John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

miércoles, 23 de mayo de 2012

LOS BENEFICIOS DE LA FICCIÓN


Young lady reading,  de Mary Cassatt
Casi antes de que existieran las novelas, y desde luego a partir de que las historias que se contaban al amor de la lumbre o en la plaza del mercado -historias de crímenes, de amores trágicos, de hazañas gloriosas- pasaran al papel, se impuso entre las clases dominantes la opinión generalizada de que la ficción era moralmente nociva. Historias inventadas, llenas de emociones, que arrebatan por unos momentos al lector del mundo real o, lo que es peor, le hacen creer en la realidad de los mundos de ficción... No, eso no podía ser bueno. Durante muchos años (siglos, más bien) los confesores desaconsejaban a las mujeres la lectura de novelas, recomendando en su lugar libros piadosos. La ficción, según la Iglesia, conducía inevitablemente al deterioro de la moralidad.
Pero ¿y si todos ellos estuviesen equivocados? ¿Y si la ficción, lejos de ser moralmente debilitante, reforzase por el contrario nuestro sentido moral? ¿Si fuese necesaria para un mejor funcionamiento de la sociedad? Todas estas suposiciones -que los devoradores de ficción hemos sabido siempre que eran ciertas- están siendo corroboradas por los más recientes estudios científicos. O eso dice al menos un artículo publicado en The Boston Globe. Según afirma, diferentes investigaciones han demostrado que la ficción es capaz de cambiarnos. Y, cuanto más absortos estamos en el universo ficticio, mayor es la influencia de éste. De hecho, parece que la ficción es más efectiva a la hora de hacernos cambiar nuestras creencias e ideas que los argumentos y evidencias esgrimidos por la no-ficción. Por ejemplo, consiguió más adeptos en favor de la abolición de la esclavitud una novela como La cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe que todos los ensayos y panfletos antiesclavistas. Cuando leemos ensayo, mantenemos los parapetos intelectuales levantados: leemos analizando el texto, dispuestos a confrontarlo con nuestras propias ideas y a rebatirlo si es necesario. En cambio, al leer ficción, nuestras defensas morales quedan anuladas. Voluntariamente -puesto que leer ficción requiere esa "suspensión de la incredulidad" de que hablaba Coleridge- anulamos nuestro sentido crítico y nos dejamos llevar por la historia. Pero la ficción no habla sólo de ideas, sino que principalmente trata de seres humanos, de sus relaciones, de lo que les preocupa, les duele o les hace felices. En este sentido, los estudios llevados a cabo con niños demuestran que aquellos que han leído (o les han leído) muchas historias son más capaces de captar el estado emocional de sus semejantes. Es decir, uno de los beneficios indudables de la ficción es que aumenta nuestra capacidad de empatía. A través de la ficción aprendemos a conocer a los demás, podemos ponernos en su lugar y experimentar sentimientos que quizá en la vida real ignoramos.


Es cierto que la ficción también presenta personajes y hechos reprobables. Que a veces incluso el malo, el antihéroe, resulta más atractivo que el héroe. Pero la gran mayoría de la ficción tiene un desenlace en el que, de un modo u otro, se hace justicia. Y cuando no se hace, cuando Romeo y Julieta mueren en lugar de poder realizar su amor, cuando algo impide que el héroe o la heroína consigan sus ambiciones, al lector le queda claro que es una injusticia. Según los psicólogos que cita el artículo al que me refiero, la ficción tiene beneficios para los humanos como grupo social. Su función es dotar al grupo de una estructura moral, reforzar los valores culturales. En la vida real, como todos sabemos (sólo tienen que poner hoy el telediario), los estafadores no van a la cárcel y los asesinos se pasean impunes por la calle. Por eso, en tiempos oscuros la ficción es más necesaria que nunca. Porque necesitamos, como sociedad, creer que las relaciones humanas sirven para algo más que para que cada cual busque medrar, que procurar el bien ajeno es un rasgo positivo, que el mal existe, pero se le puede combatir. Aunque sea en una galaxia muy, muy lejana...

13 comentarios:

  1. La ficción, Elena, también habla de nosotros mismos a través de esos personajes a los que amamos y odiamos y en los que nos vemos reflejados de algún modo. La ficción, por ello mismo, considero que contiene más verdad que la propia vida, puesto que si está bien elaborada y cimentada sobre los materiales más sólidos, nos procura en ocasiones mayores placeres que los que nos pueda ofrecer la realidad en toda una vida.
    ¡Cuánto me gusta que hayas añadido ese cuadro de John Singer Sargent, con el que tanto me identifico!

