Nuestra biblioteca personal dice mucho sobre cada uno de nosotros: cuántos libros hay, de qué autores, en qué idiomas, qué ediciones, las anotaciones o subrayados que eventualmente hayamos podido hacer... Se puede elaborar todo un perfil basándose en ella. Esta información es especialmente valiosa en el caso de los escritores, pues sus bibliotecas permiten reconstruir sus lecturas y rastrear sus influencias e incluso sus opiniones.¿Qué pasa con las bibliotecas de los escritores cuando estos mueren? Pues me temo que, salvo casos puntuales de autores archiconocidos en que alguna institución se queda con ella -previo pago, generalmente, de una sustanciosa cantidad- la mayoría acaba dispersándose. Los libros se reparten entre los familiares (si hay suerte) o pasan a engrosar los depósitos de alguna librería de viejo, en espera de nuevo propietario. A veces, ni siquiera la donación a alguna biblioteca logra evitar la dispersión. Mark Twain, por ejemplo, donó gran parte de sus libros a la biblioteca que había ayudado a fundar en Redding, Connecticut. La biblioteca puso esos libros -la mayoría llenos de notas, pues Twain era un gran anotador- en préstamo público y pronto los buscadores de recuerdos se dedicaron a cortar cualquier página garabateada por el autor. Por si fuera poco, en la década de los cincuenta la biblioteca decidió hacer limpieza y uno de los libreros que adquirió esos fondos desechados se encontró con la grata sorpresa de tener en su poder varias decenas de títulos anotados por Mark Twain. Pero no todas las historias acaban así. Gracias a las redes sociales, parte de la biblioteca de un autor americano de culto, David Markson, se está volviendo a reunir. Markson murió hace unos meses y sus libros fueron a parar a una famosa librería de Nueva York, The Strand. Por casualidad, alguno de sus admiradores adquirió alguno y al darse cuenta de que había pertenecido a Markson, y de que estaba lleno de notas -al parecer muy divertidas- de este autor, comunicó este hallazgo a sus amigos. La noticia se difundió rápidamente por las redes sociales y pronto la librería se llenó de fans Markson que rastreaban sus vastas estanterías en busca de más ejemplares que procediesen de la librería de éste. Los fans se coordinaron entre ellos, elaboraron listas e incluso crearon un grupo de Facebook dedicado a reconstruir el catálogo de esa biblioteca dispersa. Seguramente todo esto no sirve más que para dar algo de fama póstuma a un autor minoritario, pero es una curiosa muestra de cómo una biblioteca dispersa puede llegar a reunirse de nuevo. Por cierto, el grupo está abierto a todo aquel en cuyas manos caiga alguna vez un libro que haya pertenecido a Markson. Estad atentos, pues.
Elena, felicidades como siempre por tu entrada. Cómo me gustannnnn......
ResponderEliminarYo adoro los libros, su presencia, su olor, su compañía, no puedo vivir sin ellos. Tengo una buena biblioteca, que seguro diría mucho de mi. Antes escribía más en ellos que ahora. A veces pienso, qué pasará con ellos en el futuro, luego siempre concluyo que no es cuenta mía y que no puedo hacer nada al respecto, para que preocuparme.
Muy aleccionador lo que explicas de la biblioteca de Markson, me refiero a la utilidad de las redes sociales.
En fín, interesante entrada.
Un abrazo.
Gracias, Laura. Anima mucho tener lectores tan entusiastas. Espero seguir viéndote por aquí.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que una biblioteca dice mucho de la persona y en caso de no tener mucho más.
ResponderEliminarEn los dos casos que expones hay una diferencia clara. Mientras en la época de Twain (aún siendo este un autor venerado en EE.UU.)no existía ese afán coleccionista tan riguroso, ahora cualquier oportunidad sirve incluso para hacer negocio. El caso de Markson (escritor que desconozco totalmente)me huele casi a fetichismo y ganas de poder sacar alguna tajada (estoy seguro que yo también estaría babeando si encontrara libros de algunos de los escritores que admiro, aunque también soñaría con el negocio).
Mi biblioteca se dispersará con toda probabilidad pero alguién le dará nueva vida a muchos de mis libros como yo se la he dado a tantos otros. Un placer tu lectura Elena.
Gracias por leerme, Carlos.
ResponderEliminardesde hace muchos años, mi biblioteca es virtual.
ResponderEliminarDeberían ingresar a mi disco rígido para tener idea de mis intereses.
Y estos...son tan disímiles!
Poco en papel tengo pues me desprendí de muchos ejemplares hace un tiempo....prefería hacerlo yo a lo que tuvieran esa enojosa tarea mis deudos!!!!
Una sensata decisión, sobre todo pensando en tus deudos. Aunque, ¿no echas de menos el tacto del papel?
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