John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

lunes, 22 de junio de 2015

ENAMORARSE, VERSIÓN LIBRO

 
 
Hay libros que nos entretienen; nos gustan y volvemos las páginas con agrado, pero si surge otro pasatiempo más interesante, no dudamos en dejarlo de lado para dedicarnos a otros asuntos. Otros son muy emocionantes, llenos de tensión y suspense: los leemos a toda velocidad, pendientes casi únicamente de ver cómo acaba la cosa, esperando llegar a los casi seguros fuegos artificiales o el inesperado giro final. Sin embargo a veces, pocas veces (casi tan pocas como en la vida real), resulta que nos enamoramos de un libro. ¿Que cómo lo sabemos? Muy sencillo: experimentamos todos los síntomas característicos del enamoramiento.
 
-No hay suficientes horas al día para estar con él: si es un día laborable, por supuesto estás deseando llegar a casa para darte a la lectura; quizás hasta inventas alguna excusa para salir antes. Cada minuto que pasas sin estar sumergida en su historia te parece un minuto perdido. Si es día de fiesta, te encierras con él a cal y canto, con cartel de "no molestar" incluido. Ni las fiestas más apetecibles ni las obligaciones familiares resultan suficientemente poderosos para sustraerse a su influjo.
 
-Placer y dolor. Al mismo tiempo, como ocurre con esos amores que tienen fecha de caducidad (quizás él -o ella- está a punto de mudarse a otro país) y por eso mismo son más urgentes e intensos, sabes que no puede durar: cada página que lees es una fuente de felicidad, pero también un paso más hacia el final, hacia ese fatídico instante en que ya no habrá más amor, porque habrás acabado el libro.
 
-No hay otro igual. Aunque sabes que no eres el primero, alimentas la ilusión de ser el auténtico lector: el único que realmente ha sabido extraer de sus páginas todo cuanto hay en él de interesante y bello. Quieres creer que la historia se abre para ti como nunca antes lo ha hecho para nadie.
 
Sir John Lavery, Miss Auras, The Red Book
(1907)
 
 
-Sólo sabes que eres feliz. Cuando estás con él, se te olvidan todos los problemas y el resto del mundo desaparece de tu vista. No concibes mayor felicidad que pasar unas horas en su compañía.
 
-El cosquilleo de la anticipación: si leerlo es un placer, pensar en que pronto vas a estar leyéndolo es casi igual de placentero. Siempre que no estás absorta en la historia, estás anticipando el anhelado momento en que por fin podrás abrir sus páginas y zambullirte en él.
 
-Perdura en el recuerdo. Cuando lo terminas (sí, es inevitable que llegue ese día), si el libro ha sido fiel a su promesa -por desgracia los hay que te dejan colgada, igual que hay amados que parecen príncipes y resultan ranas-, te queda un maravilloso recuerdo. De esas memorias que iluminan los momentos sombríos, que llevas para siempre contigo como un tesoro. En esto, el enamoramiento libresco suele superar al de la vida real: no hay rupturas desagradables, no hay recriminaciones ni traición. Pasan los años y el libro sigue ahí, siempre igual a sí mismo. Con una enorme ventaja: siempre puedes retornar a él. 
 
 
 
 
 

8 comentarios:

  1. Es realmente como (tan bien) lo cuentas.
    El problema viene cunado te consideras un autentico libertino, al darte cuenta de las veces que te has llegado a enamorar.

    Saludos!

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    1. Será que somos enamoradizos... De todos modos, me temo que con la edad (y quizá con las muchas lecturas), la facilidad para enamorarse va bajando. O el listón de medir va subiendo, quién sabe.

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  2. Tienes mucha razón con eso de que la edad amortigua la pasión amorosa. Hace mucho que no me enamoro de ningún libro. De ficción, porque sí he tenido, quizá no amores, pero sí calentones, con algún que otro ensayo.

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  3. Es cierto, cada vez me pasa menos :( Me ha encantado.

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  4. Pues yo sigo tan enamoradiza como cuando era adolescente. Soy mujer fácil, tan "poliamorosa", que me puedo enamorar de cualquiera. ;-)
    Sigo encontrando historias que me dejan resacosa, hasta mareada, del subidón que me han dado.
    Son esos libros que querrías que, al final, aparecieran mágicamente unas páginas más para seguir en ese mundo.
    Los de personajes tan reales que tienen que existir, de verdad, en algún universo paralelo a este.
    Gracias por dedicarle un post a algo tan maravilloso como la pasión libresca.

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    1. ¡Qué envidiable capacidad de entusiasmo, Bona! Te doy absolutamente la razón en que ciertos personajes simplemente tienen que existir. Es más, creo que es imposible que sean meras invenciones de un escritor: seguro que estaban por ahí, flotando, y el autor no hizo más que cazarlos al vuelo.

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