John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

jueves, 1 de julio de 2010

PELIGROS DE LA BIBLIOMANÍA

La siempre erudita y entretenido columna de Jordi Llovet en el "Quadern" de El País de hoy es un homenaje a la bibliomanía. La he disfrutado a fondo. De paso, me ha descubierto la publicación de una nueva obra sobre bibliómanos, Bibliofrenia, de Julio Rodríguez (Melusina, 2010), con la que pienso hacerme en cuanto pueda. En ella, cita unas cuantas, maravillosas, anécdotas sobre los peligros de la bibliomanía: Gómez Cortina, que se mató al caer de una escalera a la que se había encaramado para consultar un libro; Theodor Mommsen que, también encaramado a otra -es lo que tienen las grandes bibliotecas, el libro que buscas siempre está en el estante más alto- con un farol en la mano, se quemó la cabellera y murió al poco tiempo a consecuencia de las heridas producidas en el accidente. Y, cuando no conduce a la propia muerte, puede arrastrar al asesinato, como en el caso del famoso "padre Vicente", un clérigo exclaustrado de mediados del XIX tan obsesionado por los libros que llegó a asesinar al librero que poseía el que él creía único ejemplar existente de los Furs e Ordinacions de València. Luego, en el juicio, salió a relucir que en Francia había otro ejemplar de esta obra, lo que -dice Llovet- le disgustó más que la pena que le impusieron.
Hablando de los peligros que comporta la bibliomanía, recuerdo el caso de un librero londinense, James Lackington, que salió de su casa un día de Nochebuena con el poco dinero que tenía para comprar la cena de Navidad. Pero por el camino se topó con un libro que anhelaba poseer y volvió al hogar con él en el bolsillo y sin cena. "Creo que he hecho bien -le dijo a su mujer- porque la cena mañana ya nos la habríamos comido, y el placer se habría olvidado, mientras que del libro podremos disfrutar durante muchos años." Ignoro qué fue lo que respondió la sufrida esposa.

3 comentarios:

  1. Estrecha y afilada es la línea que separa la virtud del bibliófilo, investigador y estudioso, del pecado del bibliómano. Del estepario lobo a la caza del intonso, del blanco e inmaculado margen, del autógrafo o de la única pieza superviviente del azar o de la censura. Personalmente creo que la dualidad biblifilo-bibliomano son tan inseparables como las dos almas del Dr. Jekyll y Mr. Hyde

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  2. La línea que separa la pasión del lector de la del coleccionista, mucho más peligrosa. Cuando esta última se convierte en auténtica adicción, el bibliófilo deja de codiciar los libros por su contenido y pasa a considerarlos sólo como objeto de deseo.

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  3. Hola Elena, muchas gracias por la puntualización respecto al arquitecto Christopher Wren, cuando he copiado el texto, me ha resultado raro que se llamara Cristal, pero tengo la costumbre de copiar los textos tal cual estan escritos, respetando los errores o aciertos del autor.
    Cuando hable con D. Marcelino Menéndez Pidal, le dire que se fije mas, cuando haga traducciones. Por que se afea el texto....
    Saludos

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