John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

lunes, 11 de noviembre de 2013

MENÚ CON LIBROS

(Foto cortesía de Kim Knox Beckius)
Las grandes ideas son sencillas. Aunque, inevitablemente, luego todo el mundo piensa, "tan fácil como era, ¿por qué no se me ocurriría a mí?". Eso es lo que me ha ocurrido al enterarme de la idea que ha tenido un señor de Connecticut, Estados Unidos -tenía que ser- para deshacerse del exceso de libros que había acumulado a lo largo de los años. (Como recordarán mis amables lectores, ese es un tema al que llevo dando vueltas últimamente. Por supuesto mis ideas al respecto ni de lejos alcanzan la genialidad de este señor.) La belleza del sistema de  este tal Marty Doyle reside en que llena varios deseos distintos al mismo tiempo: por un lado, él se libra de los volúmenes que le sobran; por otro, los receptores de los mismos cumplen un arraigado deseo bibliómano, como es poder comer en una biblioteca, o leer en el restaurante (no sé ustedes, pero a mí me chifla leer mientras como).  Se trata de lo siguiente: un restaurante, el Traveler Restaurant, totalmente forrado de estanterías repletas de libros. Junto con su pedido de hamburguesa, fish and chips o ensalada de col -vale, la comida no parece de primer nivel, pero no se puede tener todo- los clientes tienen derecho a escoger hasta tres libros entre todos los disponibles en el local, y llevárselos a casa cuando acaban de comer. Gratis. Consigue así atraer clientela -poca gente se resiste a que le regalen algo- y aligerar su stock libresco. Hermoso, ¿verdad?
 
 
El invento lleva varios años funcionando, con tanto éxito que hemos de suponer que el señor Doyle agotó su reserva de libros prescindibles. Ahora, con unos nuevos dueños -ignoramos si también tenían libros de los que deshacerse- la biblioteca se nutre sobre todo de donaciones. Y no sólo eso: al parecer la avidez libresca de los clientes es tal, que ha dado para poner una librería en el piso de abajo. Esta vez, de las de pago. Ya les dije que la idea era un trueno.

7 comentarios:

  1. Con estas ideas, seguro que Marty Doyle es un tipo feliz.

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  2. Una idea magnífica. El problema es la mala alimentación que tendríamos más de uno por ir a comer al mismo sitio todos los días.
    Un saludo.

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  3. Genial idea!! Hace un par de años haciendo un descanso tras una ruta de senderismo nos paramos en un bar pequeño, muy discreto, en una aldeíta y nos encontramos las paredes repletas de libros per deleite de los clientes. Menuda sorpresa nos llevamos... y la de fotos que le hice! Pasado el tiempo volvimos al lugar pero, desgraciadamente, había cerrado... ¡Qué será de esos libros!
    Un saludo,

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    1. Quizá el motivo del cierre se debió a que tan singular establecimiento estaba en un lugar alejado de todo. Una lástima que no cuajara. Los libros, seguramente habrán ido a engrosar algún polvoriento almacén...

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  4. Si yo fuera un libro de tu biblioteca me echaría a temblar de ver lo que estás investigando en el arte de deshacerse de los volúmenes acumulados, sea con o sin donoso escrutinio previo...

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    1. Ja, ja... ¿Se nota que estoy desesperada por hacer sitio en mis estanterías?

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