John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

viernes, 12 de enero de 2018

LA BELLEZA HECHA LIBRO: FRANCESCO GRIFFO


El patio de la antigua Universidad, el Archiginnasio de Bolonia

Los libros no son solo lo que el autor nos cuenta, el significado que extraemos de sus palabras, sino que poseen también una parte visual, formal, estética, igualmente importante. Cualquier amante de la lectura sabe que un libro compuesto en una tipografía clara, legible, con espacios que permiten que el texto "respire", sobre un papel agradable a la vista y al tacto es un verdadero regalo, mientras que ese mismo texto, presentado en una letra abigarrada, apelotonado y sobre un papel rasposo da ganas de estrellar el libro contra la pared más próxima. Llevados por la corriente de la lectura, solemos prestar poca atención a aspectos como la tipografía o la distribución en la página. Sin embargo, hay libros que son verdaderas obras de arte, cuya mera contemplación -no importa de qué hablen sus paginas, ni si somos siquiera capaces de entenderlas- produce en el espectador una emoción comparable a la de un fresco de Botticelli.  
Viene todo esto a cuento de que esta lectora estuvo hace unos días en la muy ilustre ciudad de Bolonia, en Italia, que como sabrán es cuna de una antigua y prestigiosa Universidad, en la que han estudiado infinidad de personajes ilustres. Una de las visitas obligadas era, por supuesto, a la primitiva sede de dicha universidad, el llamado Archiginnasio, hoy convertido en biblioteca y sede de actos culturales.





Me hubiese conformado sobradamente con contemplar el bello edificio y las huellas de sus antiguos ocupantes, así como las hermosas salas de la biblioteca y del teatro anatómico. No obstante, me esperaba una sorpresa que se convirtió en lo mejor del viaje: una exposición sobre Francesco Griffo. No se crean, yo tampoco tenía idea de quién era este personaje. Los paneles informativos que la acompañaban me ilustraron oportunamente al respecto pero, sobre todo, quedé maravillada por los libros que se ofrecían a la vista de los indignos visitantes.  ¿Imaginan la emoción que se siente al tener al alcance a la mano eso sí, separados por el cristal de una vitrina, una Poética de Aristóteles o un Cancionero de Petrarca impresos hace quinientos años por uno de los primeros -y uno de los mejores, si no el mejor- editores europeos? No exagero si les digo que por un momento me sentí al borde de las lágrimas. Pocas veces nos es dado a los simples mortales acercarnos a libros de esta importancia histórica. Pero lo que de verdad me dejó sin palabras fue la belleza de las (desgraciadamente pocas) páginas que se mostraban. Obras de arte. Lamentablemente las fotos que pude hacer son malas y no les hacen justicia (aquí se pueden hojear online unas cuantas, vale la pena).


La Hypnerotomachia Poliphili, considerado el más bello libro ilustrado del Renacimiento.

Francesco Griffo (1450-1518), nacido en Bolonia, donde obtuvo merecida fama como orfebre y como tallador de punzones para imprenta, fue requerido por Aldo Manuzio (c. 1450-1515), el más famoso editor italiano de todos los tiempos, para trasladarse a Venecia a trabajar con él. A partir de 1494, Manuzio, que entonces contaba más de cuarenta años, decidió abandonar su carrera de maestro y preceptor para iniciar la carrera de estampador y editor, dedicándose al principio casi exclusivamente a publicar textos griegos que hasta entonces nunca se habían editado en su lengua original. Griffo investigó manuscritos precarolingios para conseguir un tipo romano más auténtico y más refinado, que se ha bautizado como Bembo. Se convirtió así en el primer tipógrafo moderno, en el sentido que diseñó los tipos para ser utilizados en una moderna imprenta mecánica y no para ser usadas en la escritura manual.


La Bembo, un tipo de letra de una elegancia sin par


Griffo, grabando los punzones para centenares de caracteres tipográficos diversos, consiguió reproducir todas las variantes de la escritura cursiva griega empleada por los copistas de aquella época, prestándole de este modo al libro impreso el aspecto de un manuscrito, como en la monumental edición en cinco volúmenes en folio de la Opera omnia de Aristoteles, impresos entre 1494 y 1498.




Entre finales de 1500 y principios de 1501, Francesco Griffo participó como protagonista en la empresa que señalaría una doble innovación en la actividad tipográfica de Manuzio: libros de pequeño formato (en octavo), impresos en letra “cursiva”. Se proyectó una línea editorial del todo novedosa por sus caracteres en cursiva, nunca utilizados hasta entonces, diseñados por Griffo a imitación de la escritura cancilleresca. Esta cursiva se empleó para libros de pequeño formato, muy manejables, llamados enchiridia (que se pueden sostener con una mano), destinados a textos poéticos y en prosa de autores clásicos y latinos y en lengua vulgar.


El Cancionero de Petrarca, uno de los hermosos enchiridia de Manuzio/Griffo
Por si fuera poco, este ejemplar está dedicado a Cesare Borgia. ¡Pura emoción!


Estas ediciones se dirigían a un sector del público hasta entonces descuidado, los que leían por entretenimiento: hombre y mujeres cultos, nobles y burgueses, cortesanos, viajeros, que así podían disfrutar en cualquier momento de la jornada de la lectura de libros fácilmente manejables y transportables, bellos por su grafía y por la calidad del papel, desprovistos de comentarios, pero muy cuidados desde el punto de vista filológico. Estos enchiridia se convirtieron enseguida en un producto muy buscado. El éxito de esta operación editorial se evidencia tanto en las numerosas ediciones piratas que surgieron, como en que en numerosos retratos contemporáneos los personaje se hacen retratar con uno de estos pequeños libros en la mano.
Sin embargo, Manuzio y Griffo comenzaron a tener diferencias y se dice que incluso llegaron al enfrentamiento físico (Griffo, al parecer, consideraba que Manuzio no hacía suficiente aprecio de su trabajo). A la muerte de Manuzio, en 1516, Griffo regresó a su Bolonia natal, donde se estableció como impresor. Sin embargo, en 1518 tuvo un altercado violento con su yerno, a quien se dice que golpeó con una barra de hierro, causándole la muerte. A partir de ahí, se pierde el rastro de Griffo. Algunos dicen que fue apresado y ejecutado por este crimen. Otros, que huyó de Bolonia sin dejar rastro. En cualquier caso, lo que sí dejó fue un legado inmortal.
Viajar para aprender.




4 comentarios:

  1. Qué interesante, con misterio incluido :) Y qué ilusión encontrarse con tesoros inesperados, ¿verdad?

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    1. Ese es uno de los motivos por los que no me gustan los viajes organizados: los mejores hallazgos son los inesperados. :)

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  2. Un artículo fascinante. Me encanta cuando descubres cosas que desconozco.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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    1. Además, encontrarme con esa inesperada exposición, me hizo investigar más sobre el tema. Me alegro de que te haya interesado.

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