John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

viernes, 6 de abril de 2012

¿QUÉ BUSCAN LOS EDITORES?

Dos de las ediciones de Animal Farm (Rebelión en la granja),
de George Orwell
Hace unos días, hablando de John Kennedy Toole, comentaba que su obra -luego considerada todo un clásico- fue rechazada por innumerables editores. No es, ni mucho menos, un caso raro en los anales de la edición. Creo que no exagero si digo que la mayoría de los escritores han pasado por la experiencia de ver que su manuscrito era rechazado por algún editor (o incluso muchos). Han trascendido y se han hecho populares los casos en que luego, al conseguir por fin ser publicada, la obra se ha convertido en un éxito. Como la saga de Harry Potter, Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach (cuentan que su agente llegó a decirle: “Mira, está claro que no les interesa la historia de una gaviota parlante”), o la famosa negativa de Gallimard a publicar En busca del tiempo perdido de Proust. Lo que demuestra que el rechazo afecta a todos los géneros y niveles del registro literario. Incluso un escritor/editor de la talla de T.S. Eliot rechazó Rebelión en la granja de George Orwell. Estos aparentes disparates -ya que con su rechazo la editorial perdió sustanciosos beneficios- llevan a preguntarse, ¿qué es lo que impulsó a los editores en cuestión a rechazar estas obras? La respuesta fácil es caer en el lugar común de que "los editores no tienen criterio" o "no saben reconocer el genio". Pero, por citar sólo a los dos cuyas identidades conocemos, ni André Gide -lector por aquel entonces en Gallimard- ni Eliot estaban faltos de gusto o de sensibilidad literaria. Entonces, ¿por qué costó tanto que alguien se diera cuenta del valor de estas obras? Vamos a intentar explicarlo y, de paso, iluminar un poco los mecanismos del engranaje editorial. Los ejemplos que hemos citado son en este sentido muy reveladores. En todos los casos se trata de obras que se salen de lo habitual, que no se ajustan a un género o a un molde preestablecido y que, por eso mismo, representaban una incógnita respecto a cómo iban a reaccionar los lectores ante ellas. Los gustos del público lector, como todo, están sujetos a modas, varían según los momentos y las tendencias de la sociedad. La labor del editor -y su negocio, puesto que las editoriales (algunos lo olvidan) necesitan vender libros para seguir existiendo- consiste en detectar esas tendencias y, a ser posible, en anticiparse a ellas. Pero cada libro que se publica supone un riesgo económico, y a nadie le gusta lanzarse al vacío. Porque, ¿cómo convencer a un distribuidor o a un librero de que una historia de una gaviota parlante va a atraer a miles de lectores? ¿O una fábula para adultos protagonizada por animales de granja, cuyo lema es "Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros"? Tampoco el humor que permea La conjura de los necios es fácil de clasificar (mucha gente aún hoy no logra comprender qué gracia tiene). En cuanto a Harry Potter, nadie podía prever que las aventuras de un niño en una escuela para magos, con una extensión excesiva para los parámetros habituales en la literatura infantil, serían devoradas no sólo por millones de jóvenes, sino también por miles de adultos (sus editores ingleses llegaron a lanzar una versión con cubiertas "adultas", porque a algunos lectores les daba apuro que les viesen con un libro para niños entre manos).

La versión adulta de uno de los volúmenes de la serie
La tendencia -eso es muy evidente en los grandes grupos- es a atenerse a lo que "se lleva", a lo que sigue los caminos trillados. Lo que se salga de ellos representa un riesgo, una aventura que a veces es recompensada con el éxito, pero que muy a menudo acaba en estruendoso fracaso y varios miles de ejemplares en los ya atiborrados almacenes del editor. Por suerte para todo el mundo, siempre han habido y sigue habiendo editores dispuestos a jugarse el tipo. Resulta irónico que, una vez consolidado el éxito, a todo el mundo le parezca evidente. Es fácil hablar a toro pasado.

8 comentarios:

  1. Es interesante tu reflexión sobre el tema de los editores, ¿por qué unos libros si son apoyados y otros no? Como bien dices, grandes obras hoy en día reconocidas, fueron en su día rechazadas una o varias veces, y esto se debía a la rareza de su temática.
    Pero hemos de agradecer que haya editores que ven más haya y, por ellos, tenemos hoy en día grandes obras reconocidas como se merecen. La pena es que los propios autores en algunos casos no lleguen a ver el reconocimiento de su trabajo.

    Un saludo!

