John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

domingo, 3 de mayo de 2015

MANERAS DE LEER

"A la luz de la lámpara", Harrier Backer
 
Parecería que leer un libro -para ser exactos: descifrar, comprender e interpretar los símbolos impresos en sus páginas- es algo que todos los lectores hacen igual. Sin embargo, como cualquier observador atento sabe, existen infinidad de maneras de leer. Está la del lector ávido, que recorre las líneas casi sin darse tiempo a captarlas, que pasa las páginas como abocado a una carrera contra sí mismo, donde todo lo que cuenta es llegar a la meta; está su antítesis, la del lector concienzudo, que alarga cada página hasta extremos insospechados, releyendo aquí y allá una frase, o volviendo atrás de vez en cuando para comprobar un dato, no sea que se le haya pasado algo por alto. El primero puede devorar una novela en una tarde. El segundo, tarda semanas en completar su lectura. Entre estos dos extremos, caben muchos grados de velocidad y de atención. Es posible también que estos dos tipos de lectura coexistan en un mismo lector, según el momento o la obra de que se trate.
 
Asimismo, hay grandes diferencias en el lugar y la postura elegidos: desde el lector que lee casi exclusivamente en la cama -o tumbado cómodamente en un sofá- hasta el que no sabe hacerlo si no es sentado, a ser posible en una silla de respaldo recto, con el libro apoyado en una mesa frente a él. Pero probablemente la gran línea divisoria en cuanto a maneras de leer es la que podríamos trazar entre los "con lápiz" y los "sin lápiz". Los primeros sostienen que, para llevar a cabo una lectura productiva, es preciso realizarla subrayando o anotando abundantemente el texto; para los segundos, emborronar el libro es lo más parecido a una herejía.
 
 
 
 
El escritor Tim Parks, en un artículo publicado hace un tiempo en el New York Review of Books, se mostraba como un acérrimo defensor del subrayado intensivo: 
"Sentimos demasiado respeto hacia la palabra impresa, somos demasiado poco conscientes del poder que las palabras tienen sobre nosotros. Permitimos que las palabras aparezcan ante nosotros sin detenernos a pensar en sus consecuencias [...] Nos entusiasmamos con historias, ya sean ficticias o "verídicas", cuyas conclusiones son manipuladoras o interesadas, o ambas cosas. Si un texto muestra los estigmas de la literatura -símbolos, metáforas, narradores poco fiables, puntos de vista múltiples, ambigüedades estructurales- le concedemos un crédito ilimitado."

Para Parks, la única manera de realizar una auténtica lectura atenta y crítica es armado de un lápiz. Y recomienda hacer tres o cuatro marcas por página, ya sea subrayando, con un signo de interrogación o dejando la propia opinión en un comentario: "Espléndido", "No lo creo" o "¡Vaya tontería!".
 
 Armados de este artilugio, nos cuenta, sus alumnos, consiguieron cambiar su manera de leer.
 
"El mero hecho de tener la mano dispuesta para la acción cambia nuestra actitud hacia el texto. Ya no somos consumidores pasivos de un monólogo, sino participantes activos de un diálogo. Mis alumnos comentaron que su lectura se hizo más lenta al tener un lápiz en la mano, pero al mismo tiempo el texto les pareció más denso, más interesante, aunque fuese sólo porque ahora podían sentir cierto placer en su respuesta frente a él."

No me cabe duda de que, de este modo, la atención de sus alumnos mejoró, de que su participación en el texto resultó positiva. No obstante, el artículo en cuestión lleva el título de "A Weapon for Readers"[Un arma para los lectores]. Y, de algún modo, uno tiene la impresión de que Parks aboga por un tipo de lectura un tanto agresiva, siempre alerta frente al texto, como si fuese necesario defenderse de él. Personalmente no creo que exista únicamente una "buena" manera de leer. Cada lector acaba por encontrar la que más le conviene, la que más se ajusta a sus hábitos y a sus gustos literarios. Por mi parte, mientras que me resulta útil subrayar los libros de estudio -pero casi nunca dejo comentarios en ellos-, pocas veces emprendo una novela armada de un lápiz. Si lo hiciese así, no podría dejarme llevar por el embrujo del texto. Que es justo lo que Parks desaconseja.  
 
