Hay libros que nos gustan, otros nos apasionan, otros nos marcan y se convierten en nuestro libro favorito. Entonces, fácilmente, nos convertimos en fans. Los fans no se conforman con que les guste un autor, o un libro. Necesitan algo más. Como los auténticos enamorados, sienten el impulso de manifestar su pasión mediante algún gesto externo. Los hay que se disfrazan como su autor favorito, o como sus personajes, otros ponen en práctica algún pasaje de su obra. Una declaración pública de amor.
Al menos, mientras puedan. Este año ha pasado el 19 de enero -aniversario de la muerte de Edgaar Allan Poe- y, por tercera vez desde que hace sesenta años se iniciara la tradición, ha fallado a su cita con la tumba de Poe el "Poe Toaster". Esta misteriosa figura solía visitar la tumba, se servía una copa de coñac que apuraba a la salud del escritor y se marchaba dejando tras de si el resto de la botella y tres rosas rojas. A veces, acompañadas de un nota críptica. En Baltimore se convirtió en una tradición acechar la llegada de esta figura, que no se ha llegado a saber con certeza quién era, aunque se rumorea -dado lo longevo de la costumbre- que debió pasar de padre a hijo. Ahora, es posible que se haya interrumpido definitivamente.
Lo de visitar las tumbas de los autores es un clásico entre los fans literarios, y muchos gustan de dejar algo en recuerdo, ya sea una marca con lápiz de labios, como en la tumba de Oscar Wilde en París (hasta que le pusieron un cristal protector, porque la piedra estaba resultando erosionada por el lápiz labial) o una piedra, como en la tumba de Walter Benjamin en Portbou, o incluso un bolígrafo en la de Sylvia Plath.
No todas son tradiciones necrófilas, sin embargo. Hay también fans que van más allá y se disfrazan de su autor favorito, como los de Hemingway, que incluso tienen una sociedad dedicada a esto, la Hemingway Look Alike Society y celebran concursos en los que, cómo no, corre el alcohol (a juzgar por las fotos). O, si son fans declarados de Douglas Adams, celebran el Día de la toalla (por cierto, es el 25 de mayo, por si alguien quiere apuntárselo), que comporta acarrear consigo una toalla durante toda esa jornada. Cosas más raras hay. Mientras todas estas actividades están abiertas al público que quiera adherirse a ellas -nadie te hace un examen para saber si eres un fan auténtico o no-, también las hay restringidas, como las de los Baker Street Irregulars, una sociedad en la que sólo se puede participar por rigurosa invitación, y en la que se reúnen los más eminentes sherlockianos para, suponemos, comer (¿quizá disfrazados de Sherlock?) y hablar de temas concernientes al famoso detective británico. Aunque, aparte de las comidas y reuniones sólo para miembros, existen también otras actividades que admiten a no-socios.
Demostraciones de amor. Literario, por supuesto.
Cada año celebro el aniversario de mis autores favoritos (la gran mayoría crían malvas ya): Jane Austen, Dickens, las Brontë... y por supuesto, como buena fan de Adams, celebro el Día de la Toalla cada 25 de mayo que, por cierto, también es el Día del Orgullo Friki. Eso sí, es una celebración estrictamente privada: vamos me paseo con la toalla en casa.
ResponderEliminarlittleEmily, ¡ja, ja! muy adecuado que el Día de la Toalla sea también el del Orgullo Friki. Pero eso de pasearse con la toalla sólo por casa no vale, los auténticos fans seguro que exhiben valientemente su toalla por la calle. ¡Frikis del mundo, uníos! :))
ResponderEliminarPues creo que a mí nunca me daría por ahí, pero no se puede decir de este agua no beberé, jaja!
ResponderEliminarAl final el cuadro era de Van Gogh!
La visita a la tumba de un autor por el que se siente predilección es algo que puede ser considerado "normal". Pero lo de algunos de estos homenajes es asombroso, e incluso provoca cierta tristeza o desazón, como es el caso de Hemingway Look Alike... Me recuerda a esos concursos de parecidos a Santa Claus.
ResponderEliminarPor cierto, que la de Wilde no sería igual de hermosa sin todo lo que han ido dejando sus visitantes.
Elvira, pues no, nunca se sabe qué chaladura nos puede picar para homenajear a nuestro autor favorito.
ResponderEliminarTus adivinanzas no son nunca obvias, das las pistas justas, pero hace falta estrujarse la memoria visual para acertarlas. ¡Me encanta!
Charles, coincido contigo en el penoso espectáculo de los émulos de Hemingway. Mejor harían en limitarse a visitar tumbas, como todo el mundo.
Te digo algunos casos más que se me ocurren:
ResponderEliminar-En la tumba de Julio Cortázar la gente suele dejar muchos papeles, y entre estos predominan papeles con el juego de la rayuela dibujada o también muchos billetes de metro.
-También está la celebración del Bloomsday por la Orden de Finnegans (a la que recuerdo que pertenece Vila-Matas y otros cuantos escritores más).
-Y todo el asunto de los candados en no se que poste de un puente italiano (por un libro de amor entre adolescentes). Creo que al final el ayuntamiento de allá acabó retirando los candados porque comenzaban a haber demasiados. Lo curioso es que esta tradición de poner candados por los adolescentes enamorados la han "exportado" a muchos otros rincones del mundo.
Creo que cuando se instaura una tradición de estas al final acaba beneficiando mucho al turismo, así que los ayuntamientos tendrían que favorecerlas en vez de poner dificultades, como parece que hacen a veces.
Celebro en mi cabeza desde hace tiempo el día de la toalla (lo siento, Douglas, no me atrevo a hacerlo realidad y salir con la toalla) y el Bloomsday (en este caso solo porque no me puedo permitir viajar a Dublin todos los años, que si pudiera, eso si que lo haría.
ResponderEliminarLo de visita tumbas me va poco en realidad, aunque seguro que al bueno de Wilde eso de la roca erosionada por el lápiz labial le daría para mucho.
Y last but not least, no tenía ni idea de la tradición del Por Toaster. Curiosísimo. Es de esas cosas cuyo origen ojalá nunca se descubra y se pierdan en la noche de los tiempos...