llevo visto, tiene pinta de cine de acción y catástrofes. Pero... si Russell Crowe y Emma Watson como protagonistas no resultan señuelo suficiente para ir a verla, que venga el Dios de la Biblia mismamente y sumerja en las aguas a los incrédulos.
 
 
 
-In Secret. Como adaptación, esta sí es de las buenas, pues se basa en el Thérèse Raquin de Zola, una novela verdaderamente devastadora sobre los estragos de la represión. Si no fuera por eso, he de decir que no me llama demasiado la atención, a no ser por la aparición de Jessica Lange como la siniestra Madame Raquin. Por si acaso, lean el libro antes, ese sí que produce escalofríos.
 
 
 
-A Most Wanted Man/El hombre más buscado. Una novela no muy conocida de John Le Carré, con el terrorismo como trasfondo (desde que terminó la Guerra Fría, Le Carré ha migrado a otros territorios, en ocasiones fascinantes -El jardinero fiel-, a veces manidos) ha servido de base para esta película de un director holandés, Anton Corbijn, conocido sobre todo por sus filmes sobre grupos musicales. En principio, tengo mis reservas, pero la participación del inmenso Philip Seymour Hoffman en el reparto me hace concebir esperanzas.
 
 
 
-Gone Girl/Perdida. La novela de Gillian Flynn en que se basa esta película ha arrasado en ventas y también en críticas. Seguramente me ganaré muchos reproches, pero a mí me decepcionó: un planteamiento original y bien manejado, pero finalmente tramposo. De modo que mis expectativas para la adaptación al cine no son muy altas. Aparte de que la gracia de la trama reside en gran medida en la alternancia de puntos de vista, algo que me parece casi imposible de reproducir en la pantalla. Sin embargo, un director como David Fincher quizá pueda conseguirlo.
 
 
 
-Una vida en tres días. Desconozco por completo la novela de Joyce Maynard, Labor Day, en la que se basa esta película, sólo diré que su edición americana tiene un corazón en la cubierta. El argumento (madre soltera que acoge a preso prófugo y se enamoran) suena como a telefilm de sobremesa y siesta. No obstante, el director es Jason Reitman (el de Up in the Air y Juno) con Kate Winslet como protagonista. Así que, a pesar del título y la trama, cabe la posibilidad de que se deje ver. Si no, a esperar a que pase por TV para amenizar la tarde dominical.  
 
Y con esto, les deseo un buen y cinéfilo-literario 2014.

viernes, 3 de enero de 2014

CUATRO CLÁSICOS DE REGALO

Tal como están los tiempos -intentan convencernos de que en 2014 nadaremos en la abundancia, pero si los sueldos han bajado y los costes de los servicios básicos han subido, cuesta  ver cómo vamos a lograrlo-, nos podemos permitir pocos caprichos. ¿Regalos? Los imprescindibles (una se encuentra comprando artículos tan poco glamurosos como útiles). ¿Autorregalos? Impensable, la austeridad manda. Pero, vamos, ¿a quién no le hace ilusión regalarse un nuevo libro para Reyes? Existe sin embargo una solución satisfactoria y, sobre todo, gratuita: acudir a Project Gutenberg, ese inmenso repositorio de libros en dominio público, conseguido gracias a la generosidad y el esfuerzo colectivos (parece que ya nada funciona si falla eso). Si se toman la molestia de darse un paseo por su web, verán que hay cientos de obras en español, tanto de autores hispánicos como traducciones (antiguas, por supuesto) de autores extranjeros. Inevitablemente, sin ningún criterio de orden más que el alfabético, lo que dificulta bastante la búsqueda. Pero no teman, en plena euforia de espíritu navideño, me he tomado la molestia de realizar yo esa fatigosa tarea. Como resultado, les propongo cuatro clásicos de grandes autores. Unas obras que se pueden descargar gratuitamente sin mala conciencia.
 
-Empecemos por el más desconocido de los cuatro, pero no por ello menor, o menos clásico: Los espectros, de Leonid Andréyev. Se trata de una recopilación de novelas breves de este autor que en su momento se medía con los grandes, entre ellas la que da título al volumen ( y que pueden encontrar en una edición más moderna, publicada por Acantilado, si sus finanzas se lo permiten). La versión gratuita, sin embargo, tiene el encanto de ser contemporánea al autor (muerto poco después de finalizar la Primera Guerra Mundial), de quien una breve introducción habla en estos términos:
 
Leónidas Andreiev, uno de los más grandes maestros de la literatura rusa moderna, acaba de morir a la edad de cuarenta y siete años. Nacido en el centro de Rusia, en Orel, de una familia pobre, estaba predestinado a una vida llena de miserias y de privaciones. Pero su energía y su voluntad de hierro le han permitido subir a las más altas cimas de la vida intelectual rusa.
 
 
 
-Seguimos con otro clásico, esta vez italiano, Federico De Roberto. Quizás algunos hayan oído hablar de su gran novela, Los virreyes, que se considera en cierto modo precursora de El gatopardo. Sin embargo, la que les ofrezco como regalo no es ese novelón, sino un libro más breve y más curioso: Espasmo. Publicada en 1897, la edición en lengua castellana que se nos ofrece es de 1909. Se trata de una intriga que tiene algo de político, algo de novela de costumbres pero, sobre todo, mucho de novela de investigación y de drama judicial.



-A continuación, un francés: Alexandre Dumas. No les voy a proponer ninguna de sus novelas de aventuras -aunque bien merecerían la pena-, sino algo menos visto: Amaury, una historia típicamente romántica. Emociones, temblores, desmayos; jovencitas que bordan en un salón vigiladas por su institutriz; jóvenes lechuguinos que se distraen con sus queridas mientras esperan caer en brazos del "verdadero" amor... Pero Dumas no sería Dumas si detrás de esta novela aparentemente sentimental no hubiese una tesis: "¿es posible morir de amor?" (pregunta romántica donde las haya). Bien, sin ánimo de desvelar demasiado, diremos que el amor que mata no es precisamente el que se esperaría.
Si son ustedes irreductibles del papel, existe también en esta versión, aunque advierto que la traducción es la misma.



-Por último, una novela atípica de un insigne autor británico. Pensar en Sir Arthur Conan Doyle equivale las más de las veces a evocar a Sherlock Holmes. Pero Mr. Doyle escribió también otro tipo de obras, como la que nos ocupa, La Guardia Blanca, novela histórica de la que se dice que Doyle la tenía en más alta consideración que sus aventuras de Holmes. Seguramente, ha resistido peor el paso del tiempo que estas últimas, pero para nosotros tiene el interés añadido de que transcurre en España, pues se desarrolla entre 1366 y 1367, en el marco de la campaña de Eduardo, el Príncipe Negro, para restaurar a Pedro el Cruel en el trono del reino de Castilla.

Claro que existe también una
versión en papel.
Si los Reyes vienen boyantes.

Así pues, ahora que se acercan los Reyes Magos, no hay excusa para quedarse sin regalo. ¡Que los disfruten!