John Spencer, pintado por Thomas Gainsborough |
Aunque Thomas Frognall Dibdin (1776-1847) no fue el primero en acuñar el término "bibliomanía", sí que es autor de uno de los más extensos tratados sobre el tema. Educado en Oxford, uno de los primeros escritos de Dibdin sobre los clásicos griegos y latinos llamó la atención del Duque de Spencer, un ávido coleccionista de libros, quien le puso al frente de su fabulosa biblioteca en Althorp. En 1809 Dibdin escribió la primera versión de su Bibliomania, en forma de carta a su amigo Richard Heber, con detalles sobre "la Historia, Síntomas y Cura de esta Fatal Enfermedad". El tema le gustó, no cabe duda, porque la obra -que tuvo un gran éxito- se fue ampliando en sucesivas versiones y pasó de las 92 páginas iniciales a 796 páginas en 1811. En ella introduce a una serie de coleccionistas de libros, a cual más pintoresco, como el pobre John Leland, un librero de la época Tudor cuya pasión por el coleccionismo de libros le llevó a la locura. A otros esta pasión les acarreó la ruina, como a Edward Harley, duque de Oxford, que llegó a amasar la friolera de 8.000 manuscritos, 50.000 libros impresos y más de 350.000 panfletos. Su avidez coleccionista le llevó a la bancarrota y a una muerte prematura (confirmando así la aseveración de que la bibliomanía puede ser una enfermedad fatal). Su viuda vendió los volúmenes a un librero por una suma irrisoria, pero los manuscritos fueron adquiridos por el Estado y formaron el embrión de lo que hoy es la British Library. El propio Dibdin no estaba exento de este virus, pero en ocasiones una buena adquisición puede tener efectos benéficos, no letales. Según afirma, cuando logró adquirir para su patrono el primer libro editado en Oxford a precio de ganga, esta compra le curó de un ataque de gota. A la muerte de Spencer, su biblioteca albergaba más de 40.000 volúmenes, alojados en cinco grandes salas. Dada su extensión, Dibdin sugirió que deberían disponer de un pony "para llevar a los visitantes más delicados de un extemo al otro".
Por cierto, este duque de Spencer fue antepasado de lady Diana Spencer, la futura princesa Diana. Hoy en día, la mansión puede visitarse en determinadas fechas y en el mes de junio alberga un festival literario. De la biblioteca, sin embargo, sólo quedan los restos, pues el grueso fue vendido en subasta en 1892 y adquirido por la John Rylands Library.
Saludos desde buenos aires.
ResponderEliminarMagnifico este espacio de cultura..!!!
Saludos desde el foro de bibliotecología, cultura y sociedad: Identidad Biblotecaria:
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Abrazo..!!
Elena, sólo puedo decir: ¡qué gozada de blog! Soy una amante de los libros "sobre libros" así que volveré a visitarte más veces.
ResponderEliminarBesos
Me ha encantado esta entrada. A (mucha) menor escala todos conocemos bien qué les llevó a adquirir tal cantidad de volúmenes. Lo del pony es genial.
ResponderEliminarGracias a todos por visitar mi blog. Me encanta que os gusten mis "curiosidades literarias".
ResponderEliminarAprovecho para añadir un dato a lo de la biblioteca de Althorp: la mansión se ha convertido en un rentable negocio que gestionan los Spencer y, aunque el acento lo ponen en lady Di, a mí no me importaría dejarme caer por allí para ver al menos lo que queda de la biblioteca. Aquí podéis ver una foto:
http://www.althorp.com/hospitality/rooms_library.php
Elena, está claro que la bibliomanía es una peligrosa enfermedad. Una vez que nos hemos contagiado, no hay cura posible. Mantener la Visa a buen recaudo y cambiar de acera cuando pasamos por la puerta de una librería, pueden atemperar los síntomas. Pero tener Iberlibro y Casa del Libro a un clic, la planta -1 de la FNAC, y las grises casetas de la Cuesta de Moyano, provocan un desasosiego en el alma difíciles de controlar. Por lo menos en mi caso.
ResponderEliminarSaludos