John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

miércoles, 23 de enero de 2013

ENRIC GONZÁLEZ Y EL ALA OESTE


Devoro en dos días (de trabajo: si llega a ser en vacaciones, no me dura ni una tarde) el libro recién publicado de Enric González, Memorias líquidas y lo cierro con una sensación de satisfacción que me resulta familiar. ¿A qué me recuerda? La última vez que sentí algo parecido fue cuando terminé de ver la última temporada de esa soberbia serie sobre política americana que es El Ala Oeste de la Casa Blanca. ¿Que qué tienen en común? Bueno, en el primer caso se trata de las memorias de un periodista cincuentón que ha trabajado en algunos de los diarios más respetados de España durante los últimos treinta años y que ha tenido la inmensa fortuna -merecida- de ser corresponsal en todas las ciudades donde a mí me gustaría vivir: Roma, Londres, Nueva York. (Omito de esta relación su última corresponsalía, Jerusalén; no me cabe duda de que la Ciudad Santa debe de ser fascinante, pero sospecho que para vivir allí hay que estar hecho de una materia más coriácea que yo.) Un libro breve e intenso, que se lee como quien trasiega un buen whisky. En el segundo, de una serie de televisión americana, de la que se rodaron nada menos que siete temporadas, lo que a 22 episodios por temporada da muchas horas de buena televisión. O sea, que una cosa es brevísima y va de periodismo y la otra larguísima, es en imágenes y va de política. Pero las dos tienen en común que saben pasar al otro lado del escenario y desvelar lo que hay entre bastidores. Si gran parte del atractivo de El Ala Oeste viene de que, por primera vez, comprendemos cómo se cocina la política americana, qué tejemanejes e intereses -confesados los menos, inconfesables pero evidentes la mayoría- hay detrás de la retórica, las declaraciones a la prensa y las palmaditas en la espalda, lo que hace de Memorias líquidas algo más que las memorias de un periodista es que no se limita a contarnos que estuvo aquí o allí, conoció a Fulano o Mengano, sino que se para a analizar los mecanismos que hacen funcionar a la prensa, ese cuarto poder tan penetrado por los hilos invisibles del otro, el de verdad. Enric González ha escrito ese texto en el breve espacio que ha mediado entre su despido de El País y su fichaje por El Mundo -dos modelos de periódico que a priori se dirían muy distintos pero que, tras leer este libro, se comprende que no están tan distantes-, un momento en que no le debe fidelidad a nadie, lo que hace de estas memorias una rareza aún mayor.


Con respeto por todos sus colegas, admiración y cariño por los que lo merecen y discreción para con los que no estuvieron a la altura, destripa no obstante los entramados de las redacciones, y nos muestra de qué materia está hecho el periodismo. El peor, el que se alía con el poder y se aviene a corruptelas, y el mejor, que González define con el eslógan "cada mesa, un Vietnam". Citando sus palabras: "Con el tiempo descubrí, sin embargo, que los buenos sueldos le hacen a uno menos propenso a patearse la calle, más complaciente con el director y más comprensivo con el poder. Lamento decirlo y socavar mis propios intereses (a mí tampoco me gusta ser pobre), pero creo que una cuenta raquítica en el banco y un poco de rabia en el estómago favorecen el mejor periodismo. Que para mí, como ya he dicho, es el incómodo, el periodismo vietnamita".
El periodismo está cambiando mucho en sus formas, pero no tanto en el fondo. Como la política. Los amiguismos de los años setenta que revela González son seguramente muy parecidos a los actuales: hay personajes y temas intocables. Y la política de la maniobra y el chanchullo se aplica en la Casa Blanca del ficticio presidente Jed Bartlett igual que sin duda se aplica en la del presidente Obama. Eso sí, con todos mis respetos por alguien que habla tan bien y pronuncia discursos tan inspiradores. Nosotros no tenemos ni eso.
En fin, que si quieren saber qué es de verdad eso del periodismo y la política, aquí tienen dónde buscarlo.
Termino con una pincelada de nostalgia. Me ha llegado al alma un párrafo en que Enric González habla de la Barcelona de la Transición, esa ciudad que también es la mía y que yo recuerdo tal como él la describe:
"Hablamos de una ciudad sucia y desordenada, relativamene pobre, con árboles enfermos, un mar aceitoso y pocos turistas. No se parecía en nada, ni de día ni de noche, al parque temático de palmeras y diseño de la actual Barcelona."
A veces, incluso, la echo de menos.

