John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

jueves, 13 de mayo de 2010

1816, EL AÑO SIN VERANO

La conjunción de erupción volcánica y una primavera excepcionalmente fría y lluviosa hace inevitable pensar en aquel 1816 apodado por la historia "el año sin verano". Aunque los contemporáneos lo ignoraban, las insólitas variaciones meteorológicas de aquel año -que provocaron la pérdida de las cosechas en gran parte de Europa, con la consiguiente hambruna y miseria en un continente que acababa de salir de las guerras napoleónicas- fueron debidas a la actividad volcánica, en concreto a la gigantesaca erupción del volcán indonesio de Tambora, que fue una de las más violentas registradas en tiempos históricos. (Parece que nuestro actual volcán islandés no le llega ni a la suela del zapato a aquel, aunque con todo sea capaz de desbaratar los planes de cientos de miles de personas.) Sin embargo, no todo fueron consecuencias negativas. En el terreno literario, el frío y las tormentas de aquel mes de agosto de 1816 provocaron que una banda de ingleses expatriados que pasaban una temporada en Villa Diodati, a orillas del lago Leman, se reuniesen -quiero suponer que al amor de la lumbre, pero eso no lo dice la historia- a leer y explicar historias de miedo. Y, comoquiera que entre ellos estaban personajes como Lord Byron, Percy y Mary Shelley y un tal John William Polidori, de estas veladas salieron algunas obras importantes para la historia de la literatura, ante todo el Frankenstein de Mary Shelley. En este último es fácil encontrar rastros de aquel verano tan poco veraniego en que la actividad de los glaciares suizos alcanzó niveles nunca antes registrados.
Aunque sea salirnos un poco del terreno literario, también en el arte quedó patente la huella del volcán: las cenizas que enturbiaban la atmósfera producían unos crepúsculos de un colorido asombroso, una paleta de colores "imposibles" que Turner supo recoger como nadie en sus cuadros.
Así pues, en lugar de maldecir cuando de nuevo amanece un día lluvioso, preguntémonos qué nos traerá el volcán esta vez.
Para terminar, una recomendación: los afortunados que puedan, que visiten la exposición de Henri Cartier-Bresson en el MoMA. El resto, pueden conformarse con el video colgado en el blog de la New York Review of Books. No puedo evitar encontrar muy gracioso el acento de Dominique Nabokov, quien le presta su voz.

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