Según mi experiencia, los autores se dividen más o menos a partes iguales entre aquellos que desde el principio tienen pensado un título para el libro que aún no han comenzado a escribir y los que mantienen la etiqueta de "título provisional" o "sín título" hasta terminar la versión final, o incluso después (he llegado a verlo así incluso en catálogos de algunas editoriales, de esas que trabajan con mucha antelación). Hay que decir también que, al igual que hay escritores que destacan -por ejemplo- en la creación de diálogos y otros que sudan tinta para que las palabras que ponen en boca de sus protagonistas suenen verosímiles, hay también escritores que tienen una especial facilidad para dar con títulos atractivos, y otros -sin que ello tenga que ver con la calidad de su obra- que a la hora de titular se quedan en blanco. Y luego está el hecho, que ya mencioné en una entrada anterior, de que muy a menudo son los editores los que sugieren (¿o imponen?) el título definitivo de una obra, por lo general apoyándose en razones de índole comercial. Las oficinas de los editores están llenas de historias muy jugosas sobre este tema ("¿Sabes qué titulo pretendía ponerle Fulanito a esta novela?"), pero la mayoría no suelen trascender. Las que lo hacen... , en fin, yo no les daría un crédito absoluto. Pero, en cualquier caso, resultan divertidas para los amantes de "trivia" literarios. Ahí van algunas:
-El lamento de Portnoy, de Philip Roth, tuvo diversos títulos antes de este, entre ellos The Jewboy (El chico judío), y A Jewish Patient Begins his Analysis (Un paciente judío comienza su análisis).
-El gran Gatsby pasó también por varias encarnaciones antes de dar con su título definitivo, y considerablemente más satisfactorio, entre ellas algunas tan espantosas como Trimalchio in West Egg (Trimalción en West Egg); Among Ash-Heaps and Millionaires (Entre las cenizas y los millonarios); Under the Red, White, and Blue (Bajo la roja, blanca y azul); Gold-Hatted Gatsby (Gatsby el del sombrero de oro). Cuesta creer que la obra hubiese llegado a ser un éxito de haber llevado alguno de estos títulos.
-El título de trabajo de Lo que el viento se llevó era Tomorrow Is Another Day (Mañana será otro día); en este caso, no fue el único cambio significativo: hasta el último momento, Scarlett se llamaba "Pansy", ¡ughh!
-Bram Stoker también barajó diversos posibles títulos para su Drácula, entre ellos The Dead Un-Dead (Los muertos no-muertos).
-A los veintiún años, Carson McCullers mandó seis capítulos de su primera novela, The Mute (La muda), a la editorial Houghton-Mifflin, que le ofreció un anticipo y rápidamente cambió el título por el de El corazón es un cazador solitario. Ahí, creo yo, estuvieron acertados.
-Vladimir Nabokov planeó originalmente llamar The Kingdom by the Sea (El reino junto al mar) a su luego famosísima Lolita . Sin embargo, se ve que el primer título le gustó: en su novela ¡Mira los arlequines! ese es el nombre del libro que escribe el narrador.
-Se ha dado el caso, incluso, de que el cambio no se deba a la voluntad del autor ni del editor, sino de terceros, como ocurrió con la novela de Don Delillo, Ruido de fondo, que él quiso llamar Panasonic, pero los abogados de la compañía se opusieron y hubo que buscar otro título.
No es tema baladí este de los títulos. Es como decidir el que va a tener tu futuro hijo y, una vez escogido, no se acaba de estar del todo seguro de haber acertado. Lo que sucede es que con el tiempo se acostumbra uno y es difícil imaginar otro distinto. Lo importante, en el caso de los libros, creo yo, es que reflejen en lo posible la sustancia, el alma tal vez, aquello que alimenta o sostiene la historia.
ResponderEliminarEl título es importante, sí, y nada fácil de dar con el que mejor refleja el contenido de la novela y a la vez ser atractivo y comercial. Curiosos los casos que comentas.
ResponderEliminarUn abrazo!!
¡Curioso el tema de los títulos! Creo que mucho del éxito/fracaso de un libro viene de su título. Me gutan bastante más los títulos definitivos. No creo que los que mencionas pudieran tener otro. Me declaro culpable comprar libros únicamente por su título. Saludos
ResponderEliminarUno de los mejores tituladores en lengua castellana es García Márquez, cuyos títulos (Crónica, Cien años, El coronel, El amor...) se han convertido casi en frases hechas de nuestra lengua. Menos lapidario, Vargas Llosa no le va a la zaga, por lo menos en originalidad (Pantaleón..., La tía Julia...).
ResponderEliminarComo dice Juan Manuel, es difícil imaginar los clásicos con otro título que el que tienen, y dudo que en ningún caso el título que se quedó en el camino pueda llegar a convencernos (con la excepción de Panasonic, que me parece muy bueno).
Un saludo.
Una tercera categoría puede ser la de quienes toman los títulos de otros:
ResponderEliminar"Capital del dolor", "La belleza convulsa", "Tu nombre envenena mis sueños", "Corazón tan blanco"... Eso es todo un género, aunque bueno, llamémoslo derecho de cita. Lo malo es que no pocas veces el título es mucho mejor que la novela.
Juan Manuel, no sólo es que refleje el contenido del libro, con ser esto muy importante, también es la función evocadora y simbólica que puede tener un título.
ResponderEliminarLaura, dar con un buen título no es nada fácil. Y si encima se busca que resulte comercial, menos.
Pilar, nada de culpabilidad, la función de un buen título es precisamente lograr atraer al lector.
Niño vampiro, qué buenos tituladores son la mayoría de escritores del "boom" latinomericano. Yo creo que es porque muchos de ellos dominan la función simbólica del lenguaje: son títulos que no sólo informan, sino que evocan, atraen...
Urzay, tienes toda la razón, la de los que toman sus títulos de otros es una categoría por sí misma. Merecería una entrada aparte. A ver si me decido a ello.
Pero de tan evocadores o simbólicos, algunos, después encuentras que te han dado gato por liebre. Los que alcanzan lo que dices: evocar y reflejar de algún modo el contenido de la historia, son los perfectos: La arboleda perdida, El árbol de la ciencia, Últimas tardes con Teresa...
ResponderEliminarTendemos a pensar que cuando un libro es famoso, influyente o se vende bien, tiene un buen título; incluso que el acierto del título es «con toda seguridad» la causa de su fama: En realidad se trata de la clase de falacias que nos hacen percibir relaciones o causas inexistentes. Como dice el refrán: «Una vez visto, todo el mundo es listo».
ResponderEliminarLos libros que no son de ficción suelen tener un título descriptivo (p. ej. Principia Mathematica). Por contra, en los de ficción, el título, en ausencia de otra información, es irrelevante. Nada nos induciría a comprar Madame Bovary si el título fuese lo único que sabemos del libro. Un título como The Catcher in the Rye parece una tontería si no tenemos más datos. Y si el título es un nombre propio, (que no sea un personaje histórico), la información que aporta es nula (excepto probablemente, el sexo del protagonista). (Trilby, Rebecca, Lolita…). Si son dos nombres propios hombre-mujer (Romeo y Julieta), está claro que es a) una comedia costumbrista o b) la historia de una pareja que va a pasar las de Caín y terminará de mala forma.
El título no es más que un recurso para poder identificar un libro. Pero sí admito que hay títulos claramente comerciales (El código Da Vinci: código = misterio; Da Vinci = medioevo). Y otros claramente disuasorios. Se me ocurren varios. ¿A tí no?
Saludos.