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El Danubio, en Budapest |
De vuelta, muy a mi pesar, de mis vacaciones. Poco a poco, espero ir retomando mi blog, que estos días andaba descuidado, porque aunque las nuevas tecnologías ayudan, mi condición itinerante dificultaba cualquier cosa que fuese más allá de asomarse de vez en cuando y leer las nuevas entradas de los blogs amigos y sus comentarios. Regreso con un montón de impresiones, imágenes e ideas, que no sé si alcanzarán a plasmarse aquí. Me va a faltar tanto tiempo como espacio, porque no es cuestión de aburrir a los lectores con el relato pormenorizado de mis viajes. El de este año ha sido un recorrido peculiar. Parte del mismo venía impuesto por un compromiso familiar que debía llevarnos al sudeste de Alemania. Por una feliz coincidencia, la ruta obligada pasaba por un par de ciudades a orillas del Danubio y a partir de ahí no fue difícil convertir el viaje en un recorrido danubiano, al menos por la sección del Danubio que atraviesa Alemania. Adoro los grandes ríos europeos -tan distintos de esos hilillos de agua a los que aquí tomamos por ríos-, esas corrientes poderosas que surcan las grandes llanuras haciendo meandros, nexos de unión física y cultural. Entre ellos el Danubio ocupa un lugar destacado, algo lógico ya que con sus más de 2.800 kms es el segundo río más largo de Europa, después del Volga. Desde que, hace unos años, lo recorrí en barco desde Budapest a Bratislava, me quedaron ganas de reencontrarme con él, y ésta ha sido -medio por casualidad- la ocasión perfecta. Con el recuerdo muy presente tanto
del libro de Claudio Magris como del relato de las andanzas de
Patrick Leigh Fermor por esos lares, he visitado tantos rincones del río como me ha sido posible y me deleitado con sus paisajes, con las ciudades que han crecido a sus orillas y con la cultura que el río ha contribuido a difundir. Porque el río ha servido varias veces de frontera entre civilizaciones. Durante el Imperio romano actuaba como barrera de las tribus bárbaras del Norte y servía al mismo tiempo como ruta para abastecer a las guarniciones allí destacadas. Siglos después, los turcos utilizaron esta misma ruta para invadir Europa, hasta llegar a la puertas de Viena, donde fueron derrotados en 1529. A partir de entonces, y durante un par de siglos, el Danubio se convertiría de nuevo en frontera política y cultural entre Oriente y Occidente. Por esta zona abundan las iglesias con campanarios rematados por cúpulas en forma de cebolla, ecos sin duda de esa mezcla de civilizaciones.
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La abadía de Metten |
El río nace, de manera bastante modesta, en Donaueschingen. Al menos, esa es la fuente que el conde de Fürstenberg oficializó al canalizar el manantial que recorría una zona pantanosa y construir junto a él su palacio. No todo el mundo está de acuerdo en que el Danubio parta realmente de aquí - o en que a esta corriente ya se le pueda dar el nombre de este río-, pero ahí queda eso para la Historia.
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La fuente del Danubio en Donaueschingen |
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Y la estatua alegórica que la corona |
Pronto va sumando aportaciones de otras corrientes y se hace más y más grande y a partir de Ulm ya es navegable. De hecho, gracias a la conexión con el canal Main/Danubio, es posible alcanzar el Mar del Norte, a través del Rin. Toda una arteria navegable que recorre Europa. Para cuando llega a Ingolstadt ya es un señor río.
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El Danubio, a su paso por Ingolstadt |
En Deggendorf se le une el Isar, en Regensburg -la romana Ratisbona, nombre que se ha conservado en la versión castellana de esta ciudad cuya silueta está dominada por las dos torres de su espléndida catedral- el Regen y por fin, en su última parada en tierras germanas, en Passau, las aguas verdosas del Danubio -no es azul por aquí, por más que lo dijera Johann Strauss- se mezclan con las casi negras del pequeño Ilz, que viene de los bosques de Bohemia, y con las mucho más turbias y blanquecinas del Inn. Ver cómo se entrecruzan estas tres corrientes y el juego de colores que producen sus aguas es un espectáculo que vale la pena. En la otra orilla de este Danubio aumentado se vislumbran ya tierras austríacas.
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Passau: a la izquierda el Inn, a la derecha, el Danubio |
Claro que "la ciudad de los tres ríos", como la llaman en las guías turísticas en un alarde de originalidad, ha tenido que pagar más de una vez el peaje de estar rodeada de tanta agua: en la pared de su ayuntamiento se pueden ver las marcas de hasta donde llegó el agua en las sucesivas inundaciones que afectaron a la ciudad, la más reciente de ellas en 2002.
