Mordejay no acaba de entender por qué su vecino polaco había enviado a su hijo a estudiar a un seminario.
-Le he enviado -le explicó el vecino- porque se puede hacer cura.
-Vale, ¿y qué? -siguió sin entender Mordejay.
-Luego puede hacerse cardenal.
-Vale ¿y qué?
-Un buen día puede llegar a papa.
-Vale ¿y qué?
El vecino se puso furioso:
-¿Pero no te das cuenta? ¡Puede llegar a papa! ¿Qué más quieres? ¿Que se haga Dios?
-¿Por qué no? -repuso Mordejay-. Un chico de los nuestros se hizo.
Nada hay más sano que la capacidad de reírse de todo. El sentido del humor, aplicado con inteligencia, permite superar incluso las situaciones más apuradas, y nos impide caer en el lamento vano y la autocompasión. Los judíos han tenido a lo largo de la Historia numerosas oportunidades de ponerlo a prueba y quizás por eso el humor judío es tan agudo, tan refinado. Angel Wagenstein, en El Pentateuco de Isaac, nos proporciona una magistral demostración de cómo es posible hablar de asuntos muy serios sin olvidar nunca el humor. Es más, quizá hay asuntos tan serios que sólo así pueden digerirse . Wagenstein, nacido en Bulgaria en 1922 en una familia de origen sefardí, que como tantos de sus correligionarios probó el exilio, la militancia antifascista, la prisión e incluso una condena a muerte (de la que le salvó la oportuna entrada del Ejército Rojo en Bulgaria en 1944), inicia con esta obra un trilogía en la que pretende plasmar el destino de los judíos en la Europa del siglo XX. He leído muchos libros que tratan el tema del Holocausto, la mayoría de ellos terribles, conmovedores, pero nunca uno tan serio y tan divertido a la vez. Narra las tribulaciones de Isaac Blumenfeld, un judío natural del shtetl de Kolodetz, un asentamiento judío situado en esa zona del Este de Europa tan castigada por la política que se pasó gran parte del siglo XX cambiando de manos y de dominadores. Una situación llena de absurdos, como absurda -y criminal- es la política que les impone cada poco tiempo una nueva patria, una nueva religión, una nueva ideología. Isaac no pretende luchar contra ello, se conforma apenas con sobrevivir. Y créanme que no le resulta fácil. La suya es una historia trágica, pero llena de humanidad, ternura y humor. Estoy deseando leer las otras dos novelas que conforman la trilogía, Lejos de Toledo y Adiós a Shanghai.
Aunque sea solo por ese fragmento ya merece la pena leerlo. Hace poco le leía a otro autor (Cohen) una frase que venía a decir algo asi como que "no existe una forma determinada en la que se tenga que escribir acerca de la Shoa, pero si que hay muchas formas determinadas en las que no se debe escribir acerca de ella.". A dosis bajas (lo hablaba hace poco con Carlos) me gusta leer acerca del holocausto para tratar de no olvidar, siempre tengo miedo de que la rueda gire y volvamos a lo mismo. Asi que me has convencido.
ResponderEliminarHe leído los dos primeros libros de Wagenstein y los comenté en mi blog. Para mí fué todo un descubrimiento. Me parece un autor buenísimo y es una pena que no haya escrito más. El humor y en conjunto, el tono de "El pentateuco" es genial, entre otras cosas, porque consigue acercarnos al drama personal de muchos judíos de la Europa del Este, que desgraciadamente no se acabó con el Holocausto, con una delicadeza y un equilibrio perfecto.
ResponderEliminarTe recomiendo vivamente "Lejos de Toledo". Te puedo decir que a mí aún me gustó más que éste, tal vez porque el paisaje en el que transcurre (la ciudad búlgara de Plovdiv, la antigua Filipopolis), lo conozco muy bien por circunstancias personales. Tengo pendiente "Lejos de Shangai", y espero que caiga este año.
De verdad que Wagenstein es un autor infravalorado.
Saludos
Yo leí este libro hace un par de años y la verdad es que me dejó un poco frío, aunque creo que fue por culpa mía. El libro lo tenía todo para atraparme -me fascina todo lo que tenga que ver con el judaísmo y la cultura sefardí-, pero a veces sucede que por algún motivo entramos en un libro con mal pie y no lo podemos disfrutar tanto como esperábamos. Tras leer tu reseña y el comentario de Golem, creo que volveré a darle (o mejor dicho, a darme) una oportunidad; los otros dos volúmenes de la trilogía parecen también muy apetitosos.
ResponderEliminarUn saludo.
Habrá que leerlo. Me quedo con esta frase que has puesto: "magistral demostración de cómo es posible hablar de asuntos muy serios sin olvidar nunca el humor". Y me quedo con ella porque en literatura es relativamente frecuente encontrar personajes capaces de reírse de su propia desgracia individual, por trágica que sea, pero es muy complicado enfocar humorísticamente una desgracia colectiva sin ser tachado de frívolo (como mínimo).
ResponderEliminarOscar, lo mejor es que se trata de un libro atípico sobre el Holcausto. Que lo retrata con toda su crudeza, pero que gracias al humor toma la suficiente distancia como para que no se nos haga un nudo en la garganta. Se agradece, la verdad.
ResponderEliminarGolem, desde luego, haré caso de tu recomendación. ¡Que suerte conocer Plovdiv! Me encantaría visitar esa zona, para mí llena de misterio.
Niño vampiro, espero que la segunda intentona cuaje. Yo creo que vale la pena.
Miguel, no hay aquí frivolidad, sino humor sabio, sacado de las propias raíces del pueblo judío, que tan bien han sabido siempre reírse de sí mismos (y de los demás).