John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

sábado, 19 de junio de 2010

ALDO, EN CURSIVA

Le debemos tanto a Aldo... Aldo Manuzio (o Teobaldo Manucci, en versión original), tan enamorado de la Antigüedad clásica que se hizo llamar Aldus Pius Manutius, fue un humanista e impresor veneciano del siglo XV, eminente helenista, filólogo y gran editor. Merecería que le dedicase mucho más espacio, y tal vez lo haré en otro momento, porque se trata de un personaje capital para la historia de la imprenta y de la cultura en general. Pero me ocuparé aquí sólo de una de sus facetas, la de introductor de la letra cursiva en los tipos de imprenta. Entendámonos, la letra cursiva ya existía en los manuscritos medievales; los batallones de escribas que desde los monasterios y las cancillerías se encargaban de transmitir la cultura desarrollaron un tipo de escritura clara y uniforme, con letras redondeadas y, sobre todo, legible, que se llamó "minúscula carolingia". Aldo Manuzio aspiraba a poner la cultura clásica al alcance del gran público y para ello realizó no sólo una gran labor filológica de recuperación de originales griegos y latinos -Aristóteles, Tucídides, Sófocles y Herodoto son algunos de los autores que editó-, sino que ideó un formato de libro más pequeño que el habitual, el octavo (respecto a los formatos, veáse mi entrada del 3 de junio pasado), e inspirándose en los manuscritos antiguos, hizo diseñar a Francesco Griffo una tipografía inclinada que daba cabida a mayor cantidad de texto por página que la romana. Esta letra se hizo tan característica de sus ediciones que se llamó aldina y en los países anglosajones se conserva para ella el nombre de itálica. Gracias a esto logró abaratar los costes de edición y sus libros se hicieron muy populares en Europa. Tanto éxito atrajo inevitablemente a competidores, y pronto surgieron numerosas copias de las ediciones aldinas, sobre todo en Lyon. Como sucede  hoy en día con las imitaciones de artículos de marca, los "falsos aldinos" lo imitaban todo, incluso el bonito emblema de su imprenta, el áncora y el delfín.
Actualmente, la cursiva no suele emplearse nunca para componer la totalidad de un libro, sino para resaltar determinados fragmentos o palabras. Aunque es cierto que las cursivas de la mayoría de las tipografías resultan menos legibles que su versión redonda, hay que reconocer que algunas son especialmente bonitas. Yo, al menos, soy una gran admiradora de la cursiva Palatino.

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