La mayoría, si no todos, los aspirantes a escritores -cuando digo escritores me refiero a escritores publicados, se entiende, porque escribir lo hacemos todos- han pasado antes o después por la experiencia del rechazo. Circulan muchas anécdotas al respecto, de las que quizá las más conocida -y posiblemente la más trágica- sea la de John Kennedy Toole, cuyo manuscrito de La conjura de los necios cosechó un rechazo tras otro hasta que el autor se suicidó. Sólo después de su muerte, la persistencia de su madre consiguió que una pequeña editorial universitaria, Louisiana State University Press, la publicase. La novela, como todos sabemos, se convirtió en un gran éxito y Toole obtuvo el Premio Pulitzer a título póstumo (11 años después de su muerte, casi nada) en 1981. El curioso título deriva de una frase de Jonathan Swift: "Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo conocerás por esta señal: los necios se conjuran todos contra él." ¿Estaría hablando de los editores, quizás?
Pero, para consuelo de aspirantes a escritores y crujir de dientes de editores, hay que decir que otras muchas novelas han sido rechazadas por prestigiosas editoriales para luego ser rotundos éxitos. Nada menos que André Gide rechazó el manuscrito de Proust, En busca del tiempo perdido, cuando trabajaba para la prestigiosa editorial Gallimard. Proust, que no tenía precisamente problemas de dinero, consiguió que Grasset publicase el primer volumen de su ciclo novelístico corriendo él con los gastos de edición. Luego ya no hizo falta que pusiese dinero, naturalmente, e incluso Gallimard se disculpó e intentó recuperar al escritor.
Y una anecdota más: algunos autores de la editorial americana Farrar, Straus solían hacer de lectores. Hacia 1980, Roger Straus le pidió a Susan Sontag que leyese dos novelas: El día del juicio de Salvatore Satta y El nombre de la rosa de Umberto Eco. Sontag le recomendó que comprase las dos, pero Straus no quería publicar dos traducciones del italiano. “¿Cuál elijo?”, le preguntó. Sontag dijo que la que más le gustaba era la de Satta y esa es la que compró Straus. El día del juicio vendió 2.000 ejemplares, mientras que El nombre de la rosa se convirtió en un best-seller mundial. Todos tenemos nuestros momentos malos.
Elena, me encanta leerte. Las curiosidades que explicas son interesantes y dicen mucho del mundo editorial, en este caso, o del mundo de la literatura.
ResponderEliminarMuy buena frase la de la conjura de los necios, muy acertada en general.
Un abrazo.
¡Qué interesante! No sabía nada de lo que cuentas de la conjura de los necios (el título, etc.) y me ha parecido curiosísimo.
ResponderEliminarHay rechazos que son de juzgado de guardia y por los que espero que - al ser un éxito el libro en otra editorial - rueden cabezas ;)
¿Te enteraste hace años de la historia de aquel señor que había mandado obras de Jane Austen a varias editoriales sólo cambiando el título y al que todas habían rechazado? Por si acaso: http://www.dailymail.co.uk/news/article-469342/Jane-Austen-fan-submits-work-anonymously-publishers--receives-dozen-rejections.html
Sabía lo de La Conjura de los necios, pero me ha encantado la anécdota de Susan Sontang y Eco.
ResponderEliminarA mi me da más terror las cosas horribles que se llegan a publicar..
Conocía esa historia tan recurrida de La conjura de los necios (por cierto divertidísima novela) pero no la de Eco o Proust. De todas maneras hasta los editores tienen derecho a equivocarse, pues no es segura la respuesta del público y anticiparse a lo que puede ser una obra maestra no es tan sencillo. Hay editores arriesgados y la mayoría no tanto porque se juegan el dinero (por eso las poderosas arriesgan tan poco y ganan tanto y las pequeñas al contrario). Encontrar un bombazo no se da tan a menudo (me refiero al literario porque los otros por desgracia son cada vez mayores)y la mayoría de las veces son reconocimientos a posteriori.
ResponderEliminarUn tema que da mucho que hablar. Un saludo Elena.
Conocía lo del que envío las novelas de Jane Austen como si fuesen suyas, pero no es el único caso. Doris Lessing hizo lo mismo en los ochenta, mandando a su editor habitual dos novelas con el seudónimo de Jane Somers. El editor las rechazó, claro. Luego, sin embargo, fueron aceptadas por otro editor, de modo que tan malas no serían...
ResponderEliminarPero, anécdotas aparte, todos los editores han rechazado en algún momento alguna obra que luego ha triunfado. Y es cierto que resulta muy fácil juzgar a toro pasado y muy difícil, cuando uno se encuentra frente al manuscrito desnudo de autor desconocido, decidir si eso tiene potencial o no.
Estoy con Moli en que lo que de verdad da miedo es que se publiquen tantos bodrios incalificables. Más que por las obras rechazadas, habría que escandalizarse por las aceptadas:)
Conocía la historia de Toole (qué perseverancia la de su madre) y la de Proust pero no la de Susan Sontag. Creo que hay editores y editoriales para todo, algunos se arriesgan con obras y autores desconocidos y otras no. Ahora mismo todo es cuestión de política editorial aunque me pregunto quién lee algunas de las chorradas que se publican actualmente.
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