John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

miércoles, 22 de diciembre de 2010

DOS CLASICISTAS

Debe ser la mía de las últimas generaciones que en este país estudiaron latín y griego en el colegio y, contrariamente a lo que los actuales planes de educación pretenden, ambos me han sido muy útiles andando el tiempo. Siempre que entro en una iglesia y me topo con un montón de lápidas escritas en latín me pregunto si es posible que haya licenciados en historia o en arte que no sean capaces de descifrarlas. Me temo que la respuesta, en las actuales circunstancias, es que sí. Confieso pues de entrada mi debilidad por todo lo que hace referencia a la Antigüedad clásica, debilidad que se hace extensiva a los clasicistas. Aquí tenemos la fortuna de contar con algunos clasicistas notables, como Carlos García Gual, que consigue ser sabio, ameno y profundo, al tiempo que una persona encantadora. Sin embargo, el de los estudios clásicos ha sido tradicionalmente -es algo que va cambiando, pero muy poco a poco- un territorio masculino. Por eso, al hilo de la noticia de la desaparición de una insigne helenista francesa, Jacqueline de Romilly, me parece oportuno dedicarles una entrada a dos mujeres que han destacado en este campo y nos han dado obras que no sólo son eruditas, sino que tienen la rara capacidad de llegar a un público muy amplio.
Jacqueline Worms de Romilly, primera mujer en entrar a formar parte del Collège de France y segunda admitida en la Academia francesa (después de Marguerite Yourcenar), murió hace unos días, a los 97 años fecundos y bien vividos. Era especialista en esa época esplendorosa de Atenas, el siglo V a.C. Según confesaba, pasó "más tiempo con Pericles y Esquilo que con ningún otro hombre". Autora de numerosísimas obras sobre la Grecia antigua y su cultura,  reivindicó sin descanso la enseñanza de las lenguas clásicas, que para ella eran la base de la mayoría de las ideas contemporáneas. En agradecimiento por su labor, le fue otorgada la nacionalidad griega, además de numerosos honores y distinciones. Sólo una pequeña parte de su obra está traducida al español, entre ella cabe destacar Los grandes sofistas y Alcibíades.
Mary Beard, por su parte, es la viva demostración de que se puede ser clasicista y marchosa. Profesora de lenguas clásicas en Cambridge y editora responsable de los clásicos en el Times Literary Supplement , ha sido denominada "la clasicista más conocida de Gran Bretaña". Tiene un divertido blog, A don's life, sobre cultura antigua y moderna, donde hace gala de su fina ironía y emite con frecuencia comentarios políticamente incorrectos. Personalmente, lo encuentro una delicia. Su libro más reciente, The Roman Triumph se centra en los homenajes que los romanos otorgaban a sus militares vencedores y no sólo ilustra numerosos aspectos del mundo romano -políticos, sociales, religiosos-, sino que nos obliga a reflexionar sobre cuánto hay en nuestra cultura que deriva de ellos. Los príncipes del Renacimiento recibieron homenajes calcados de los romanos, así como Napoleón o Mussolini. Basta pensar, por otra parte, en los numerosos "arcos de triunfo" que adornan tantas ciudades europeas. Y ¿qué otra cosa sino un remedo de los romanos son esos paseos triunfales de los equipos de fútbol victoriosos encaramados a un autobús? 
Lo dicho, sin conocer la cultura clásica, no es posible desentrañar las claves de nuestra sociedad.
Por suerte, hay personas como Jacqueline de Romilly y Mary Beard para recordárnoslo.

Mary Beard en Pompeya

3 comentarios:

  1. Yo estudié latin y griego en el bachillerato. Nunca lo he mirado desde el punto de vista de la utilidad, como tantas otras materias, sino de la formación y la cultura. La antiguedad clásica no es mi época aunque la estudié, claro. No sólo estudié esta época en la licenciatura sino en un master posterior. No conocía, sin embargo, a estas dos historiadoras que mencionas y que me parecen muy interesantes.

    Es verdad que ahí están las claves de nuestra sociedad, positivas pero también negativas.

    Bonita entrada, Elena.

    Un abrazo.

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  2. Por suerte, se sigue enseñando latín y griego en secundaria, aunque cada vez menos. A eso me dedico yo, de hecho. A enseñar cómo cazar dragones a unos pocos románticos que todavía quedan. Y, sí, lo hago convencida de que latín y griego -sobre todo, el primero- ordenan la mente; de que les dan la oportunidad a los chavales de conocer un mundo exótico y cercano a un tiempo; y de que no sólo importa aquello que se enchufa. Y Mary Beard es incombustible. ¡Qué energía y qué talento!
    ¡Saludillos!

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  3. Laura, no sé si me explicado bien: cuando hablo de utilidad me refiero a que saber griego y latín te sirve para muchas cosas que aparentemente no tienen nada que ver con ninguna de estas dos lenguas que llaman muertas, y que a mí me parecen tan vivas. Y tan hermosas.

    CEci, qué bien saber que hay gente que sigue estudiando lenguas clásicas. Aunque sea poca. He tenido oportunidad de tratar a algunos jóvenes licenciados en clásicas y todos me han parecido personas muy interesantes y llenas de inquietudes culturales. Cosa que no se puede decir de todos los universitarios, desde luego.

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