John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

viernes, 19 de febrero de 2016

PARECEN LIBROS, PERO NO LO SON

 
 
Todos conocemos, hemos visto o hemos oído hablar de esas personas que llenan sus estanterías de "falsos libros", bonitos lomos que camuflan la más absoluta nada (y no lo digo en sentido metafórico, que también). Eso es porque el libro sigue teniendo un prestigio -los falsos libros parecen cosa de otra época, pero es muy revelador que siga habiendo negocios que viven de ellos- y le concede a su poseedor (o falso poseedor, en este caso) un sello de distinción. Si en una biblioteca el falso libro es una superchería hasta cierto punto comprensible, no resulta tan lógico que existan tal infinidad de objetos que simulan ser libro, pero no lo son. Lo que nos queda más cerca son las fundas que revisten al libro digital de apariencia libresca; el advenedizo se disfraza para pasar desapercibido, igual que las primeras televisiones solían ocultarse bajo la apariencia de muebles.
 
Esto que aquí ven no son libros, sino fundas de lectores de Kobo
convenientemente disfrazadas
 
Pero este afán "librotransformador" no viene de ahora, ni se limita al libro digital. Todo tipo de artilugios, incluso los más impensables, se han visto transformados en libros. ¿Para ennoblecerse? ¿Para satisfacer el capricho de algún bibliófilo que deseaba verse rodeado de libros en todas las ocasiones? Para mí es un enigma. Ya saben que hay coleccionistas para todo; también para estos falsos libros. Recientemente, hubo en el Grolier Club de Nueva York -una antigua y respetada sociedad para bibliófilos, con una de esas bibliotecas que le hacen babear a uno- una exposición de lo que dieron en denominar "blooks", combinación de las palabras "book" y "look": objetos con apariencia de libro. Se podían así admirar hasta 130 falsos libros, organizados en nada menos que 14 temas: religiosos (un molde para repostería en forma de Biblia, de la década de 1820) o un altar portátil, que se remonta también al siglo XIX;


Cerrado parece un libro...

...abierto es un altar portátil

domésticos (despertadores o lámparas-libros, encendedores);






anuncios (por qué alguien querría darle a un anuncio de macarrones forma de libro queda más allá de mi comprensión);





o accesorios como bolsos, joyas o útiles de maquillaje, todos debidamente camuflados bajo una apariencia libresca.





Al parecer, esto es sólo una muestra de la colección, mucho más amplia, que posee Mindell Dubansky, que llega a los 600 objetos en forma de libro. ¿Sorprendente? Sin duda. El fascinante mundo del libro no conoce fronteras. Salvo, tal vez, las del ridículo, y no siempre, como demuestran algunos de los artefactos que hemos podido observar.

9 comentarios:

  1. ¡Hola Elena! Me ha gustado mucho la entrada. Acabo de descubrir tu blog y me quedo por aquí. Un abrazo :)

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  2. Más de una caja con forma de libro (sigo buscando una lo suficientemente grande como para guardar mis crisolines), posavasos....

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    1. Lo de las cajas con forma de libro es un clásico. Las hay de todas las formas y colores. Tengo especial debilidad por ese falso libro que dentro tiene la forma de una botella, para guardar el whisky o el coñac. "Me voy a la biblioteca a leer un rato..." Ja, ja.

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  3. El libro considerado un objeto decorativo... Hace años estaba yo en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, en el paseo de Recoletos de Madrid, cuando una señora de unos 50 años y pinta de pija se acercó al encargado de una caseta y le dijo: "Quiero comprar metro y medio de libros verdes". El encargado se la quedó mirando alucinado y respondió: "Lo siento, aquí no vendemos los libros por metros". Sin duda, esa mujer era un hortera; no por comprar libros que no piensa leer, sino por su afán de entonar colores. Si en vez de preocuparse de que los libros de su boiserie (¿alguien conoce algo más inútil que una boiserie?) hicieran juego con las cortina se hubiera molestado en leer alguno que otro, quizá sus opciones estéticas fuesen más imaginativas.

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    1. Supongo que de gente como esa viven las empresas, como la The Manor Bindery, dedicadas exclusivamente a hacer falsos libros a gusto del cliente. Creo que incluso pueden adaptarte los (falsos) títulos. Aunque clientes así me temo que no discriminan mucho... con que parezcan libros tienen bastante. Por cierto, algunos bibliómanos también cuentan con falsos libros en sus estanterías. Pero sus motivos son otros: véase por ejemplo los que atesoraba Dickens, que mencioné en un antiguo post: http://notasparalectorescuriosos.blogspot.com.es/2010/08/falsos-libros.html

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  4. Yo esto de los libros falsos la verdad no lo entiendo... bastantes problemas tengo ya de espacio con libros de verdad y que aún no he leído pero espero leer.
    Un saludo.

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    1. Tal vez soy injusta, pero tengo la impresión de que los coleccionistas de falsos libros son lo opuesto de grandes lectores. ¡Yo también prefiero los libros auténticos a los falsos!

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  5. A mí me encantan, tengo esculturas con forma de libro, esculturas cajas con forma de libro, cerilleros del quijote, cuadros en los que hay pintados libros, cajas que simulan un libro antiguo que dentro guardo un libro que es realmente más antiguo... otro de mi trastorno...

    Besos y abrazos

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