John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

jueves, 13 de septiembre de 2012

PARA LORD BYRON, DE MARY SHELLEY

George Gordon Byron
Un verano inusualmente lluvioso junto al lago Leman, cerca de Ginebra. Un grupo de jóvenes ingleses que han alquilado una casa allí se reúnen -en mi imaginación los veo alrededor de una chimenea, para ahuyentar la humedad, pero siendo británicos quizás no lo consideraron necesario- y la conversación deriva, cómo no, hacia las historias de fantasmas y monstruos. Hasta aquí, nada destacable. Podría ser el inicio del guión cualquier película boba en la que sabemos que pronto habrá sustos y muchos gritos. Pero el año es 1816 y el grupo está compuesto por el poeta Percy Shelley y la que más adelante sería su esposa, Mary Shelley (entonces aún Mary Godwin; ambos vivían "en pecado" y Mary ya había tenido dos hijos de esta unión, aunque el primero murió pronto), lord Byron y John William Polidori, médico y amigo de este último. A pesar de las apariencias, no fue una velada más, sino un momento relevante para la historia de la literatura, la famosa "noche de los monstruos". Los presentes acordaron escribir cada uno una historia relacionada con seres fantásticos. De todos ellos, la que mejor cumplió el encargo fue Mary Shelley y el resultado fue una obra que es un clásico indiscutible, Frankenstein. Un resultado que es más sorprendente aún si consideramos que Mary sólo tenía diecinueve años cuando la escribió (y diecisiete cuando comenzó sus relaciones adúlteras con Percy Bysshe Shelley, quien a su vez tenía sólo veintidós años y estaba casado). Definitivamente, la trágica historia de esta pareja supera con mucho cualquier folletín romántico, baste decir que comenzaron su romance viéndose en secreto junto a la tumba de la madre de ella, Mary Wollstonecraft. Pero por hoy nos centraremos en lo que nos ocupa, es decir, la soprendente aparición de un ejemplar de la primera edición de Frankenstein dedicado por la propia autora a Byron. Un verdadero hallazgo bibliófilo que, según dicen, será subastado próximamente (si a alguien le sobran 350.000 libras de nada, puede comenzar a pujar).
 
 
Al parecer, el ejemplar estuvo durante más de cincuenta años en la biblioteca de Lord Jay, y fue descubierto casualmente cuando su nieto seleccionaba sus papeles. La primera edición del libro, publicado en 1818 -a la que pertenece esta edición- fue sólo de 500 ejemplares y de estos el editor le dio a Mary seis para su uso personal. Se cree que uno de ellos es el que nos ocupa, que la autora dedicó a Byron de su propia mano y que fue enviado al autor por Percy junto con una nota que decía: "Una vieja amiga vuestra me encarga que os envíe 'Frankenstein'... Ha tenido un considerable éxito en Inglaterra; pero ella me ruega que os diga que 'consideraría vuestra aprobación el testimonio más halagador de su mérito'".  La pobre Mary pasó toda su vida enamorada de Shelley, quien parece que no siempre le correspondió del  mismo modo. A la muerte de éste, trágicamente ahogado a los treinta años, dedicaría todos sus esfuerzos a recopilar y publicar su obra. Y a escribir para ganarse, modestamente, la vida. Acosada por la penuria económica, en 1830 vendió el copyright de Frankenstein por 60 libras a los editores que publicarían una nueva edición (que contiene algunos cambios respecto a la primera). Nada que ver con las sumas que probablemente alcanzará ese ejemplar que hoy sale a la palestra. La vida es así de injusta y la fama así de esquiva.

[Mi agradecimiento a Urzay por la información para redactar esta entrada.]

7 comentarios:

  1. Vaya por Dios, que no voy a poder pujar...pues nada, me iré a ver Remando al viento.

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  2. Un fabuloso hallazgo. ¡Gracias por compartir la noticia, Elena!
    Pero permíteme comentar contigo y tus lectores un hecho en el que no se repara muy a menudo... fijémonos en las fechas: Mary Shelley nació en agosto de 1797, y el 'Frankenstein' se redactó en el verano de 1816 (corregido en 1817, y publicado en 1818). Lo cual quiere decir (y esto da aún más miedo que el propio 'Frankenstein'), ¡que la niña se escribió esa obra tremenda con dieciocho añitos!¡Y lo tituló "El moderno Prometeo"! Dieciocho años... y se marca el 'Frankenstein', nada menos...
    Dicen que las correcciones de Percy B. Shelley fueron importantes, pero eso se pone hoy en tela de juicio.
    Saludos!!!

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    1. Desde luego, no conozco muchas chicas (ni chicos) de dieciocho años capaces de escribir algo así.

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  3. Es una historia de mil lecturas y una profundidad icreíbles. Inclusive, pronostica a su modo muchos de los avances que logró la ciencia a partir de la clonación y la manipulación genética. Y también en lo que se refiere al resulatdo tenebroso de jugar a ser Dios.

    Fue Shelley, si no me equivoco, quien primero destacó el valor literario de lo que empezó como un mero juego entre tres genios de las letras inglesas. ¡Fíjate lo que era el equivalente de los "menage a trois" contemporáneos en esos tiempos y lo que generaban!

    Triste final le deparaba en las aguas suizas a Shelley, uno de mis poetas favoritos, para el pesar de Mary.

    No me sobra como para comprarme este ejemplar, pero estoy feliz de haberlo leído en su edición pocket y de haberlo enseñado.

    Un saludo.

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  4. Solo ver la foto ya me dan escalofrios :O ¡¡Quien tuviera una fortuna tal como para permitirse comprar esta maravilla!! Incunable es decir poco.

    Un saludo.

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  5. A mí también me fascina este libro que, como todo gran libro, tiene más de una lectura. Y coincido contigo y con JCV en el asombro por la precocidad de la autora, El tema les debía atraer bastante, porque también Shelley se ocupó de él de otra manera poco después. Ya me gustaría echarle un vistazo "en directo" al de la fotografía, ya. En cuanto al vil metal, la verdad es que tengo curiosidad por ver cómo lo venden y a quién. El nieto de Lord Jay seguro que está dando saltos de alegría. Gracias por la referencia, Elena, mucho más generosa de lo que merece un simple enlace.

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    1. Seguiremos atentamente el resultado de esa subasta. A ver quién es el afortunado (en ambos sentidos de la palabra) que se la adjudica.

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