Maxwell Perkins |
Como consecuencia del auge del libro electrónico y de la autoedición, cada vez se alzan más voces que ponen en cuestión la utilidad de los editores. Por regla general, quienes lo hacen son autores que en algún momento han visto sus obras rechazadas por una editorial "tradicional" (es decir, de las que hacen libros con papel y tinta físicos) y que ven en la edición digital y la distribución por Internet una vía para llegar de manera directa a los lectores, sin necesidad de obtener la aprobación previa de nadie. De hecho, el autor dispuesto a costearse la edición de su bolsillo con tal de verse en letras de molde siempre ha existido, pero antes del advenimiento del ebook eso suponía una inversión notable; además, el verdadero problema era cómo distribuir esos libros, que al final solían quedarse almacenados en algún desván. Quiero achacar las voces que anuncian el fin del editor a pura y simple ignorancia de cuáles son realmente sus funciones, pues posiblemente en el mundo digital -si es que llegamos alguna vez a prescindir del papel, cosa que pongo en duda- sean tanto o más necesarias que antes. Y es que un verdadero editor no es un señor que se limita a seleccionar los textos que le ofrecen, sino ante todo un lector profesional que estimula, orienta y sugiere, teniendo siempre como finalidad sacar de cada autor lo mejor que este es capaz de dar. Uno de los mejores ejemplos de hasta qué punto puede ser decisivo su papel lo encontramos en Maxwell Perkins, el legendario editor norteamericano. Perkins (1884-1947) estudió economía en Harvard y, tras trabajar como reportero para el New York Times, entró en 1910 en la prestigiosa editorial Scribner's, que por aquel entonces tenía ya en su catálogo muchos grandes nombres, como Henry James o Edith Wharton. Perkins era partidario de darles una oportunidad a jóvenes autores que escribiesen de un modo distinto y, así, en 1919 contrató con la oposición de la mayoría de sus colegas la novela de un escritor novel llamado Francis Scott Fitzgerald. La obra en cuestión llevaba el poco prometedor título de The Romantic Egotist pero, bajo la atenta supervisión de Perkins y siguiendo sus consejos, Fitzgerald la reescribió y la tituló This Side of Paradise, su primer éxito literario. Perkins fue también editor y amigo de Ernest Hemingway, con quien trabajó intensamente en Adiós a las armas, y de Thomas Wolfe -nota para lectores despistados: nos referimos aquí al Wolfe de Look Homeward, Angel, no confundir con el Tom Wolfe de La hoguera de las vanidades, un escritor mucho más reciente-, así como de Erskine Caldwell, Ring Lardner (a quien convenció de que servía para algo más que para hacer de cronista deportivo) o S.S. Van Dine y a su muerte estaba tutelando a James Jones en la composición de lo que llegaría a ser De aquí a la eternidad. Muestra inequívoca de lo mucho que los escritores apreciaban sus consejos es que es el editor al que más libros le han dedicado (68 en total). También es posible observar paso a paso su relación con algunos de sus autores en su nutrida correspondencia, editada bajo el título de Editor to Author: The Letters of Maxwell Perkins. Como dijo de él el editor Patrick O'Connor: "Transformó la literatura americana más que ningún otro editor. Supo encontrar a autores importantes y también encontrar a los lectores para sus libros." Encontrar autores que valgan la pena, ayudarles a cultivar su talento y hacerlos llegar a sus lectores naturales, he aquí los tres aspectos que resumen la función del editor y que Maxwell Perkins supo encarnar como nadie.
El de editor es -o debería ser- un oficio en la sombra (a la sombra del autor, se entiende, que es quien debe llevarse la gloria). Pero personajes como Perkins merecen un reconocimiento por su labor. Además de la notable biografía que escribió A. Scott Berg -Max Perkins: Editor of Genius- y que obtuvo el National Book Award en 1978,se rumorea que hay en preparación una película sobre él, que probablemente contará con Sean Penn como protagonista. Con Hollywood nunca se sabe, pero esperemos que el proyecto salga adelante.
Excelente entrada, Elena, y muy ilustrativa. La cuelgo ahora mismo en twitter.
ResponderEliminarGracias y un abrazo.
Estupenda explicación de la labor del editor. Mucha gente cree que se trata solo de leer y desechar o comprar y hay toda una tarea.
ResponderEliminarGracias a ambas. La visión que se suele tener del editor es bastante sesgada. Claro que siempre hay algún indeseable que con su comportamiento, su avaricia o su falta de criterio hunde la imagen del resto, pero esto pasa en todos los campos. Hay muchos buenos editores y me parece necesario reivindicar su labor.
ResponderEliminarQuien reniega de la necesidad de un editor es quien reniega de la necesidad de un representante para artistas o cantantes, o de cualquier intermediario especializado (en el caso ideal, claro) en el tema de que se trata. Me niego a un mundo sin editores y siempre he preferido imaginar al editor como un amigo del escritor y además siempre (soy asi de optimista) le imagino como el primero que lee su obra y es capaz de criticarla adecuadamente. Estoy totalmente de acuerdo en que el rechazo sufrido es la causa de que mas de uno reniegue del editor, junto a una supuesta autosuficiencia que la mayaría de las veces no es más que "vanitas vanitatis"...
ResponderEliminar3l edit0r 3s la h3rram13nta q s1rv3 para l0s 1c0n0......0jala q saqu3n d13s....<3
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