La narración es la manera que tenemos los seres humanos de darle sentido al mundo, de poner algún orden en lo que nos sucede. De otro modo, estaríamos rodeados por una serie de hechos aislados, exentos de prioridad, y nos sería imposible distinguir lo relevante de lo irrelevante. Inconscientemente, todo el mundo convierte lo que le sucede en una narración, una historia que se explica a sí mismo y a los demás, una historia que además no permanece inmutable, sino que va evolucionando con nosotros. Que estas narrativas tienen una función muy importante en el desarrollo de la personalidad es algo que se sabe desde hace tiempo, y que ya observaron Freud y los pioneros del psicoanálisis. Luego, estudiosos como Bruno Bettelheim desvelaron el papel que tienen en el psiquismo de los niños las narraciones populares, los "cuentos de hadas", que cumplen una función terapéutica; primero, porque reflejan sus experiencias, pensamientos y sentimientos; y, segundo, porque ayudan a superar las ataduras emocionales por medio de un lenguaje simbólico. Ni siquiera es necesario limitarse a la infancia: estoy segura de que una buena parte de la ficción opera de modo muy similar en los adultos. En las últimas décadas, la neurociencia ha venido a avalar la importancia de la narración, así como las claves ocultas en la herramienta de que nos valemos para articularla, el lenguaje. En un interesante artículo publicado hace pocas semanas por la revista Scientific American, el director del departamento de psicología de la Universidad de Austin, Texas, James Pennebaker, explicaba algunas características insospechadas de los pronombres. En la década de 1980, su equipo llevó a cabo una serie de experimentos que demostraron que, cuando a la gente se le pedía que escribiese sobre sus problemas emocionales, su salud mental mejoraba. Entonces, con la intención de comprender mejor el poder de la escritura sobre la mente, idearon un programa de análisis de textos que les llevó a un curioso descubrimiento: el modo en que utilizaban los pronombres en sus textos permitía predecir qué sujetos experimentarían una mayor mejora. Adicionalmente, a medida que su salud mejoraba, su uso de los pronombres iba cambiando. Esto les llevó a indagar en cómo la mayoría de las personas utilizan los pronombres, en toda clase de textos (emails, conferencias, clases, cartas o conversaciones). También analizaron las obras de poetas y novelistas a lo largo de toda su vida, con algunos hallazgos singulares. Por ejemplo, que los poetas que se suicidaron tienden a utilizar más el pronombre "yo" que aquellos que no lo hicieron. O que la evolución en las relaciones entre dos escritores podía rastrearse en el uso de los pronombres a lo largo de su obra, como en el caso de Elizabeth Barrett y Robert Browning. Pero, sin entrar a un nivel de especialización y análisis tan minucioso, cada vez más se impone la evidencia de que la narración puede ser curativa y empiezan a proliferar los talleres de "narrativa terapéutica", por ejemplo en hospitales, donde se emplea como terapia para la recuperación de pacientes que han sufrido un ictus. Frente al sentimiento de pérdida y el cambio en uno mismo que conlleva la enfermedad, el hecho de crear y narrar la propia historia permite que cada uno asimile su experiencia y, al mismo tiempo, pueda distanciarse de ella. Prueba de que las narraciones, las palabras, son un arma secreta.
Por motivos profesionales este tipo de temas siempre me resultan extremadamente interesantes. No recuerdo cual de los varios psicólogos famosos de la escuela jungiana demostró que la Catarsis de la que hablaba Freud (la curación mediante el diálogo o mejor mediante el descargar hablando la sexperiencias propias) se trasladaba no solo bien sino muy bien al lenguaje escrito. Muchas personas son incapaces de abrirse y contar al psicólogo verbalmente sus vivencias. Yo indudablemente sería uno de ellos. En cambio con lápiz y papel (u ordenador e impresora) se expresaban de maravilla. De hecho el simple hecho de escribirlo, igual que el de verbalizarlo, ya tenía un efecto terapéutico.
ResponderEliminarLa teoría de este psicólogo la conocía por otra revista científica y he de reconocer en honor a la verdad que aunque sin duda interesante, está un poco traída por los pelos en mi opinión. Se basa excesivamente en la estadística (que todos sabemos que es "la mas matemática de las mentiras"). Pero me ha gustado mucho el articulo. Gracias
A mi también me parece muy inspirador tu escrito, y me entran ganas incluso de hacer alguno a partir del tuyo, pero para ahorrar esfuerzos creo que me conformaré con dar algunas referencias (aunque espero no ser demasiado pesado con ellas...)
ResponderEliminarLo primero que diría es que aunque estas tesis psicoanalíticas me parecen bastante interesantes (beneficio psicológico de los cuentos en los niños), en general creo que la corriente científica actual ha desprestigiado bastante la mayoría de las tesis psicoanalíticas (presupongo que ninguno tenéis formación psicoanalítica... y si fuera así no me lo tengáis en cuenta je,je). Por poner un ejemplo Bruno Bettelheim también fue el que defendía que el autismo era consecuencia de la hostilidad de los malos padres y que luego por supuesto, se ha demostrado que su tesis no tenía ninguna validez científica.
De todas maneras el que sí que creo que es uno de los mayores defensores de la virtud terapéutica de la literatura es el crítico Jean Starobinski (por si queréis profundizar en el tema).
Y respecto a los estudios estadísticos de palabras como análisis psicológicos, se que la estadística lingüística tiene que ver con la ley de Zipf y estas cosas, pero me parece que aún hay mucho que descubrir en este campo, y todo lo que se avance en este tipo de investigaciones siempre me parece muy interesante (me ha gustado eso de los "yoes" y los suicidios).
También habría que ver por eso la relación de la escritura con las enfermedades, se dice por ejemplo que Virginia Woolf tenía siempre sus mayores crisis justo cuando estaba acabando sus novelas (lo cual no sabría a)confirmar si es realmente cierto el dato, b)es producto de la casualidad, c)la primera consecuencia de la segunda o d)la segunda consecuencia de la primera).
Sigo por aquí muy atento, y sigo leyendo los posts pasados. Todos me parecen muy interesantes y por eso te agradezco mucho todo el trabajo de escribirlos ;D
Oscar, comparto contigo un cierto escepticismo ante ese tipo de análisis estadísticos, me da la impresión de que tienen algo de moda y no estoy segura de que nos abran la puerta a rincones desconocidos de la mente humana. Pero a mí como te sucede a ti también, me interesa en especial el área de la neurociencia que tiene que ver con el lenguaje.
ResponderEliminarVigo, yo a mi vez te agradezco mucho las reflexiones en torno al tema de mi post. Es estimulante poder debatir estos temas con gente realmente interesada. Yo tampoco creo demasaido en estos análisis estadísticos. Ni siquiera soy muy adepta del psicoanálisis, aunque no llego a demonizarlo como hacen otros. Para mí -desde luego no soy experta en la materia- el solo hecho de poder hablar sin restricciones acerca de ti mismo ya debe tener un efecto liberador, y seguramente en eso radica su principal beneficio. En cuanto a Starobinski, he oído hablar de él, tendrá que mirármelo, gracias por la indicación.