Desgraciadamente, la pérdida de alguien querido es un trance por el que todos hemos pasado, o pasaremos, alguna vez. Ante el dolor moral, ese negrísimo pozo sin fondo donde tan fácil es perderse, la literatura puede servir de consuelo. A eso aspiraban, por ejemplo, algunas de las más bellas epístolas de la antigüedad, como la de Séneca a Lucilio sobre la muerte de los amigos más queridos. Montaigne escribió también algunas páginas conmovedoras sobre la muerte de su gran amigo Étienne de La Boétie. Sin embargo, el libro que hoy recomendamos, El año del pensamiento mágico de Joan Didion, más que un tratado para apaciguar el ánimo es la crónica de un duelo, el duelo de la autora ante la muerte súbita del que fuera su esposo y amigo durante cuarenta años. No ofrece palabras de consuelo, ni pretende ser una obra de autoyuda, sino que constituye un retrato sereno y desgarrador a un tiempo de lo que una pérdida así supone para el que queda atrás. Una travesía por el territorio del dolor, que Didion reseña paso por paso, desde ese instante en que "la vida tal como tú la conocías acaba." Esa insondable ausencia, ese hueco inimaginable, ese "nadie con quien estar de acuerdo, en desacuerdo o con quien discutir", es a lo que debe ir acostumbrándose día a día. Por si fuera poco, su única hija contrae una grave enfermedad (moriría a los pocos meses) y Joan debe hacer frente sola a este nuevo desastre emocional. Puede parecer un libro triste, y su tema desde luego lo es. Pero la distancia y la absoluta sinceridad con que Didion es capaz de observarse a si misma -sus pensamientos, sus recuerdos, sus inexplicables cambios de comportamiento- y su capacidad para expresar sus sentimientos sin caer en el sentimentalismo hacen de estas breves memorias una obra que traspasa barreras. De manera similar a otro gran clásico de la pérdida y el dolor, Una pena en observación de C.S. Lewis, Didion sabe convertir la tragedia privada en una experiencia universal.
[La foto fue tomada por mí este fin de semana en un bellísimo pueblecito del sur de Francia. Ese momento en que las hojas empiezan a cambiar de color me trae siempre recuerdos agridulces de los seres que se han ido.]
Me interesa tu recomendación. Adoro especialmente las cartas de Séneca a Lucilio, he puesto varias en el blog, estan llenas de sabiduría y son eternamente actuales.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Te agradezco dos cosas. La entrada en si, porque oi hablar de este libro hace unos meses, pero luego no lograba recordar como era el título del libro porque además erroneamente creia recordar que era de una francesa. Aclarado y recomendado, lo pido ahora mismo, porque además, como digo lo estaba buscando.
ResponderEliminarSegundo agradecimiento, por otra cosa, pero cuyo tema tiene mucho que ver con esta entrada. En otro hilo (creo que de mi blog (Gran Meaulnes?) me recomendaste la película "El arbol de la vida", coya temática como digo se entrecruza con la de este libro. La he visto y me ha parecido la película más fascinante que he visto en mucho, mucho tiempo. Hay quien le gusta, hay quien la odia. Yo al vi ayer y el fin de semana la voya ver al menso dos veces mas.
Saludos.
Laura, creo que este libro te interesará. Como digo, no es filosófico, como las cartas de Séneca, sino un retrato del lento y doloroso (pero necesario) camino del duelo. Yo lo encontré fascinante.
ResponderEliminarOscar, espero que también a ti te guste el libro. Ya me dirás. En cuanto a la película, es verdad que nadie se queda indiferente: o les encanta o la odian. Yo soy de los primeros, claro, aunque me sobran algunas cosas (¡esos dinosaurios!). Pero hay momentos sublimes. Desde que la vi, me vuelven constantemente algunas imágenes a la cabeza. Por cierto, leí el otro día un largo análisis relacionando la película con la fe en Dios y la religión; sin duda es posible darle una interpretación cristiana, pero a mi modo de ver eso sería limitarla en exceso.
