Este libro es un verdadero clásico. Un clásico de un segmento de literatura un tanto específico, la literatura de y sobre la medicina. Es además irreverente, cáustico, sincero y muy, muy divertido. Como dice John Updike en el prólogo que acompaña a la edición española: "La Casa de Dios no podría escribirse hoy día, probablemente; no de una forma tan descarada, al menos; su pródigo uso de la caricatura libre y multiétnica se vería hoy inhibido por términos actuales de descalificación tales como "racista", "sexista" y "ancianista". Su sexo de los años setenta no es seguro, el sido no figura entre la plétora de enfermedades vívidamente descritas, y desde entonces toda una panoplia de nuevos trasplantes de órganos ha venido a enriquecer el arsenal de la cirugía. Con todo, los temas de la novela siguen conservando su vigencia...". Se le ha denominado a menudo "el Catch-22 de la medicina" y desde luego debería ser lectura obligatoria para todo estudiante de esta carrera. De hecho, en Estados Unidos los estudiantes de medicina llaman a La Casa de Dios "la Biblia". Desaconsejado para cualquiera que no soporte la visión de la sangre, la crudeza de los hospitales o los estragos de la ancianidad. Pero como todas estas cosas forman parte, en un momento u otro, de la condición humana, yo lo considero una lectura imprescindible. Es además de esos escasos libros -otros que podría citar, sólo para que los lectores se hagan una idea, son La conjura de los necios o algunas de las obras de Wodehouse- que me han hecho reír a carcajadas. Eso que resulta tan violento cuando sucede en un vagón de metro, pero tan catártico a la vez.
Samuel Shem es el seudónimo de Stephen J. Bergman, psiquiatra, que durante treinta y cinco años ha sido profesor de la facultad de medicina de Harvard. Desde luego, sabe de lo que habla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario