Fin de semana, al fin. Quien más, quien menos, aprovechará para relajarse, probablemente acompañado de un buen vaso de algo alcohólico, ya sea una simple caña de cerveza, un gin-tónic o un buen whisky de malta. Mientras degustamos estas u otras bebidas e intentamos olvidar las preocupaciones de la semana y las poco estimulantes noticias del diario, dediquemos un pensamiento a esos escritores -y fueron unos cuantos- que hicieron de la bebida casi un modus vivendi. Algunos juraban que sin alcohol eran incapaces de escribir, para otros el alcohol era más importante que la escritura, y los de más allá simplemente no podían vivir sin él. Quizá llevaban razón, o quizá era un modo de engañarse y hubieran producido obras mucho mejores de haberse mantenido sobrios. ¿Quién sabe? No somos nadie para juzgar. Posiblemente el alcohol acortó la vida de unos cuantos, pero ¡menudas juergas se corrieron entretanto! Ya lo dijo Charles Bukowski: "Si te pasa algo malo, bebes para intentar olvidarlo; si pasa algo bueno, bebes para celebrarlo; y si no pasa nada, bebes para ver si pasa algo." Claro que todo está en la mesura, como advirtiera muy juiciosamente Dorothy Parker en su divertido poemita:
I wish I could drink like a lady
I can take one or two at the most
Three and I’m under the table
Four and I’m under the host.
(Quisiera saber beber como una dama/ Mas como mucho puedo tomar uno o dos/Si son tres, acabo debajo de la mesa/ Si son cuatro, debajo del anfitrión.)
Por cierto que ella era aficionada al Whisky Sour, que no es precisamente una bebida floja. Yo, lo confieso, acabaría debajo de la mesa antes de terminar el segundo. En fin, si están con la botella en la mano, prestos a rellanar su vaso, no digan que no se lo advertimos. Incluso Scott Fitzgerald, que acabó prácticamente macerado en alcohol, lo decía: "Primero te bebes una copa, luego la copa se bebe una copa y por fin la bebida se te bebe a ti." Si a estas alturas aún les funciona alguna neurona, ahí va una sencilla pregunta de un test sobre escritores y bebida de Amy Sedaris (que pueden escuchar completo aquí). En América suele decirse que están los grandes bebedores y luego está Jack Kerouac. Este notorio bebedor se emborrachó tanto un día que hizo una de estas tres cosas:
a) Asó, troceó y se comió un neumático de la marca Goodyear
b) Se alistó el mismo día en la Armada, los Guardacostas y la Marina mercante
c) Contrajo matrimonio con una ascensorista de 47 años que no hablaba una palabra de inglés
No es tan fácil adivinar la respuesta, ¿verdad?*
*Bien, pues es la b). Cuando despertó de la borrachera, se encontraba a bordo de un barco de la Marina mercante. Hubiera podido ser peor.
Te paso un texto de Alejandro Rossi :
ResponderEliminar¿qué piensa del whisky?
¡Caramba, al fin me hace usted una pregunta que me puedo responder inequívocamente! El whisky, señora, es la mejor bebida del mundo. Es una medicina disfrazada de bebida alcohólica. Posee maravillosas virtudes terapéuticas. Pregúntele usted a cualquier médico. Baja la presión, es vasodilatador y mil cosas más. Eso desde una visión mezquinamente fisiológica. Desde una más espiritual le hablaría en particular de los primeros dos whiskys, cuando se produce esa leve distancia con la realidad. Estamos en perfecto control, pero los objetos se han alejado unos metros y los contemplamos con nítidez de dibujante. Ya no exigen decisiones, respuestas, actitudes, sino que, repito, los contemplamos. Un momento maravilloso. ¿Sabe usted a qué se parece? A quitarse una camisa sucia y lavarse las manos. Lamentablemente somos víctimas de nuestra biología, de nuestra resistencia, de nuestro hígado y, en mi caso —me ampara una larga experiencia para afirmarlo—, advierto que el tercer whisky empieza a modificar la situación y da paso a un tono polémico y guerrero. Hasta el segundo soy una persona que puede pasar por serena y hasta agradable. Me encanta tomarlo solo y alcanzar esos instantes de paz y de objetividad. Sí, quitarse la camisa sucia de las horas torcidas y mojarse las manos con unas gotas de agua de colonia 4711, la auténtica, por supuesto. Ahí me introduzco en los terrenos de la felicidad. Mi consejo es comenzar a beber en México, a partir de las ocho de la noche. Mi abuelo materno, gran aficionado al whisky, notable especialista, solía aconsejarme: “Nunca bebas whisky antes de las siete de la noche”.
El problema de la bebida es que parece que sólo pueden disfrutarla los escritores, ya que son ellos los que aprovechan las consecuencias que tiene para su capacidad creativa. El lector, sin embargo, no puede excederse en su uso, pues no tardará en ver bailar las letras ante sus narices y poco placer extraerá de ello salvo el de dejarse resbalar sobre el asiento y dormir plácidamente.
ResponderEliminarME he acordado (y rebuscado) de una cita de Giovanni Papini:
ResponderEliminar"Me gusta saber que Dante frecuentaba la taberna, que Shakespeare trasnochaba y bebía, que Maquiavelo jugaba al triquitraque con los carreteros, que Beethoven se pasaba las horas muertas en la cervecería, y que Miguel Angel gustaba de las cenas alegres y de las chanzas".
Y ahora estoy (soy muy pesadito, lo se) releyendo a Hemingway, y en ciertos pasajes de "El jardin del Eden", el elogio del alcohol es tan, pero tan ardiente, que a uno se le seca la garganta y uno grita "Traeme algo de beber".
Sherwood Anderson, por ejemplo, murió al sentarle mal un martini, que le perforó el colón y le causó una peritonitis. A veces, un cocktail o el alcohol sólo no es peligroso beberlo durante años, una sola copa mira lo que puede hacer.
ResponderEliminarMe hace gracia que hayas escrito esto justo el día en que he descubierto lo estilosos que llegan a ser los cocktails (con precaución, claro)
Besos
Francis, gracias por ese divertido texto. Y me parece un sabio consejo ese de "Nunca bebas whisky antes de las siete de la tarde".
ResponderEliminarJuan Manuel, ¡pero qué placer estar tumbado en un sofá con un buen libro y una copa al alcance de la mano! Sin abusar, desde luego...
Oscar, las referencias a la bebida son inevitables en Hemingway. No sé si le hacía mucho bien, pero es indudable que ocupaba un papel importante en su vida.
littleEmily, estoy segura de que lo de los cócteles te abrirá nuevos horizontes. Hay algunos sensacionales. En cuanto al pobre Anderson, lo suyo es mala suerte, porque al parecer lo que le provocó la peritonitis fue el palillo de la aceituna del martini, que se tragó sin querer. Una muerte trágica y muy tonta a la vez.
Bufff...nunca he podido beber más de dos copas de lo que sea. Mi estómago, el hígado, pero sobre todo mi conversación queda tan trastocada que abandono sin remedio. Recuerdo una vez escribir un poema bajo los efectos de cierto licor supuestamente exquisito y prohibido en nuestro país durante años. Fue entonces cuando me pasé a la narrativa.
ResponderEliminarJohn Fante es mi escritor-bebedor favorito, a todo esto.
Saludos.
Otto, yo también tengo serias dificultades para procesar el alcohol, de modo que acabo limitándome bastante. Por eso me produce verdadero pasmo ver lo que son capaces de trasegar algunos. Por ejemplo, cuando en "Mad Men" se ponen a beber whisky ya de buena mañana y luego siguen trabajando (aparentemente) tan campantes.
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