Esta ciudad, con un precioso centro barroco, alberga en su catedral el órgano más grande de Europa, con más de 17.000 tubos. Cada día a las 12 es posible asistir a un pequeño concierto en el que se hace evidente la potencia y diversidad de registros de este prodigioso instrumento.
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El órgano de la catedral de Passau |
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La biblioteca de Passau |
Casi mejor que la iglesia barroca y su órgano es la adyacente residencia del obispo -los obispos de Passau fueron hasta bien entrado el siglo XIX los amos y señores de Passau y su región, lo que les permitió alcanzar una prosperidad que se refleja en este edificio-, con su escalinata y su biblioteca rococó. Una preciosidad. Para los latinos, más acostumbrados a la severidad e incluso el dramatismo de nuestros santos barrocos, resulta chocante contemplar esos putti regordetes y juguetones que adornan tanto edificios oficiales como iglesias, esos rosas, blancos y dorados y tantísima luz. Una forma mucho más alegre de contemplar la vida y la religión.
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Detalle del remate de la puerta que da acceso a la biblioteca |
Preciosa crónica danubiana, Elena, qué buen viaje. ¡Bienvenida!
ResponderEliminarQué viaje tan interesante. No conozco nada del Danubio excepto la fuente, así que me dan ganas de seguir ese rio y disfrutarlo. Me encantan también los rios y lo que significan de unión de pueblos y culturas.
ResponderEliminarBienvenida!!
Un abrazo.
A mi también me ocurre que los rios (y los puentes sobre ellos) llegan casi a obsesionarme en algunos viajes. Coincido que los grandes ríos europeos son algo envidiable. El Danubio me lo crucé en Budapest (que fue un ciudad que descubri por pura casualidad, en un ciclo Praga-Viena-Budapest) y me fascinó com pocas. Luego inmediatamente lo vi en Viene. Curiosamente también entonces llevaba el libro de Magris, que me habían recomendado y lei allí (lo único que he leido de Magris).
ResponderEliminarMe encantan los viajes que se salen del circuito puramente restringido a las agencias de viajes. Espero que lo hayas disfrutado.
Un saludo.
Qué buen plan! Me ha gustado mucho la entrada, tan metido como estoy ahora en lo danubiano de la mano de MAGRIS: precisamente estos días estoy leyendo los capítulos "alemanes" de EL INFINITO VIAJAR (por cierto, mil gracias por la recomendación: un acierto). Y, lo reconozco, me quedo con la idea para copiártela: unas vacaciones fluviales en Alemania o, sobre todo, ese recorrido que tan buena pinta tiene desde Budapest a Bratislava.
ResponderEliminarxG
Bibliotecaria, ha sido un viaje estupendo. Lástima que se haya terminado. Pero también me apetecía volver a mi blog.
ResponderEliminarLaura, los ríos son fascinantes, tanto en su aspecto físico (los colores, la vegetación, la corriente) como en el cultural. Otra de las cosas que me gusta hacer es algo de navegación fluvial. En este caso, se limitó a una horita alrededor de Passau, pero fue precioso ver cómo se unían las aguas del Danubio con las de sus afluentes.
Oscar, comparto tu fascinación por Budapest. Yo estuve una semana, alquilando un apartamento, lo que me permitió vivir un poco más intensamente la ciudad y me encantaría volver. En cuanto al viaje, ha sido de lo más interesante, tanto en paisajes naturales como en tesoros artísticos. Espero ir soltando algún detalle más por aquí.
xGaztelu, me alegro mucho de que te esté gustando el Magris. La ruta Budapest-Bratislava es interesante, aunque más corta de lo que parece (sólo 5 horas). Me han quedado ganas de coger uno de esos cruceros fluviales en Passau (hay barcos estupendos) y no dejarlo hasta llegar a Sofía. En cuanto a lo de seguir ríos, es una idea que da mucho de sí; estoy pensando en hacerlo con algún otro.
Acabo de regresar de Budapest -también visité Pecs. ¡Qué casualidad! Durante el verano (y ahora) aproveché para conocer la literatura húngara.
ResponderEliminarTomo nota de nuevo del libro que le habías recomendado a xGAztelu (lo apunté hoy) y de paso de El Danubio.
¡También a mí me dió mucha pena volver!
lammermoor, ¡qué maravilla, Budapest! Espero volver algún día, es una ciudad que me encantó. Como te gustarán a ti sin duda los libros que recomiendo. ¡Buena lectura!
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