Comentarios, anécdotas y rarezas varias para todo tipo de bibliófagos y bibliómanos
John F. Peto
miércoles, 21 de abril de 2010
FALSOS NOMBRES
No hablaremos de falsos libros hoy, sino de falsos nombres, de los autores que se esconden tras un seudónimo. Los motivos pueden ser diversos: desde el que tiene un nombre vulgar que cree poco adecuado para alcanzar la fama -José Martínez Ruiz, Azorín para el mundo de las letras o un tal John Wilson, más conocido bajo el nom de plume de Anthony Burgess, por citar sólo dos-, hasta el que se ve obligado a ocultar su nombre real por una u otra razón. Tal es el caso de David John Moore Cornwell, funcionario del Foreign Office (espía, para decir toda la verdad), que tuvo que convertirse en John Le Carré por imposición de sus superiores; o de Schiller, que firmó sus obras durante un tiempo como Dr. Schmidt, para evitar ser localizado por su antiguo patrón, el duque de Württemberg. Otros autores han adoptado el seudónimo para distinguir una faceta de su producción de otra: Eric Hobsbawm escribió crítica de jazz bajo el nombre de F. Newton y el joven Paul Auster firmaba su crítica literaria como Paul Quinn. Y luego están los "seudonimistas" compulsivos, los campeones de los seudónimos. Según los especialistas, Voltaire llegó a emplear 173 pseudónimos, 174 si contamos el de Voltaire, pues como todos sabemos su verdadero nombre era François Marie Arouet. Por cierto, uno de ellos, Mr Sherloc, hace pensar que Conan Doyle debía ser aficionado a la prosa del sabio francés. Aunque parece que el campeón mundial de los pseudónimos fue Daniel Defoe, con 198 pseudónimos conocidos. ¿Alguien da más?
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