Reproducción de la habitación de Gustave Flaubert
Comentarios, anécdotas y rarezas varias para todo tipo de bibliófagos y bibliómanos
John F. Peto
jueves, 26 de agosto de 2010
FLAUBERT Y BARCELONA
Retomo mis anotaciones después del paréntesis vacacional, que ha incluido una gratísima visita a Normandía, donde además de disfrutar del hermoso paisaje he podido dar rienda suelta a algunas de mis aficiones. Uno de los lugares que era obligado visitar era Rouen, tras las huellas de Flaubert y Madame Bovary (aunque hay que decir que el fetichismo local gira más bien en torno a Juana de Arco, que pereció quemada en la hoguera en su plaza del mercado). Pero el caso es que Flaubert nació y pasó sus primeros 25 años allí, en el hospital central, donde su padre era cirujano jefe. Como tal, él y su familia vivían en una casa adosada al hospital, separados sólo por un tabique de la sala de infecciosos. La casa, ahora convertida en Museo Flaubert, sufrió después varias transformaciones, y lo que hoy se puede visitar es poco más que una reproducción de la habitación del escritor y copias de algunas cartas, algún libro, algunos documentos y fotos... Vaya, que es bastante pobre en cuanto a contenido -hay que decir que el museo tiene una doble función, pues se expone también una colección de instrumentos médicos antiguos-, aunque hay algún detalle simpático (en cada una de las contrahuellas de las escaleras hay escrita una definición del Dictionnaire des idées reçues de Flaubert, algunas francamente geniales). En cualquier caso, era una visita obligada para una admiradora de Flaubert como yo. Y me sirvió para aprender un detalle curioso que desconocía. Se trata de lo siguiente: el primer texto que Flaubert publicó, a los quince años, en una revista llamada Colibri se titulaba "Bibliomanie", y su protagonista era nada menos que un librero de Barcelona. El argumento se inspira, al parecer (no pude leerlo entero, ya que en el museo sólo se reproducía la primera página, pero he conseguido averiguarlo gracias a un interesante artículo de Lluis M. Todó que se puede ver aquí) en la leyenda del padre Vincenç, el clérigo exclaustrado cuya obsesión por los libros le llevó al asesinato, al cual me referí en una entrada anterior. Se trata de una obra primeriza, escrita con un estilo bastante lamentable, y el joven Flaubert desdeña cualquier preocupación por el rigor histórico, inventando calles y plazas que no existen en Barcelona y dándoles a sus personajes nombres tan poco catalanes como Giacomo (el protagonista) o Baptisto (una de sus víctimas). En cualquier caso, una anécdota divertida que me compensó ampliamente de la decepción que supuso el tal museo, y que demuestra que incluso grandes escritores como Flaubert tuvieron unos inicios poco prometedores.
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No tenía ni idea, qué buena historia. Saludos.
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