Hablé en otra entrada de Thomas Dibdin, autor de un exitoso tratado sobre Bibliomania. Pero la época debía ser fecunda en bibliómanos, porque otro contemporáneo suyo, Isaac D'Israeli (1766-1848), alcanzó también notoriedad con varios volúmenes dedicados a las Curiosidades de la Literatura, una auténtica mina de anécdotas en torno a los libros. Quizás eso se deba a que era un momento especialmente oportuno para dar con manuscritos y libros antiguos: la supresión de los jesuitas en 1760 y la Revolución francesa habían provocado la dispersión de muchas bibliotecas notables y los británicos y americanos en especial se lanzaron a comprar. Isaac D'Israeli es hoy conocido más que nada por haber sido el padre de Benjamin D'Israeli, el político y Primer Ministro inglés. Sin embargo, fue un personaje muy interesante en sí mismo. Aunque nació en Inglaterra, descendía de una familia judía que, expulsada de España por la Inquisición, se había afincado en Italia. Isaac manifestó desde muy joven su afición por las letras, para gran disgusto de su padre, rico comerciante, que deseaba que siguiera sus pasos. Para ello, le envió durante cuatro años a Amsterdam, tiempo que Isaac aprovechó para estudiar a Voltaire y a Rousseau y para escribir un largo y ardiente poema contra el comercio. Poeta, ensayista, biógrafo y reputado bibliófilo, su obra más conocida fue la colección de ensayos titulada Curiosities of Literature, que versaban en torno a libros raros, personajes y costumbres de los bibliómanos. Fue inmensamente popular durante el siglo XIX y siguió imprimiéndose hasta bien entrado el siglo XX, aunque dudo de que existiese versión española. Por suerte, hoy es posible consultarla en el archivo de Project Gutenberg y doy fe de que es una lectura deliciosa, que combina erudición e ingenio. Posiblemente me referiré más de una vez a ella, pero por hoy citaré sólo el capítulo dedicado a la recuperación de manuscritos antiguos. Nos cuenta D'Israeli que sólo el más ciego azar ha hecho que algunos, pocos, de los autores de la Antigüedad llegasen hasta nosotros. Tras la conquista de Egipto por los sarracenos, que significó el fin del acceso a un soporte de escritura barato como el papiro, el único recurso que quedó en Europa era el pergamino. Su escasez llevó a que se reutilizasen los antiguos manuscritos, y de este modo Tito Livio o Tácito fueron sustituidos por breviarios o vidas de santos: "verdades inmortales se vieron convertidas en torpes ficciones", en palabras de D'Israeli. Que los monjes no sentían gran aprecio por estos autores "profanos" parece demostrarlo el que, cuando en un scriptorium uno de ellos requería una obra de un autor pagano, a los signos habituales (las reglas les impedían hablar) añadía uno particular: se rascaba detrás de la oreja, a modo de perro con pulgas. No es raro, pues, que tan pocos de los autores clásicos nos hayan llegado íntegros. Sólo en el Renacimiento se empezaron a valorar estas obras, y entonces se desató un verdadero frenesí por recuperarlas. Algunos de estos hallazgos se hicieron en los lugares más insólitos, como la obra de Quintiliano, encontrada en el monasterio de St. Gallen, pero no en la biblioteca, sino en un cofre olvidado en un rincón, bajo un montón de basura. Otros habían sido utilizados para los menesteres más diversos; nos cuenta D'Israeli que un hombre de letras encontró una hoja de Tito Livio en el relleno de su "battledore" (especie de raqueta para el juego del volante). Salió corriendo para preguntarle al artesano que lo había fabricado si tenía más, pero ¡demasiado tarde!, éste había agotado su existencia de hojas de Livio una semana antes. Con estas y muchas otras anécdotas, D'Israeli logra convertir la búsqueda de manuscritos en una aventura digna de Indiana Jones. Un festín para bibliómanos.
Tu blog, Elena, es como una caja de las maravillas, siempre tienes algo que descubrir(me). Yo conozco (por mi condición de historiadora) un poquito al hijo, claro. Por cierto, otro personaje singular, un político conservador, ideología que no le impidió llevar una vida bastante disoluta, era un auténtico dandy (cosa que en parte compensó cuando se casó con una mujer mayor que él y bastante inteligente). Incluso se rumoreaba en la época que pudo ser el amante de la reina Victoria..., en fin, lo de la doble moral no es nuevo.
ResponderEliminarBueno, que el tema no es el hijo. Interesante esntrada, un abrazo.
¡Me lo acabo de guardar! Tiene muy buena pinta desde luego. Así que muchas gracias.
ResponderEliminarMe gustan mucho tus entradas sobre libros. Esta de hoy es magnífica.
ResponderEliminarComo no lo tienes en la lista inicial, te recomiendo el libro conversación entre Umberto Eco y Jean Claude Carrière, "Nadie acabará con los libros". Aúnque hablan con lucidez sobre el futuro del libro, aún es mejor cuando hablan de su pasado. Una delicia. Por si te interesa te dejo un link al comentario que hice en su día.
http://golem-librosycomentarios.blogspot.com/2010/04/nadie-acabara-con-los-libros-de-umberto.html
Saludos
Gracias, Golem. Me parece una magnífica recomendación, no sé cómo se me ha podido pasar este libro (claro que una no puede estar en todo...). Encima, veo que va ilustrado con fotos de André Kertész, que es un fotógrafo que me encanta. Desde luego, lo añado a mi lista de Libros sobre libros y espero hacerme con él en breve.
ResponderEliminarGracias Elena por tu comentario sobre cultura accesible y tienes razón, los sueldos son mas altos de Alemania, todavia peor. Me gustan tus entradas,¿ como sería esa biblioteca del cuento de Borges (¿con Bioy o solo? )en donde gracias a las infinitas posibilidades combinatorias de los alfabetos se encontraban todos los libros, tanto los escritos como los por escribir, pero el orden clsificatorio era un secreto por descubrir, y sin el no se podia encontrar ninguno. Saludos y felicitaciones
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