John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

jueves, 6 de septiembre de 2012

TRANSFORMACIONES LITERARIAS

¿Tan atractivo resultaba el cisne, Leda?
Ser otro, convertirse en otro, una ambición profundamente humana. También divina, si hemos de hacer caso de lo que nos cuenta la mitología griega. Admito que las transformaciones de Zeus obedecían más bien a sus instintos sexuales, no al hecho de que quisiera ser diferente de como era, pero dejando lado casos como éste, no hay tantos mortales que estén tan satisfechos de sí mismos que no hayan deseado alguna vez transformarse en otros. Más guapos, más altos tal vez o -ya que este tipo de rasgos biológicos no son fáciles de cambiar- más buenos, con más éxito, más sabiduría o más dinero. Por eso, porque se trata de un anhelo tan común entre los humanos, la transformación ha sido desde siempre un gran tema literario. Empezando por Las metamorfosis de Ovidio, desde luego, para llegar a la obra homónima de Kafka, la literatura está llena de personajes que se transforman en otros.
Llevada al extremo, podríamos decir que la transformación es "el" tema literario por excelencia. Todo relato versa sobre un protagonista al que le ocurren una serie de cosas y, al final del mismo, lo que le ha sucedido le ha cambiado, de un modo u otro. Así, el Lázaro niño que sale de casa de su madre para acompañar a su nuevo amo ciego no es el mismo que consigue el cargo de pregonero y un matrimonio ventajoso (por más que digan las malas lenguas). Tampoco el Ulises que fue a la guerra de Troya es el mismo hombre que regresará a Itaca diez años después. Pero hay algunas transformaciones más obvias, o más premeditadas, que otras. La siempre ocurrente web Flavowire las recuerda en un reciente artículo, en el que figuran algunas de mis historias de transformaciones preferidas (sin desmerecer a ninguna de las antes citadas). Por ejemplo, una de las transformaciones más espectaculares de la historia literaria -porque rompe las barreras del tiempo y del género- es la que realata Virgina Woolf en Orlando. Una novela llena de magia y sorpresas, tal vez menos "woolfiana" que Las olas o Al faro, pero que está entre mis favoritas.
 
Tilda Swinton, como Orlando
Otro gran maestro de las transformaciones, éstas más trabajosas que las ideadas por Virginia Woolf, pero tanto o más apasionantes que ellas, fue Dumas. El conde de Montecristo muestra cómo los hombres pueden vivir varias vidas, cambiar y transformarse. Nada raro en un autor que, él también, fue capaz de vivir lo bastante intensamente como para llenar varias vidas. Lo mismo que ocurre en Los miserables, de Victor Hugo, también él gran narrador de transformaciones. Y, siguiendo las huellas de Ovidio, la historia de Pigmalión, tantas veces reinterpretada, actualizada por George Bernard Shaw. O la de la pobre sirenita de Andersen. O la de Pinocho, o la Cenicienta... Bien mirado, los cuentos son los que mejor toman el relevo de las transformaciones mitológicas. Basta con desearlo muy intensamente, o con gozar del favor de los dioses/hadas u otros seres mágicos para convertirse en otro. Aunque, como los propios cuentos enseñan, no siempre el cambio da la felicidad. En resumen, quizá nos conviene conformarnos con ir más al gimnasio, o aprender un idioma. Cambios al alcance de todos y que no implican riesgo alguno.

9 comentarios:

  1. Cuando era pequeño, después de atiborrarme a cómics, me dormía pensando: "Que me pique una araña radiactiva, que me pique una araña radiactiva...".
    Sólo me picó una avispa una vez... y no me convertí en Waspman, ni nada.
    A veces me parece que sólo queremos ser otros porque esto es... aburrido.
    Saludos, Elena.

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    1. Da gracias a que no te conviertieras en Waspman, Jose. Imagino que el traje de Waspman debe ser muy parecido al de la abeja Maya... te ahorraste hacer el ridículo.

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  2. Tranformarse en otro/a, compa Elena, es, como el de volar, o el de hacerse invisible, uno de esos sueños recurrentes y sempiternos del ser humano. ¿Peligroso? Sí, claro, desde luego. Tanto como la vida misma. O como ser siempre el mismo. Ni más, ni menos, me temo…

    Un fuerte abrazo y hasta pronto.

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  3. El hombre vive en una constante transformación, y pienso que es justamente a lo que venimos al mundo: a vivir una especie de metamorfosis.

    Por eso me gusta cuando los escritores abordan justamente eso en sus novelas: los cambios (entre más lentos mejor) de sus personajes. Como pasa en el caso de Edmund Dantés o Raskolnikov, de Crimen y Castigo.

    Em, si me permites la indiscreción propia mía, Los Miserables es un libro de Victor Hugo, no de Dumas =) Aunque es común confundirse, pues ambas novelas tienen un estilo dramático similar.

    Excelente entrada reflexiva, saludos!

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    1. ¡Porras! (como diría Sheldon Cooper) ¡Menudo gazapo! Gracias por el aviso, ahora mismo lo corrijo. En efecto, tienen un estilo parecido, pero vaya, lo de confundir a Hugo con Dumas...

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  4. Hay días que eres tan feliz, que te sientes tan bien en tu pellejo, que todo sale bien y que estás tan dispuesta a hacer sentir igual de bien a los demás que no te cambiarías por nada ni por nadie. Los días que no es así, me gustaría cambiarme por mi misma en un día feliz.

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  5. Interesantísimo el tema de las transformaciones literarias. Yo añadiría la transformación que la literatura obra sobre las personas, convirtiéndolas en lectores. Yo, desde luego, antes de leer era otro.

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    1. Me gusta esa idea, Niño vampiro. ¿Quizá tema para otro post?

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  6. ¡Hola! Una nota interesante, me fascina el tema de las transformaciones en la literatura, al punto que yo también armé un post al respecto.

    En mi caso, lo trabajé desde un punto MUY literal, jaja... las 5 transformaciones más memorables de la literatura.

    Te invito a darte una vuelta por la nota y comentarla:


    http://viajarleyendo451.blogspot.com.ar/2013/03/las-5-transformaciones-mas-memorables.html


    También podés seguirme en mi blog para novedades de cine, literatura, humor, etc:


    https://www.facebook.com/sivoriluciano


    ¡Saludos!

    Luciano.

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