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Dickens durante una lectura pública en 1867 |
Dickens no sólo era excepcional en su habilidad para crear personajes y mundos de ficción, sino que también demostró una gran visión como promotor de su obra (un genio del marketing dirían hoy día), que le llevó a convertirse en un verdadero ídolo de masas. No exagero. Si las sucesivas entregas de las novelas de Dickens eran capaces de mantener en vilo a cientos de miles de personas -se calcula que la entrega 44 de
La tienda de antigüedades, en la que Dickens narraba la muerte de la pequeña Nell, fue leído por medio millón de personas-, sus lecturas públicas llegaron a causar auténtico furor, con entradas agotadas y especulación en la reventa incluida. Su éxito se debía, en parte, a la gran popularidad que habían alcanzado sus novelas, pero más que nada a la propia personalidad de Dickens y a su talento como actor. Aunque siempre se interesó por el arte dramático, e incluso había pensado de joven en dedicarse a él, lo de las lecturas públicas comenzó casi por casualidad. En una visita a Birmingham en 1853 le hablaron del proyecto de crear un Instituto de Mecánica y Literatura para la educación de las clases obreras y Dickens se ofreció a dar una serie de lecturas públicas de
Canción de Navidad para ayudar a recaudar fondos. Su éxito fue tal que constituyeron el inicio de una especie de segunda carrera para el escritor. Según cuentan los que tuvieron la suerte de oírle interpretar sus propias obras, era una experiencia inolvidable. Cual mago victoriano, Dickens actuaba con una cuidada escenografía, que incluía un pupitre especial diseñado por él mismo y una iluminación de lámparas de gas, potenciada por un reflector metálico. Los fragmentos de las obras que leía estaban incluidos en volúmenes especialmente compilados para ello, con márgenes extra anchos que le permitían hacer anotaciones. El programa solía incluir alguna larga pieza dramática seguida por una cómica más corta. Dicen los testigos que resultaba fascinante ver cómo la fisonomía del autor se transformaba, como poseído por sus personajes.
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Caricatura que representa las diversas encarnaciones de Dickens
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La demanda de estas lecturas públicas era enorme, incluso desde el otro lado del Atlántico. Cuando, en 1867, Dickens viajó a Estados Unidos para llevar a cabo una gira, frente al Steinway Hall de Nueva York, donde debía tener lugar una de sus apariciones en público, a las 8 de una gélida mañana de invierno ya había más de 5.000 personas haciendo cola para conseguir una entrada. Pero, aunque supusieron una importante inyección de dinero y un aún mayor incremento de su popularidad, estas representaciones, en las que Dickens derrochaba energías (como en todo lo que hacía), representaron un serio quebranto para su salud, hasta el pñunto de que su médico tuvo que prohibirle que continuara con ellas. Tres meses después de su última lectura pública, Dickens moría en su casa de Gadshill, tras sufrir una apoplejía.
Pero su ejemplo fructificó. Las lecturas públicas se convirtieron en una forma de entretenimiento muy popular en Gran Bretaña durante la segunda mitad del siglo XIX. El módico precio de las entradas -un penique- las hacía accesibles a todas las clases sociales y se celebraban en todo tipo de locales, desde teatros hasta escuelas o ayuntamientos. Incluso se editaron libros con textos adecuados para recitar en ellas -los autores más buscados eran Scott, Tennyson, Lord Byron y, claro, Dickens- y consejos para manejar estos eventos. En sus deliciosas memorias sobre la vida en un pueblo rural a finales del siglo XIX,
Lark Rise to Candleford, Flora Thompson recuerda una de estas veladas, en la que la estrella fue el viejo Sr. Greenwood, quien había oído recitar al propio Dickens. Aunque los habitantes del pueblo escuchaban con arrobo los textos de este autor, no eran por lo general lectores de sus novelas. Como dice Thompson, "era un público a la espera de la llegada de la radio y del cine". No es extraño que Dickens sea uno de los autores cuyas adaptaciones al cine y a la televisión cuentan con más adeptos.
Que interesante! no tenía ni idea de que fuera tan buen lector-actor, aunque teniendo en cuenta la teatralidad de sus personajes no me tendría que extrañar.
ResponderEliminarCómo le gustan los "culebrones" a la humanidad, no?
Sobre esta faceta de Dickens se habla extensamente en la novela "El último Dickens" que cuenta una gira del autor por EEUU para realizar multitudinarias lecturas de su obra. Un fenómeno curioso, ciertamente.
ResponderEliminarSaludos.
fue una Rock star avant la lettre...
ResponderEliminarNit: Las grandes historias, llenas de emociones y peligros, siempre han tenido un gran éxito. La clave está en cómo se cuenten. Y Dickens dominaba todos los resortes.
ResponderEliminarInmaculada: Aunque no hay que olvidar que la de Matthew Pearl es una novela, estilo thriller más bien, de modo que no s´s si se puede creer todo lo que cuenta...
Samedimanche: Indeed! :)
¡Si es que Dickens era un avanzado! He oído que en Martin Chuzlewit plasmó sus esperiencias en EEUU con algo de crítica. Me imagino que el libro de Flora Thompson no estará traducido. Saludos
ResponderEliminarPilar, por lo que he podido averiguar, el libro de Flora Thompson no está traducido. Una lástima.
ResponderEliminarEn este sentido (y en alguno más) Dickens me recuerda a Mark Twain y sus famosas conferencias públicas en las que la gente de revolcaba de risa y con las que ganó tanto dinero y tanta fama. O las de Oscar Wilde en Estados Unidos que adquirieron una cualidad semilegendaria (asimismo reportándole ingresos más que considerables).
ResponderEliminarHoy que con tantas televisiones y Youtubes solo tardamos 8 segundos en ver un video de nuestro autor preferido o recién desconocido hablando o exponiendo , no podemos saber lo que entonces era la experiencia irrepetible de que un genio de cierta talla nos deleitara durante una de estas veladas.
Impagable.
Oscar, ¡qué no daría yo por tener un video de alguna de estas conferencias!
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