Como dice en este cartel Alfred Döblin: "Leo como la llama lee la madera". Aunque el resultado, espero, sea algo más que cenizas.
 
 
 

23 comentarios:

  1. Sí, coincido plenamente. Yo tampoco puedo llevar a cabo la lectura de una novela con lápiz en mano. Además, si deseo anotar algo en un momento dado, lo hago siempre en una libreta, salvo los libros de estudio. Estos los subrayo y anoto en ellos lo que considero oportuno para sintetizar o fijar ciertas ideas o conceptos. Es inevitable.

    Me ha encantado el artículo. Gracias. Un saludo.

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    1. Creo que me sentiría rara subrayando una novela, sólo lo he hecho en contadas ocasiones, cuando dicha obra la utilizaba para estudiar, no para leer por gusto.

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  2. Yo coincido con mi amigo Tim. Es un amigo raro, porque él no sabe que yo existo. Sin embargo, compartimos muchas cosas, como la calvicie. Y lo de pintarrajear los libros. Por supuesto, con objeto de entenderlos mejor. No es ningún juego, se trata de algo muy serio. Como leí recientemente (parafraseo): Si no subrayas o escribes en el libro que lees, ¿cómo sabrás qué es lo importante la próxima vez que lo cojas?

    La idea de ir con post-it en los bolsillos o de escribir sobre una libreta o folio tiene el problema de que cabe la posibilidad de que las marcas se desconecten del libro. Y me gustan las marcas que dejo en ellos, ya que ellos se empeñan en llenar mi cerebro de pequeños rasgos.

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    1. Te doy la razón en la importancia de que las marcas que dejes vayan asociadas al libro. ¡Me ha ocurrido apuntar alguna frase de un libro y luego no recordar a qué obra pertenecía!

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  3. Siempre he pensado que las marcas que dejo en un libro lo mejoran.

    El único que se da cuenta de esa mejora soy yo mismo, pero ésa es otra historia.

    Una interesante reflexión, Elena.

    Gracias

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    1. Alberto, a mí me pasa al revés: si por casualidad retomo un libro que subrayé tiempo atrás, la mitad de las veces me pregunto "¿por qué diablos subrayaría eso"? A lo mejor es porque no soy una "subrayadora nata" y no domino esa técnica :)

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  4. Yo doblo esquinas y luego copio párrafos pero no escribo en los libros. No porque me parezca mal sino porque jamás tengo un lápiz a mano.

    Maravilloso post, me ha encantado.

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    1. Lo de no tener un lápiz a mano también es algo que me ocurre con frecuencia. Y mira que constantemente compro nuevos, pero tienen la manía de esconderse...

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  5. Como siempre, inspiradora, Elena.
    Yo, con el tiempo, le he perdido el respeto reverencial a la página impresa y las emborrono sin remordimiento...a partir de la segunda lectura. Cuando me aproximo por primera vez a un texto nuevo, prefiero ser llama...

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    1. Lo de la segunda lectura tiene sentido: muy sensato, hacer una primera "en plan llama" y otra más reposada, con lápiz en la mano...

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  6. Me ha gustado mucho el post y me ha hecho reflexionar sobre mi forma de leer. Diría que soy "mixto" en función del tipo de lectura. Los libros de novela suelen quedar vírgenes tras pasar por mis manos, pero los ensayos completamente subrayados y con anotaciones y dobleces en las páginas ... siempre en función del interés que despiertan.


    Saludos!

    PD Por cierto, te recomiendo "Una historia de la Lectura" de Alberto Manguel, aunque seguro lo conoces.

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    1. Yo diría que la mayoría tendemos a adoptar el sistema mixto, según se trate de uno u otro tipo de libro. Por supuesto, Manguel está entre mis autores favoritos, debo haber leído casi todo de él. Hace poco me ocurrió una cosa muy irritante: supe que Manguel estaba en Barcelona presentando no sé qué, pero descarté acudir pensando que estaría lleno a reventar (y no me gustan las multitudes). Sin embargo, me enteré luego de que eran cuatro gatos. ¡De haber ido igual hubiese podido hablar con él en persona y todo! Aún me estoy tirando de los pelos...

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  7. Muy interesante el post. Señalas dos aspectos en los que los lectores nos distinguimos mucho.
    Primero, el libro leído ansiosamente, como el sediento que bebe con avidez de una fuente. Es lo que yo llamo "Fast Reading" por analogía con la "Fast food". Está bien para novelas de género, románticas o de misterio, por ejemplo. Al menos, así es como yo leo ese tipo de libros.
    De una sentada, en una tarde.
    En cambio, la ficción literaria, la literatura clásica, es "sloiw reading", lees, relees, vuelves atrás, te deleitas semanas o meses con una obra. Lo que hace poco dijo Muñoz Molina que era la literatura: lo que tienes que leer dos veces y en voz alta.
    Creo que todos los lectores somos, como decís, mixtos, y dependiendo del tipo de libro que leamos lo hacemos de una manera distinta.
    El subrayado es harina de otro costal. Rara vez lo he hecho con libros de ficción en papel. En cambio, cuando se trata de un libro digital, sí que subrayo mucho. Creo que aún siento una reverencia casi religiosa por el papel impreso. De hecho hubo unos años que ponía mi exlibris o firmaba, y ahora ya ni me atrevo a eso.
    Un tercer aspecto (¿sentados, tumbados, een el sofá, la cama, una silla?) de la lectura como ejercicio físico, ya se me escapa. Pero creo que en eso no habrá tantas diferencias. Dependiendo de lo que sea, leeremos de una u otra forma.

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    1. Me ha gustado la analogía "fast reading/slow reading"-" fast food/slow food". En comida yo soy más bien del tipo slow, pero en lecturas... pues depende.

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  8. Es la primera vez que aterrizo en este blog y me ha encantado. Y también el comentario de Bona Caballero, con el que me identifico en casi todo.


    Dependiendo de qué leo, puedo devorar las palabras de manera vertiginosa, esperando a ver qué pasa a continuación.

    También puedo leer otro tipo de libros más calmados: saboreando cada frase, cada palabra, apuntando partes del texto en una libreta que me gusta releer de vez en cuando...

    Pero esto de apuntar quitaría fluidez, no voy a estar todo el tiempo interrumpiendo la lectura para escribir lo que acabo de leer, así que soy lectora con lápiz en mano.

    Lectora con lápiz (nunca con bolígrafo), con apuntes en el lateral y con "chuleta" en la última página del libro, anotando en qué páginas he subrayado, para luego recoger todas esas citas en mi libreta de frases.

    Esas frases no se desconectan del libro, porque siempre anoto el autor y la obra, incluso pongo el título en la parte de arriba de la página, si sé que voy a apuntar muchas citas (lo sé porque ya he subrayado previamente).

    No me gusta prestar algunos libros, los más personales, los que he marcado, subrayado y escrito. En ellos hay una parte de mí, y como soy releedora nata, años más tarde retomo la lectura y me redescubro, me encuentro con la jovencita que fui.

    Y me gusta.


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    1. Gracias por tu visita y por tu aportación, Enebea. Alucino con tu perfecta organización anotadora: ¡índice de anotaciones y todo! Por si fuera poco, lo complementas con la libreta de frases... Un método completísimo, de verdad.

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  9. Soy del tipo lector con lápiz (y regla posterior), lo cual me lleva a un tema que aquí no se ha tratado y que es inseparable: el ancho de los márgenes. Los condenados editores hacen márgenes cada vez más estrechos, algo que imposibilita cualquier tipo de escritura. Imaginad qué hubiera sido de Poe de vivir en esta época: su "Marginalia" jamás habría sido escrita. ¡Abogemos militantemente por el regreso de los márgenes anchos a todo aquel libro que pueda resultar de interés!

