La película de Roman Polanski El escritor se ha llevado todos los premios importantes del cine europeo, merecidamente. El título español es muy anodino y no da la clave del argumento, cuando el original, The Ghostwriter (el escritor fantasma) alude directamente a esa figura de la industria editorial que aquí llamamos "negro". La figura del "negro literario", bastante establecida y aceptada en países como Estados Unidos, tiene muy mala prensa en nuestro país, o la tenía hasta hace poco. Cuando se habla de este tema, hay a veces cierta confusión de conceptos. Algunas personas -incluyendo a algunos escritores, que en general no son los más exitosos ni los más publicados- arrastran un concepto romántico de lo que es un escritor, como si se tratase de una especie de llamada divina, un oficio lleno de nobles ideales que no debe ser ensuciado por ningún afán mercantil. Y no, el escritor -me refiero al que pretende vivir de su pluma- está sujeto a las demandas del mercado y suele ser muy consciente de qué es lo que pide el público (o su editor, en representación del mismo). No es por tanto en absoluto un desdoro escribir una obra por encargo. Lo que sí entra en un terreno más dudoso es escribir por encargo una obra que saldrá publicada con la firma de otro: el verdadero negro literario es el que desaparece como autor y vende su autoría a otro. El caso más conocido es seguramente el de Alejandro Dumas y su factoría de escritores en la sombra, entre los que destacó Auguste Maquet. La maledicencia y el humor popular acuñaron algunas falsas anécdotas a este respecto, como la que cuenta que Dumas se encuentra con un amigo y le pregunta si ha leído su último libro y éste le contesta: "Sí, ¿y tú?". Sin embargo, en ocasiones es absolutamente necesaria la figura del escritor profesional. Me refiero sobre todo a las autobiografías de actores, politicos o celebridades de cualquier tipo que pueden ser los mejores en su terreno, pero que no tienen por qué saber escribir. En esos casos, se recurre a un profesional que partiendo de los papeles del personaje en cuestión o a través de entrevistas sea capaz de redactar unas "memorias" mínimamente legibles. Este tipo de trabajo -nada fácil, por otra parte- suele estar bien remunerado y el escritor o bien se aviene a que su nombre se omita del todo en los créditos, o se conforma con una mención del tipo "con la colaboración de...". No obstante, cuesta creer que el público se trague que ciertos personajes hayan sido capaces de escribir por sus propios medios esas autobiografías. Aunque algunos de ellos se empecinan en fingirlo. Resulta especialmente gracioso, por ejemplo, leer en las primeras páginas de la de Tony Blair, A Journey -máxime después de haber visto la película de Polanski, que se basa de manera tan descarada en este político- su descripción de cómo ha escrito el libro "en cientos de blocs de notas", absorto en su tarea hasta el punto de "rechazar llamadas " e incluso, al final, de "prescindir hasta de mi Blackberry". Creo que su negro debe haberse divertido un rato escribiendo esto.
De todos modos, el oficio de negro parece estar saliendo de las cavernas. Si alguien necesita uno, en la red encontrará varias interesantes ofertas de negros literarios, como la de Escritores por encargo, que prometen hacer cualquier cosa, desde una novela hasta la historia de una empresa, con la máxima profesionalidad y sin firmar. Así, el que no escribe un libro, es porque no quiere.
Pues no se si me gusta más la anécdota de Alejandro Dumas o la historia de la autobiografía de Blair. Que bueno, ni siquiera hacerle caso a su Blackberry (de su esposa ya ni hablemos). Seguro que las escribió en Moleskines compartiendo notas via e-mail con George Bush. De todas formas ese tipo de libros tiene su público (como casi cualquier tipo de libros) y cada vez más, me abstengo de criticar a los que los leen y mucho menos a los que los escriben. No engañan a nadie, salvo a los que quieren creer que realmente han sido escritos por el protagonista (que habitualmente son los mismo que van al mítin o al concierto de turno o ven el programa de Ana Rosa de turno). Si les da mucho dinero a los que los escriben, me alegro por ellos, que no todo quede en las arcas de Blair y compañía. Realmente a quien se odia habitualmente no es al negro, sino a quien se aprovecha del negro. No creo que nadie sepa quien escribió el libro de Ana Rosa Quintana, pero todo el mundo recuerda la anécdota despreciando en mayor o menor medida a AR. Me asalta la duda: ¿Habrá escrito George Bush sus memorias "Decision Point" (toma título)?¿o habrá sido un negro?. Espero que haya sido un negro..... Si sabe leer por los pelos (Bush), lo cual, evidentemente no es óbice para ser político...
ResponderEliminarEn fin, este tema de los "negros" parece que viene de lejos y a mi me disgusta bastante. Un autor debe ser responsable de su obra, no me cabe en la cabeza otra cosa, la verdad.
ResponderEliminarAsí que los que usan y abusan de los "negros", son negreros.
Interesante entrada, Elena.
Un beso.