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    1. Desde luego, el tema da para reflexionar. Me consta que la inmensa mayoría de lo que se rechaza es porque realmente no vale la pena. Pero aún así, queda un porcentaje de obras válidas, incluso muy buenas, que por un motivo u otro no encuentran editor. ¡Imagina cuántas nunca llegaremos a conocer!

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  2. Leí ayer tu entrada y recordé un libro que tengo por casa, A passion for books, donde entre otros muchos ensayos y textos sobre libros, hay una lista con varios libros que han sido rechazados muchas veces por los editores: Auntie Mame, por ejemplo. Lo cierto es que viendo algunas de la lista que he podido leer, me asombra que costara tanto que se publicaran, lo que me ha llevado a preguntarme sobre los criterios de los editores y sobretodo, si entre los autores llegan a algún punto en el que consideren que nadie publicará su obra. En fin... preguntas que se acaba haciendo una.

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  3. Le he echado un vistazo a ese libro en Amazon y tiene una pinta estupenda. Casi que me lo voy a pedir. Ya sabes que todo lo que tenga que ver con libros me interesa.¡Gracias por la pista!

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  4. Entiendo que la editorial es un negocio y que cuantos más éxitos publicados tenga es probable que esté dispuesta a publicar proyectos más arriesgados. Pero, me desagrada la figura del editor que entiende la publicación como un simple negocio donde ganar dinero. Quizás es que tengo una visión romántica del asunto, pero me gusta imaginar a un editor cuyo olfato le permite captar precisamente aquello que es bueno y que no sigue la estela de los éxitos editoriales de la competencia. Una editorial debe tener su propia línea de publicación. Y me gusta pensar que el editor tiene también un pequeño punto de locura que le iguala a la del escritor que se pasa meses encerrado intentando escribir un libro, y que no sabe a ciencia cierta si nunca llegará a ser publicado.

    Las editoriales para mí tendrían que ser especialmente honestas, por ejemplo, creo que es mejor enviar una carta de rechazo a un manuscrito diciendo: “No admitimos más manuscritos de escritores noveles”, que por ejemplo marearte la perdiz durante meses y meses para que al final el escritor se entere de que lo han rechazado cuando desde un principio no había seguramente ninguna posibilidad de ser publicado (que conste que no sé hasta que punto exagero o hasta que punto es realmente así).

    Lo mismo con los premios literarios, que la mayoría son un entramado de triquiñuelas donde está todo previamente pactado, entre agentes de reconocidos escritores y las editoriales que pagan el premio.

    Decía Alberto Manguel que un editor debe tener también un compromiso, de publicar un libro por el simple hecho de que crea que es importante publicarlo, dejando un poco de lado también el criterio económico.
    Las editoriales al menos han reducido las tiradas iniciales, y eso les permite que el riesgo inicial tampoco sea tan alto para que no tengan un mínimo de valentía.

    Lo más triste es lo que comentábais antes; el sospechar cuántos Shakespeares se habrán quedado en la cuneta de la historia literaria, por no haber encontrado en su camino la figura de un buen editor.

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    1. Vigo, si bien es cierto que la visión del editor como una especie de mecenas de la cultura está teñida de romanticismo, lo cierto es que la mayoría de editores se meten a esto porque realmente aman los libros. Que luego puedan seguir sus instintos y publicar lo que quisieran es otro asunto, que tiene a menudo más que ver con la economía que con la voluntad de cada uno.
      En cuanto a esos libros maravillosos que nunca verán la luz, quiero creer -quizá ahí soy yo la romántica- que a toda obra realmente válida le llega su oportunidad, tarde o temprano. Pero, claro, nunca lo sabremos.

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  5. Muy interesante el artículo. Yo quiero creer que la buena obra tarde o temprano sale a la luz. Me consta que hay editores que siguen publicando a un autor por cariño, porque en algún momento fueron muy leídos o dieron dinero a la editorial, porque no se les puede decir que no a ciertas alturas, etc... Y por el contrario, también se editan libros arriesgados a autores noveles, y muchos editores se pegan la hostia y apechugan. Lo que dice Vigo de Manguel es capital. hay libros que "deben publicarse". Lo de "libros buenísimos sin haberse leído jamás" es algo que no me interesa. Hay tanto editado y tanto por leer que la arqueología me parece una tontería.

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  6. Estoy contigo, Otto. El oficio de editor suele ser vocacional (hay más editores arruinados que millonarios)y muchos de ellos son capaces de apostar por autores que saben perfectamente que no les darán dinero, sólo porque creen en su valía. A cambio, a veces hay que publicar cosas que uno sabe que no vale mucho, pero que es comercial.

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