Durante las pasadas semanas, los invitados que han pasado por este blog han tenido la amabilidad de mostrarnos sus bibliotecas. Aunque ninguno las ha cuantificado exactamente, se ha hecho evidente que todos ellos poseían una cantidad notable de libros. ¿Son muchos? ¿Son pocos? Todo depende de con qué se compare. Indudablemente, siguen existiendo muchos hogares en los que hay más televisiones que libros. Pero hoy en día, para los grandes lectores es normal, y casi inevitable, tener cientos (más bien miles) de libros en su biblioteca personal. Con tanta abundancia, a menudo olvidamos que no siempre ha sido así. Nos quejamos de que los libros son caros -¿comparados con qué? unas cuantas cañas de cerveza te salen más caras-, pero lo cierto es que posiblemente nunca en la historia los lectores hayamos tenido a nuestro alcance tanta variedad de libros a precios tan asequibles.
Sin necesidad de remontarnos a los códices medievales, carísimos de producir (había que matar muchos animales para conseguir el pergamino, por no hablar de todas las larguísimas tareas que erna precisas hasta conseguir un solo códice), aún en tiempos de la imprenta los libros siguieron siendo un lujo durante varios siglos. De modo que hasta los lectores más apasionados podían atesorar sólo unos pocos. Recordemos, sin ir más lejos, que un lector tan ávido como el hidalgo Alonso Quijano, que según nos cuenta Cervantes llegó a trastornarse por tanta lectura, tenía en su nutrida biblioteca algo más de cien libros. Y eso ya les pareció al licenciado y al ama una barbaridad:
Pidió las llaves a la sobrina del aposento donde estaban los libros autores del daño, y ella se las dió de muy buena gana. Entraron dentro todos, y el ama con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de libros grandes muy bien encuadernados, y otros pequeños; y así como el ama los vió, volvióse a salir del aposento con gran priesa, y tornó luego con una escudilla de agua bendita y un hisopo, y dijo: tome vuestra merced, señor licenciado; rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten en pena de la que les queremos dar echándolos del mundo. Causó risa al licenciado la simplicidad del ama, y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego. No, dijo la sobrina, no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores, mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un rimero de ellos, y pegarles fuego, y si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.
La quema de libros de Don Quijote. Grabado de Fernando Selama |
Por supuesto que los avances de la imprenta trajeron consigo andando el tiempo una rebaja de precios. Pero aún así, las bibliotecas de varios miles de volúmenes siguieron siendo durante mucho tiempo cosa de ricos o de estudiosos. Una biblioteca de cuarenta mil volúmenes, como la que dejó al morir Menéndez y Pelayo, seguía siendo en 1912 una cosa extraordinaria. Durante el siglo XX, a medida que el proceso de fabricación del libro se fue haciendo menos artesanal -con inventos como la linotipia, la imprenta offset o la rotativa- su precio se fue abaratando, hasta llegar a la definitiva popularización de precios que se produjo gracias el libro de bolsillo. Y de ahí sólo hay un salto hasta las colecciones de quiosco que -aunque dejen que desear por lo que respecta a calidad- ofrecen los libros a precios realmente reventados. Así, cualquier lector habitual con un poder adquisitivo medio llega a hacerse a lo largo de su vida, sin mucho esfuerzo, con una biblioteca que hubiera vuelto loco de verdad a Alonso Quijano. Y al propio Cervantes, quizás.
De modo que nos quejamos porque los libros son caros. Pues miren, no sé. Más cara es la ignorancia.
Un buen libro no tiene precio y por uno malo siempre se paga demasiado, sobre todo por el tiempo que se malgasta en leerlo. Aún así, siempre es mejor leer cualquier cosa, por pésimo que sea un texto puede ser capaz de aportar algún nuevo concepto, que no leer nada.
ResponderEliminarNo sé, Niágara, yo tampoco diría que es mejor leer cualquier cosa que no leer, porque hay cada bodrio... Aunque esto lo dice alguien que, cuando no tiene nada a mano para leer, es capaz de leer hasta los prospectos de los medicamentos ;)
EliminarUna entrada en el estadio Santiago Bernabéu, 70€; una cena romántica para dos, 110€; la camiseta del Barça para el niño, 70€; una ronda de gin-tonics para tus seis amigos el día de tu cumpleaños, 70€; viajar a Sevilla en el AVE, 130€; unos zapatos Camper, 120€.
ResponderEliminarPrecio medio de un libro, 18€.
Ser socio de una biblioteca pública, 0,00€.
Si usted no quiere leer, no lea. Pero, al menos, sea ingenioso a la hora de buscar excusas.
Saludos, Elena, y buen verano!!!
Exactamente, todo depende del valor que uno le dé a cada cosa. A mí me produce más placer comprarme un libro que unos zapatos, la verdad...
EliminarLos libros son caros comparados con los libros. Cuando un no lector dice que los libros son caros, hay que recordarle los precios que propone JCV, pero cuando un lector (español) se queja de que los libros son caros, lo hace comparándolo con países como USA o Inglaterra.
ResponderEliminarDe todas maneras, yo también creo que las excusas no son válidas: para el que desea leer hay una excelente red de bibliotecas públicas y para el que además le gusta tener, pues hay un mercado de segunda mano a precios más que asequibles.
Un saludo Elena.
Eso, no hay excusas. Afortunadamente (y crucemos los dedos, quién sabe lo que ocurrirá mañana) en este país hay bibliotecas. Pero mi intención con este post era más bien subrayar que a todos nos parece de cajón tener muchos libros y que sean asequibles: en este sentido, somos verdaderos privilegiados.
