John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

domingo, 24 de febrero de 2013

LA FIEBRE DEL TULIPÁN




Primeros atisbos primaverales y, con ellos, los tulipanes llegan a las floristerías. ¡Qué bonitos! Como dice Anna Pavord en la documentada obra que dedica en exclusiva a esta flor, "Supongo que hay una o dos personas en el mundo que han decidido que no les gustan los tulipanes, pero tal aberración es apenas creíble". El tulipán no es sólo hermoso, sino que sin duda se trata de la flor que posee un mayor bagaje histórico, económico y cultural. Ha sido moneda de cambio, ha creado una crisis económica, ha constituido durante siglos un enigma científico y ha protagonizado algunos de los más bellos bodegones de la historia de la pintura. No está mal para el humilde producto de un bulbo. En estado silvestre, es una flor asiática que crece a lo largo de un corredor que va de Ankara hasta las montañas de Pamir, pasando por lugares tan evocadores como Bakú, Turkmenistán o Samarcanda. Pero su gloria se debe a la variedad cultivada, de la que en Europa no se tuvo noticia hasta mediados del siglo XVI, en que viajeros europeos regresaron de allí hablando de unos prodigiosos lils rouges, que no eran lirios, sino tulipanes. La primera descripción científica se debe a al botánico suizo Conrad von Gesner, en 1561, quien los había podido ver en unos jardines de Augsburgo.

El tulipán de Gesner
A partir de estos inicios, la afición por los tulipanes se extendió por toda Europa, en especial en los Países Bajos, donde se convirtió en una flor apreciadísima. Ya en el siglo XVII, sus bulbos alcanzaban precios astronómicos, hasta el punto de que sólo los muy ricos podían permitirse lucirlos en su jardín. Los que no llegaban a tanto, encargaban a menudo que les pintasen un cuadro de tulipanes. Que tampoco era barato, pues un pintor de renombre como Jan van Huysum podía cobrar hasta 5.000 gulders por ellos (grosso modo, el equivalente actual de unos 100.000 euros). La "tulipomanía" llegó hasta tal extremo que entre 1634 y 1637 se creó a su alrededor una auténtica burbuja financiera, en cuyo apogeo el precio de un bulbo podía igualar al de una casa en el mejor barrio de Amsterdam. Una locura, claro, que explotó como todas las burbujas, dejando a muchos en la ruina. La obsesión por esta planta se veía reforzada por un hecho misterioso: podía cambiar de color aparentemente de forma caprichosa. Un tulipán rojo liso podía renacer la primavera siguiente como una flor de pétalos rizados a listas rojas y granates. Sólo hacia la década de 1920 se descubrió que estas enigmáticas mutaciones eran causadas por un virus. Paradójicamente, los bulbos "enfermos", es decir, los que eran capaces de cambiar, eran los más apreciados.

Bodegón de Jan van Huysum (detalle)
Siendo además de valiosos, fáciles de transportar, los bulbos de tulipán se convirtieron en la moneda que muchos emigrantes decidían llevar consigo. Así, el movimiento de los bulbos a través de Europa sigue el de las migraciones provocadas por las guerras de religión. Los hugonotes expulsados de Francia los llevaron a Irlanda e Inglaterra, donde conocerían una época de auge seguida de un periodo de oscuridad tras la Guerra de los Siete Años, pues se la tildaba de "flor francesa".  En el siglo XIX, fue rescatada del olvido por una serie de cultivadores que -a diferencia de los aficionados a esta flor del siglo anterior, que eran en su mayoría aristócratas- pertenecían a las clases medias. Zapateros, cuchilleros o armeros, formaban parte de los cientos de sociedades dedicadas al cultivo y perfeccionamiento del tulipán que surgieron en Gran Bretaña ; entre ellos, la sociedad de Wakefield y cultivadores como John Slater o como Sam Barlow (1825-1893), cuya vida como aprendiz, luego gerente y por fin propietario de una fábrica de tintes podría fácilmente haber servido de argumento a una novela de Arnold Bennett.

Tulipán de la variedad Wakefield flamed
Y, ya que hablamos de novelas, en este contexto, no parece extraño que un jardinero escocés, el fiero y orgulloso Jonas Fou'fingers, llevase por aquellos años hasta un remoto lugar de Livonia su obsesión por los tulipanes, que planta siguiendo sus propios y a veces inescrutables códigos (pues a menudo se demuestra que los consejos que ofrecen los almanaques no son acertados). Este prodigioso jardinero tiene ocasión de asombrarse ante los extraodinarios hechos que acontecen en el pensionado donde presta sus servicios, unos hechos que se dirían cosa de brujería, si no fuese porque quien los causa es la más bella e inocente de las criaturas... Ese es el misterio que constituye el corazón de El Pensionado de Neuwelke, de José C. Vales, una novela hecha a la medida de los amantes del género gótico, de la botánica y de las obras de la señorita Austen, que sabe mezclar el misterio con certeras pinceladas de humor y unos personajes memorables. A fuer de ser sincera, he de decir que, dada mi pasión por el tema, la obra me enganchó gracias a este jardinero cultivador de tulipanes, pero seguí leyéndola por todo lo demás.


7 comentarios:

  1. Reconozco que no soy una amante de la botánica, aunque si lo sea de la belleza. Lo único que tengo en el patio es aloe vera y solo por dos razones: no les hago falta y son prácticas para quemaduras y heridas menores.
    En cambio El pensionado de Neuwelke llegó precisamente ayer a casa por tener el aire de uno de esos libros que me dejan un buen sabor de boca.
    Un saludo.

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  2. Madre mía, cuántas curiosidades *-* La verdad es que me encantan las flores, y los tulipanes no son una excepción, pero es que no puedo tener plantas porque se me mueren en dos días... aparte de que soy alérgica a ellas.
    Un beso.

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  3. Cuando has empezado a hablar de tulipanes, inmediatamente he pensado en El pensionado... ¡y al final también has llegado a él!
    Acabo de empezarlo pero me intriga mucho. Y de momento solo puede mejorar.

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  4. Me encantan los tulipanes y en cuanto al libro... precisamente el domingo vi uan entrevista que le hacían en Página2
    ambiente gótico, Austen, jardinería...todo ello sumado a tu recomendación hace que tome buena nota para leerlo.

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  5. Confío en que a las que lo habéis empezado o vais a hincarle el diente en breve os guste el libro. Yo lo encontré muy ameno y lleno de guiños culturales, que siempre es divertido ir descubriendo.

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  6. En cuanto vaya a la librería, me lo compro.

    Echo de menos una alusión que tal vez te haya parecido un tópico, pero como fanática total de Dumas padre considero obligado mencionarlo aquí:

    Cornelio van Baerle y su búsqueda de "El Tulipán Negro"

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  7. Errata:donde dice "mencionarlo" debe leerse "mencionar"

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