Hola Elena..
ResponderEliminarA mi me encantó ese libro, precisamente por lo que dices tu..esa observación objetiva de los sentimientos y las sensaciones y que si has pasado por ello identificas perfectamente.
Hace milenios hice una entrada sobre este libro en mi blog.
Saludos
molinos
Desconocía totalmente este libro. El jueves estuve por eso en la Casa del Libro de Paseo de Gracia, y uno de los libros que cogí de las estanterías para echarle un vistazo era Diario de un duelo de Robert Barthes (es el diario del duelo que hace Barthes a la muerte de su madre a la que estaba muy unido). Cuando salí de allí, influenciado por ese volumen que había estado mirando, y porque me encontraba en Paseo de Gracia donde vive la escritora Mercedes Salisachs me acordé de ella y la muerte de uno de sus hijos en un accidente de tráfico (tiene ella un libro en el que ficcioniza esta ausencia de seres queridos titulado Volumen de la ausencia).
ResponderEliminarY ahora que me pongo a comentar, me viene a la cabeza el que dicen que es el más dramático al respecto: Mortal y rosa de Francisco Umbral, que escribió por su pequeño hijo muerto (chocando totalmente con la imagen de gruñón, insensible o frívolo que proyectaba desde sus apariciones en televisión y sus artículos de sociedad).
La foto es hermosa, y muy característica de las carreteras francesas, donde muchas veces uno se encuentra entre hileras de árboles uniformes que flanquean la carretera. Con lo del cambio de color de las hojas me viene inmediatamente a la mente La hija de Robert Poste que estoy leyendo ahora (creo que vosotros por aquí conocéis de sobra este libro).
Sin querer crearte un off-topic en el hilo, referente a la película, al verla inmediatamente imaginé que muchos cristianos la interpretarían a su amor. Pero efectivamente sería recortar demasiado el vuelo de la película. Curiosamente hablando con un amigo de ella hace dos días, se quejaba de los dinosaurios como tu (decía "me gustan los documentales de National Geographic y las películas, pero por separado"). Y yo le decía que la escena de los dinosaurios la veo perfectamente explicable en el contexto de la película. De hecho yo la ligué mentalmente de manera inmediata con la escena del padre arreglando el coche levantado con el gato neumático y el hijo paseando alrededor. Bueno, serán delirios míos.
ResponderEliminarMe releo y no sé por qué escribí Robert Barthes en lugar de Roland Barthes....
ResponderEliminarSobre la película no la he visto y me asusta un poco por algunos comentarios de gente que no ha salido del todo contenta del cine. Creo que dejaré pasar un poco el tiempo y que me vayan llegando nuevas impresiones a ver que tal.
Moli, no había llegado a leer tu post sobre este libro (ahora sí lo he hecho, me ha gustado el fragmento que elegiste). Veo que tú también lo mencionas junto con "Una pena en observación". Dos grandes libros, aunque el tema sea tan duro. No sé, a la gente suelen echarle para atrás este tipo de cosas. A mí, en cambio, cuando me encuentro con algo desagradable, me gusta mirarlo a la cara y saber a qué me enfrento. Modos de ser, supongo.
ResponderEliminarVigo, te agradezco la mención del libro de Barthes. Recuerdo que leí algo sobre él y me interesó mucho, pero luego lo olvidé por completo. No he leído lo de Umbral, el personaje nunca me ha gustado, aunque ya sé que este es un libro muy especial. (Y está mal juzgar a un escritor por su persona en vez de por su obra, lo sé.)
Oscar, ni se me había pasado por la cabeza hacer una vinculación entre los dinosaurios y esa escena. Reconozco que las partes "National Geographic" eran muy bonitas, pero con cinco minutos hubiera habido bastante, al menos para mi gusto.
Hola, me encantaría leer este libro, pero no lo consigo en ningún lado. Alguien que lo tenga en pdf me lo podría mandar a agos_30198@hotmail.com Gracias!
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