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    1. ¡Ah, por supuesto, los subrayadores perfeccionistas no sólo emplean el lápiz, sino también la regla! Tienes mucha razón en cuanto a la anchura de los márgenes. Incluso para los no anotadores, la escasez de márgenes resulta irritante. Por supuesto, para anotar son imprescindibles, pero incluso desde un punto de vista estético, para descansar la vista, para dar armonía a la página... Es algo que también me molesta mucho en los ebooks: el texto ocupa toda la pantalla de mi Kindle, y eso es algo que acaba por irritarme. ¡Vivan los márgenes!

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  10. No sé si aportaré algo, pero... yo soy de llevar siempre un boli a cuestas (incluso en el tren), y leer acompañado con una hoja suelta doblada metida en el libro. En la hoja voy anotando impresiones, y me señalo qué párrafo de qué página me ha dicho algo. Después, terminada la lectura, paso las anotaciones y copio los pequeños fragmentos en un documento del ordenador. Así es como anoto todas mis lecturas, y en qué fecha terminé cada libro.
    Debido a que no puedo releer todo lo que leo, es una forma de luchar contra rel olvido, y así recordarle y refrescarle la memoria a mi yo futuro. Y de recordar a mi yo pasado.
    No sé, creo que debo rozar la patología o algo.
    Un saludo :)

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    1. Letraherido, me descubro ante tu perfecta organización lectora. Ojalá yo fuese capaz de hacer algo así, a menudo lamento no poder recuperar cosas que sé que he leído y no recuerdo dónde ni cuándo.

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  11. Hace apenas unas horas que he descubierto este blog y, puedo confirmar con absoluta certeza, que desde hoy seré un lector más de sus excelentes entradas. Me gustaría hacer referencia a una costumbre que arrastro desde hace unos años cuando un familiar me transmitió la idea. Y que ahora, si me lo permiten, desearía compartir con vosotros. La idea es muy simple, cuando comienzo un nuevo libro, escribo en la página donde aparece el título y el nombre del autor, una frase del último libro que he leído. Normalmente anoto una idea que me hizo reflexionar, que despertó en mí algún sentimiento o que por otra circunstancia resumían de alguna forma el trasfondo del libro. Que supone esto. Dos cosas: Por un lado, que soy más partidario de una lectura lenta y reflexiva, si bien es cierto, que no todos lo géneros ni todas las lecturas requieren el mismo detenimiento; el otro motivo, quizás, el más interesante de porqué escribo una frase del libro anterior en ese nuevo libro que me dispongo a leer, es porque de esa manera, cuando pasa un determinado tiempo, y vuelvo a releer un libro o simplemente a hojearlo, puedo recordar cual fue el libro que precedió a éste. Puede que sea una estupidez, pero para mí tiene algo mágico. Es como un hilo conductor que de alguna forma refleja mi camino transitado por el mundo de la lectura y que también, de alguna forma me conecta con lo que somos, memoria.

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    1. Hola, Fran, ¡bienvenido! Gracias por compartir tus costumbres lectoras, me parece notable esa costumbre de "encadenar" lecturas a través de una frase. Con el tiempo, seguro que te depara muchas agradables sorpresas recordar el orden de tus lecturas, evocar el momento en que lo hiciste... Sin duda incrementa la experiencia lectora, que no es solamente lo que uno encuentra en un libro en concreto, sino todos las circunstancias que la rodean.
      ¡Espero verte a menudo por aquí!

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  12. Interesante articulo. Yo nunca escribo nada en los libros, soy de leer con voracidad (depende de la obra). Pero hace unas semanas me encontre con una historia en internet, esta contaba que un chico encontró un libro que perteneció a su abuelo. En el libro su abuelo había echo anotaciones de sus ideas, el chico (por motivos que no se explican) no hablaba mucho él por lo que fue una nueva manera de verlo.
    Todo esto me hizo reflexionar y quizás empiece a escribir en los libros.

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