Las Ramblas (las de antes)  bajo la lluvia.
Foto de Catalá Roca

10 comentarios:

  1. A mí me ha gustado, pero me parece un poco sablazo porque creo que tiene mucho más que contar, la verdad y el libro no entra en muchas profundidades. A lo mejor es que no puede.

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    1. Bueno, está claro que todo, todo no debe ser posible contarlo... Y en efecto, el libro es cortito, aunque jugoso.

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  2. Hac mucho que le sigo por razones que aqui no vienen al cuento, me enamoré de él por completo, y las Memorias líquidas me están costando más trabajo leerlas, eso sí, porque no me ha molado nada su paso a El Mundo, aún estoy digiriéndolo.
    Lo leeré igual , porque es el, y hace que el periodismo sea interesante, oajalá apareciera algun buen político del que enamorarse ( no hablo sentimentalmente, obvio) y poder aprender y comprender la realidad gracias a un buen profesional, como es Enric.
    Por cierto, 'El Ala Oeste'; sobresaliente!

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    1. Después de leer el libro, a mí me pareció que a lo mejor El País y El Mundo no están tan alejados (me refiero a sus cúpulas directivas, claro). Me temo que si saliese un político explicando las cosas tan claras como lo hace Enrica, no le iban a dejar llegar muy lejos.

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  3. La verdad es que yo no pude con El Ala Oeste. Vi cuatro o cinco episodios y me pareció, en sus mejores momentos, La ley de Los Ángeles en la Casa Blanca, y en los peores, Vacaciones en el mar. El patrioterismo sentimental con la musiquita y la bandera, así como los clichés de los personajes, me hicieron perder la paciencia. Naturalmente, con el éxito que tuvo entre crítica y espectadores, reconozco que el que está equivocado soy yo, pero también tiene uno derecho a equivocrse.
    Yo también echo de menos esa Barcelona que aún tuve tiempo de disfrutar. ¡Qué recuerdos!
    Apuntado queda el libro de Enric González con tu siempre fiable recomendación.

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    1. Supongo que has leído ya las Historias de Nueva York, Londres y Roma de este escritor. Si no lo has hecho, ponlas prioritariamente en tu lista.
      Siento que no te gustase El Ala Oeste. Claro que a los americanos siempre les pierde el patrioterismo, pero eso hay que descontarlo y disfrutar de el resto de aspectos.

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  4. Desconocía que González había publicado sus memorias. Yo lo conocí a través de "Historias de Nueva York", que me apreció un libro adictivo por lo ameno y por como se lo bebía uno y acumulaba anécdotas sobre una de las ciudades soñadas por tantos. "Historias de Londres" e "Historias de Roma" me llegaron menos, me parecieron menos fieles al espíritu de las ciudades.
    A partir de ahi comencé a seguirle como periodista. Asi que le echaré un vistazo a estas memorias. Aunque no cuenten mucho, amenas deben de ser.
    PD: No conocí la Barcelona de entonces, pero la de ahora es espectacular.
    PD2: debo ser el único que nunca ha visto ni un solo capítulo de "El ala oeste"...
    Saludos a todos.

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    1. Desde luego, si eres seguidor de Enric, no deberías perderte estas Memorias.
      En cuanto a El Ala Oeste, ya ves que hay división de opiniones...

      P.D. La Barcelona preolímpica era mucho más sucia, caótica y poco atractiva que la actual, como apunta Enrica, pero tenía una vida que algunos encontramos a faltar en el actual modelo de ciudad, cada vez más cercana al parque temático, por muy bonita que esté. Somos pocos y seguramente unos nostálgicos de lo más patético, pero ya ves...

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  6. Una excelente obra, logra ir más aya que un clásico. Maravillosa.

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