Patrick O'Brian |
Estos días de descanso parecen haberme dejado sin inspiración, ¿de qué hablar hoy? Lo mejor será recurrir uno de mis comodines favoritos, los falsos nombres, ese juego de identidades al que tan aficionados son los escritores y que tantas sabrosas anéctodas proporciona. Tras los capítulos anteriores dedicados a este tema, les toca hoy el turno a un par de falsarios que comparten alguna característica. Ante todo, son dos escritores como la copa de un pino, para mi gusto no suficientemente apreciados porque se dedicaron a la literatura de género, que ya sabemos que suele ser ninguneada por la crítica. Me refiero a los señores Salvatore Lombino y Richard Patrick Russ. ¿Cómo? ¿Que no les suenan de nada? Naturalmente, porque ambos escribieron bajo otro nombre: se trata de Evan Hunter y Patrick O'Brian, respectivamente. Pero su vínculo principal reside en que esos nombres no eran simples seudónimos. Tanto Hunter como O'Brian se cambiaron el nombre legalmente; el primero, por razones que en apariencia no tuvieron mucho que ver con su actividad literaria; el segundo, porque sus editores le dijeron que venderían más ejemplares con un nombre de resonancias anglosajonas que con el suyo propio, de raíz italiana (eran los años cincuenta, señores). Según uno de sus biógrafos, Dean H. King, O'Brian se cambió el nombre en 1945 tras haber colaborado con el servicio de inteligencia británico -en plata, haber hecho de espía- durante la Segunda Guerra Mundial. Ese cambio de nombre le sirvió también para dejar atrás un matrimonio fallido (para entonces ya mantenía relaciones con la que sería su segunda esposa, Mary), pero al mismo tiempo le obligó a abandonar una prometedora y precoz carrera como novelista; de hecho, su primera novela, The Snow-Leopard, la publicó cuando contaba sólo diecisiséis años. Mientras que O'Brian sería ya fiel a su nuevo nombre para el resto de su (nueva) carrera literaria y alcanzaría la fama como el autor de las novelas de aventuras navales de Aubrey-Maturin, el caso de Evan Hunter es algo más complicado. Como Evan Hunter, saltó a la fama con la novela The Blackboard Jungle, publicada en 1945, llevada al cine en 1955 bajo el título (en España) de Semilla de maldad. Pero Hunter era un escritor extraordinariamente prolífico y pronto descubrió que sus editores no daban abasto para publicar todo lo que salía de su pluma. Así, durante la década de los cincuenta utilizó varios seudónimos -Curt Cannon, Hunt Collins, Richard Marsten, D.A. Addams, Ted Taine- bajo los que escribió sobre todo relatos y novelas policacos y de ciencia ficción. Pero su seudónimo más famoso -que finalmente eclipsaría incluso a su verdadero/nuevo nombre- surgió en 1956, con la primera de las novelas de lo que se convertiría en la serie de la comisaría del distrito 87: Ed McBain. Como Ed McBain, Hunter escribiría una de las series más originales, auténticas y entretenidas sobre la vida en una comisaría de Nueva York.
Estupendas estas cubiertas originales |
Es recomendable leerla por orden, porque sus personajes van creciendo y desarrollándose, aunque en español nunca tuvo mucha suerte y se ha publicado tarde, mal y en absoluto desorden. Una lástima. A partir de ahí, publicaría como McBain las novelas de corte policiaco (a la serie del distrito 87 le siguieron muchas otras, ya he dicho que era un autor prolífico) y como Hunter las de otro tipo, en su mayoría de corte psicológico. McBain llegó a convertirse en un nombre imprescindible del género policiaco. La muy premiada serie televisiva de los ochenta, Hill Street Blues (Canción triste de Hill Street) estaba claramente inspirada en los personajes del distrito 87, de la que copió también el sistema de varias historias paralelas en un mismo episodio. En 2000, supongo que cansado de estar siempre a la sombra de McBain, Evan Hunter publicó una novela, Candyland, escrita "a cuatro manos", es decir, que apareció firmada por Hunter y McBain. La primera parte estaba escrita en el estilo propio de Hunter, mientras que la segunda mostraba la prosa más concisa y eficaz de McBain. El escritor perseguido por su seudónimo, ya ven.
"Tengan cuidado ahí afuera", los que conozcan la serie se acordarán |
Genial entrada. Desconocía la influencia tan grande de McBain así como el verdadero nombre de Patrick O´Brain, pero es que... ¡Desconozco tantas cosas! XD Menos mal que existen blogs como este.
ResponderEliminarUn saludo.
Me alegro de que la entrada te haya sido útil. McBain es un escritor que te recomiendo calurosamente si te gusta la novela negra.
EliminarNo tenía ni idea de ninguno de los dos, realmente lo de O'Brian es de chiste, si no fuera pq va en serio XD
ResponderEliminarHe intentado seguir la serie de Aubrey pero el vocabulario naval me puede, pero lo atacaré tarde o temprano...
Nit, como lectora apasionada de la serie Aubrey-Maturin, te aconsejaría que simplemente pases por encima del vocabulario naval. Yo no sé nada de barcos, pero disfruto enormemente de las tramas, los personajes y los diálogos de O'Brian.
ResponderEliminarYo también he sido pillado "in albis". Lo único que sabía era lo de "tengan cuidado ahi afuera". Que maravilla de serie.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo en que para muchos lectores (y lo que es peor, para muchos escritores) el ser un escritor de género es un criterio de descalificación inmediato, escribas como escribas. Y si ese "género" es la Fantasia, la ciencia ficción o el policiaco (en mi opinión, por ese orden), ya no digamos. Autores como Tolkien, Philip K Dick o Dorothy L. Sayers parece que tendran que estar toda la eternidad demostrando lo que valen, mientras otros se sentaron en sus laureles a "verlas venir".
Bueno, no conocía a ambos autores (me sonaba el nombre de ambos únicamente), asi que también entono el mea culpa (hoy tengo el latín subido). Y a mi si me gusta la literatura de género. Y más de esos tres géneros. Asi que tendré que investigar.
Y tendré cuidado ahi afuera (la www es mas peligrosa que Hill Street)
Oscar, te advierto que como te enganches a alguno de ellos (yo te recomendaría ambos, la verdad), los dos tienen unas series larguísimas. Yo creo que he conseguido leer todo McBain (a menos que me falte alguno de los volúmenes que cuesta conseguir), pero aún no he terminado con O'Brian. Pienso hacerlo, desde luego.
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