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  2. No puedo estar más de acuerdo. Gracias por la entrada.

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  3. Como he leído lo mismo muchas veces de los cuentos de hadas y su aportación a la psicología infantil creo que ... no dejamos nunca de ser niños.

    Muy buena entrada
    Saludos

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  4. Los argumentos, para entender lo peligrosa que puede ser la ficción, están muy claros leyendo tu texto: proporciona ideas, modelos humanos, empatiza, su desenlace se basa en la justicia, etc. Pero además nos sirve de evasión de la dura realidad cotidiana.

    No me extraña que fuera perseguida como lectura para las mujeres.

    Un abrazo!!

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  5. Ya lo decía Einstein: "Si quieres que tus hijos sean inteligentes, léeles cuentos de hadas". Me ha encantado este post. Quizás con la escritora con la que noto más esa beneficiosa influencia en mi estado de ánimo es con Austen: me calma y me hace más tolerante, incluso aunque me interrumpan (al revés de lo que me ocurre con la mayoría).
    Muchas gracias.

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  6. La ficción te cambia. Es más, una misma ficción te cambia de distinta manera dependiendo de la época de tu vida en la que la leas.

    Estupenda entrada.

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  7. Sólo haría una matización a lo que dices, que en el fondo no es tal porque está implícita en tu comentario: la ficción no es mala por sí misma –esto es evidente- pero tampoco es buena siempre … La conclusión –obvia, por otro lado- es que la ficción influye, y mucho, en el animo del lector (o espectador, que también esto vale para cine y TV): por eso es un elemento de transmisión de ideas muchas veces más eficaz que cuatro tomos de “teoría pura y dura”. El asunto es el de siempre: ¿qué ideas quiero transmitir? ¿quiero mejorar a mis lectores/espectadores, o quiero manipular su forma de ver la vida? Y ahí está la responsabilidad y el poder de los creadores.

    xG

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  8. Ahora ya tengo una justificacion más para seguir adelante con esta magnífica afición. Gracias por el interesante artículo.
    Saludos.

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  9. Magnífica entrada. Estoy absolutamente de acuerdo con que la ficción es siempre positiva. Sirve para exponer temas peliagudos. Además de reflejar muchas veces más verdad que la propiedad verdad; de hecho yo me creo más una historia que si esos mismos hechos fueran contados en forma de noticia. Por no hablar de que nos brindan a los lectores la capacidad de viajar con el pensamiento. Saludos

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  10. Al hilo de vuestros comentarios -gracias a todos por ellos-, sólo puntualizar que cuando hablo de ficción incluyo también las historias ficticias que se explican a través del cine o de la TV (a menudo basadas en obras literarias, ya lo sabemos). La ficción nos cambia, desde luego, y el testimonio de la antropología indica que todos los pueblos han tenido ficciones, en una u otra forma, porque los humanos necesitamos explicarnos el mundo, darle un sentido a nuestra experiencia. La vida es caótica, arbitraria, y es preciso darle un orden. También hay que señalar que la ficción sirve para hacernos sentir empatía hacia nuestros semejantes, pero también puede servir para fomentar el odio, o denostar la diferencia. Todo depende de cómo se use.
    Saludos,
    Elena

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  11. Muy interesante el debate, yo diría que la novela tiene una forma de conocimiento desordenada, pero que a la vez es intensa por su sencillez aparente. Leer novelas nos cambia poco a poco sin darnos cuenta. Leer ensayos en cambio es una sobredosis de información que puede llegar a saturarnos si no se digiere bien.

    Tienes razón en lo que la novela de ficción ha sido injustamente tratada en algunos períodos de la historia pero me imagino que algo parecido también debe haber pasado con la ensayística en otros períodos. Supongo que ambas formas de conocimiento no son excluyentes, y creo que por ello no es bueno hablar en terminos absolutos de si uno es mejor que lo otro (varios pensadores se han decantado por una u otra opción).

    En el fondo, creo que mayoritariamente se produce por "placer", y unos disfrutan más leyendo un género que el otro, y viceversa.

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  12. se produce "el aprendizaje" por placer en lo que uno lee, quiero decir.

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  13. una persona pone lo que desea segun su opinion del tema

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