Edward Gibbon, retratado por sir Joshua Reynolds |
Vaya por delante que considero que todo momento es bueno para emprender la lectura de este libro. Es más, es un libro que ninguna persona con algo de cultura y sentido del humor (sí, esto puede parecer raro, pero luego lo explico) debería dejar de leer. Aunque, sabedora de que la mayoría de nosotros bibliómanos tenemos una montaña de lecturas pendientes que excede con mucho el tiempo disponible para ello, me atrevo a recomendarlo precisamente ahora, en plena canícula, cuando -quizás- algunos se animen a hacerle un hueco. Se trata de una obra grande y una gran obra. Fue publicada originalmente en seis volúmenes, entre 1776 y 1789. La enorme, y magistral, Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano de Edward Gibbon es un modelo para historiadores, una de las cimas de la historiografía del XVIII y una hija preclara de la Ilustración. Pero es mucho más: es una lectura absorbente y llena de emociones, que nos pasea por los siglos más oscuros del mayor Imperio que ha conocido Occidente de la mano de un guía erudito y ameno a un tiempo, anticlerical furibundo, con grandes dotes para la ironía y -visto lo que sus investigaciones históricas iban destapando y que va presentando ante sus lectores sin ningún tapujo- con muy pocas ilusiones acerca de la naturaleza humana. Una combinación irresistible.
Una obra excepcional como ésta sólo podía salir de la pluma de alguien excepcional. Edward Gibbon, único hijo superviviente de una familia de siete, siempre fue enfermizo y físicamente contrahecho. Durante su infancia, plagada de enfermedades, no recibió una educación formal, pero dio buena cuenta de la biblioteca de su abuelo, aprendió latín, griego y hebreo y se familiarizó con todos los clásicos. Tras un breve paso por Oxford, su padre lo envió a Lausana, donde contó con un excelente tutor que le enseñó a dar método a sus investigaciones y llegó a dominar el francés hasta el punto de que su primera obra publicada la escribió directamente en este idioma. Allí también trabó una gran amistad con la persona que él consideraba "el hombre más extraordinario de su época", Voltaire. Claro que no sería este el único de sus amigos ilustres, pues Gibbon tuvo la fortuna de tratar a Rousseau, Adam Smith, Oliver Goldsmith o Joshua Reynolds, el pintor, entre otros muchos. En 1764 visitó Roma por primera vez y fue allí, según cuenta él "cuando me encontraba mediando entre las ruinas del Capitolio mientras los frailes descalzos cantaban las vísperas en el templo de Júpiter, cuando surgió por primera vez en mí la idea de escribir sobre la decadencia y caída de la ciudad". Y a ella dedicó los años siguientes, en los que irían apareciendo sucesivamente los seis volúmenes que abarcan la historia del Imperio Romano desde la época de los Antoninos (año 98 d. C.) hasta su fin en 1453, con la toma de Constantinopla por los turcos. La obra conoció pronto una gran propularidad, a la vez que levantó controversia, porque Gibbon no esconde sus opiniones, y la Iglesia consideró que era "un ataque audaz y artero al cristianismo".
En España -cosa que no sorprende, dado el talante de su autor- la Historia de Gibbon nunca tuvo una gran difusión. La única traducción completa de la obra fue publicada en 1842, en versión de José Mor Fuentes y la reimprimió en facsímil Turner en 1984 (en 2004, esta misma editorial la reeditó en una versión "revisada" de la traducción de José Mor, que aspira a actualizarla, pero resulta poco lograda). De modo que la versión más accesible para los que no se animen con los tres volúmenes de Penguin en inglés sigue siendo la versión abreviada traducida por Carmen Francí y editada por Alba.
El propio Borges dijo de ella que recorrer sus páginas es "internarse y venturosamente perderse en una populosa novela, cuyos protagonistas son las generaciones humanas". Si a esto se le añade el ingenio, la fina ironía y los apartes sardónicos de Gibbon, no se puede pedir más. ¿A qué esperan?
Me tientas y mucho, pero es imposible de momento.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Esas flores de la cabecera........ ¡¡preciosas!!
Yo lei un mini volumen resumido que se publicó en la "Biblioteca personal de Borges", que además fue quien me presentó a Gibbon. Muchas veces he estado tentado de buscarme la obra completa, de hecho una vez estuve a punto (no con la de Penguin sino con la de Everyman´s Library, también en tres volúmenes), pero me impresionó un poco, no sabía si aguantaría el tirón de leerla. Asi que ahi sigue, esperándome.
ResponderEliminarPerdón, la de Everyman son seis volúmenes, no tes.
ResponderEliminarLaura, tendrías que haber visto esas mismas flores hace cosa de un mes: eran aún más espectaculares. Por desgracia, la primera vez que las vi -me impactó esa combinación de colores- no llevaba la máquina de fotos y, como están en un lugar fuera de Barcelona, no pude hacer la foto hasta varias semanas después, cuando ya habían perdido parte de su lozanía inicial. Aún así, me gusta el resultado.
ResponderEliminarOscar, comprendo que se te haga cuesta arriba adentrarte en la obra completa, pero la versión abreviada que salió en Alba es un buen sucedáneo, y son sólo 500 págs. Para ti, casi nada. La erudición y la ironía de Gibbon siempre valen la pena. La única lastima es que la versión breve omite (necesariamente) las notas, que son de lo mejorcito.