EliminarSi el licenciado y el ama del señor Quijano vieran nuestras bibliotecas, les daría un síncope...
ResponderEliminarSé que para la edad que tengo, tengo muchísimos libros y para tenerlos también renuncio a cosas, pero también sé que la sensación que me produce leer un libro (además de lo que me da) es mucho mejor que una noche de discotecas y borrachera, además de que sale más barata y sus efectos duran más, a la larga. En fin... además de los libros me gustan más cosas (Elena, yo sí que disfruto comprando zapatos y me gusta el fútbol ;) ) pero es algo a lo que no podría renunciar.
Bueno, en mi caso no tiene ningún merito que me gaste el dinero en libros y no en discotecas, porque para visitar una de ellas creo que deberían pagarme ellos a mí... y aún:)
EliminarHombre, pues yo disiento parcialmente. Durante mucho tiempo me convencía a mi mismo de que mis gastos en libros estabna justificados porque eran "lo que no me gasto en cubatas el fin de semana" (y mucho menos en una entrada de fútbol, con todos mis respetos). Pero es que resulta que entiendo perfectamente que una entrada de futbol o incluso un cubata sean mucho más caros que los libros. Los libros deberían tener precios bajos o muy bajos, porque a fin de cuentas se pueden criar generaciones sin cubatas (o con pocos cubatas), pero dificilmente sin libros.
ResponderEliminarHay que tener en cuenta que los libros de la época de Menendez Pelayo serían buenas ediciones destinadas a pervivir. Mi biblioteca tiene un volumen altísimo de ediciones en papel pésimo que se deteriora a ojos vista.
Y como siempre resalto (lo siento, se que soy un pesado), en este país los libros cuestan siempre entre un 30 y un 50% más que en Gran Bretaña o Estados Unidos. Eso dificulta el acceso a muchos libros. Se que se pueden usar las bibliotecas, pero no es ese el tema ahora.
Por cierto, siguiendo las tradiciones en la era digital, también los ebooks son caros por aquí. Creo que somos los únicos que tenemos que pagar los ebooks casi al mismo precio que los libros "físicos".
Por tanto para mi los libros si que son caros, muy caros. O por decirlo de otra forma, creo que deberían ser más baratos.
Oscar, cierto que los libros son más caros aquí que en USA o UK, pero hay que tener en cuenta varios factores.
Eliminar1)su mercado es mayor (mucho, en el caso de USA) y por lo tanto las tiradas medias también lo son, lo que para el libro físico abarata el coste unitario. Lo del ebook es otra guerra, pero también tiene algo que ver (por no entrar en el complejo entramado de pactos entre las grandes editoriales y las plataformas como Amazon).
2) Allí no hay ley del precio fijo. Si te fijas, en los países de nuestro entorno que sí tienen ley del precio fijo, como Alemania o Francia, los precios de los libros son bastante similares a los de aquí.
O sea, no es que no se puedan comparar los precios, pero sí que hay que tener en cuenta numerosos aspectos que impiden hacer una comparación lineal.
Pero vaya, esto daría no sólo para otro post, sino para escribir varios tomos.
Hombre, Elena, mucho mas grande en USA, pero poco en UK (oficialmente unos 61 millones de habitantes). ¿Tendrá algo que ver el volumen de lectores por metro cuadrado, que estoy seguro es mucho mayor allí?. Y efectivamente, en Francia y Alemania he comprobado en mis carnes (y mi tarjeta de crédito) que los precios son similares.
EliminarPero yo creo, Elena, que precisamente si que se pueden comparar el precio, porque precisamente es que la ley del precio fijo es una lacra... bueno, me callo, que como bien dices, esto es ya harina de otro costal.
Interesante entrada, como siempre.
Saludos.
Casi aplaudo al leer la frase final. Toda la razón.
ResponderEliminarA mí que se queje un lector empedernido del precio de los libros no me molesta, porque al menos sabe de lo que habla. Pero que se queje alguien que compra el libro de Sant Jordi y poco más al año y no tiene reparos en malgastar el dinero de otra forma (en mi opinión, claro) sí que me repatea. A partir de ahora creo que responderé con tu frase.
Desde luego, los únicos que tienen derecho a quejarse son los lectores (y compradores) empedernidos. ¿Quizás habría que sugerir a editores y libreros un descuento según las cantidades que uno compra (cuanto más libros se compran, más baratos te salen)? Eso sí que sería promocionar la lectura...
EliminarEstoy bastante de acuerdo. Sin embargo,en mi país tenemos uno de los impuestos más altos al libro del mundo, de un 19%, tras la dictadura de Pinochet. ¿Te parece justo que en Chile debamos pagar el triple de lo que la gente paga en libros en Argentina, donde son mucho más baratos?
ResponderEliminarYo siempre compro libros, pero aun así me duele que tenga que pagar por ellos un 19% de impuestos, casi lo mismo que pagaría por drogas, alcohol y cigarros.
La cultura debería ser barata. Sino gratis, barata al menos ¿no te parece?
Un saludo!
Una cosa es que los libros cuesten lo que deben costar(al fin y al cabo, detrás hay toda una serie de labores de escritores, maquetistas, editores, diseñadores, impresores, encuadernadores...) y otra es que el Estado se dedique a gravar los productos culturales. Aquí el libro aún se salva, por ahora, pero acaban de gravar con el tipo máximo (21%) el cine y el teatro. ¡Temblemos!
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