John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

martes, 15 de febrero de 2011

CORRECTORES COMPULSIVOS

Por algun motivo, los libros y su entorno son terreno abonado para una diversidad de comportamientos compulsivos: leerlos, coleccionarlos, anotarlos, corregirlos... en todos estos ámbitos se da inevitablemente el perfil del que lee, colecciona o anota compulsivamente. La singular noticia que se publicó hace poco sobre unos hackers que habían entrado en la web del Pentágono para corregir una coma mal puesta me hizo pensar en ese otro comportamiento, sin duda enfermizo pero ¡oh! tan necesario, el del corrector compulsivo. Anne Fadiman habla de ello en un divertidísimo capítulo del delicioso volumen Ex Libris, titulado "Insertar una llamarada", donde cuenta algunas anécdotas con las que creo que todos los correctores compulsivos nos hemos de sentir por fuerza identificados. Ella, como toda su familia, se confiesa presa de ese síndrome para el que, "por desgracia, no hay ningún programa de rehabilitación. Tenemos que vivir con nuestra aflicción." El capítulo se inicia con una escena en que la familia Fadiman va a cenar a un restaurante y lo primero que hacen al abrir la carta es comentar cada uno las erratas que han encontrado. Comportamiento que puede resultar gracioso, o raro,  pero que a mí me suena totalmente próximo: no puedo evitar hacer lo mismo. Como les ocurre a los Fadiman, a los correctores compulsivos a menudo lo único que nos hace abstenernos de perseguir a dueños de restaurantes, editores de periódicos, anunciantes, etc., para comunicarles que hemos localizado una errata es la certeza -fruto de años de amarga experiencia- de que en general no hay mucho interés en corregirlas. Incluso los hay que se sienten ofendidos. Pero, en palabras de Fadiman "este mal es un reflejo tan imposible de reprimir como un estornudo", de manera que, a pesar de que nadie parezca tener en mucho aprecio este tipo de observaciones, no podemos dejar de hacerlas. Ella sugiere que el síndrome del corrector forma parte de un síndrome más amplio, que comprende varios síntomas interrelacionados. En esencia, un corrector es un observador (los correctores suelen ser también buenos en juegos de agudeza visual como "Las siete diferencias"), con cierta tendencia a ordenar y clasificar. Y puesto que se trata de una compulsión, es una actividad que ejercemos "gratis et amore". Eso explica el éxito de iniciativas como Distributed Proofreaders. Para el que no lo conozca, es lo más parecido al paraíso del corrector tipográfico: se trata de un proyecto wiki dependiente de Project Gutenberg -la iniciativa que pretende rescatar, a través de la digitalización, todo tipo de obras libres de derechos- y sus miembros se comprometen a comparar las imágenes de las páginas que han sido escaneadas con su versión digital, para asegurarse de que resultado es exactamente igual que el original. Una actividad sumamente gratificante para los que padecemos esta aflicción, que  ofrece la posibilidad de elegir autores y obras de nuestra preferencia y nos proporciona además la sensación de estar haciendo algo por preservar un legado cultural. Una suerte de redención para los correctores compulsivos.

12 comentarios:

  1. El libro de Anne Fadiman es delicioso, me encanta. Yo soy correctora compulsiva (no puedo evitarlo, Elena, en tu última línea hay una errata: complusivos ;-), pero entra dentro de mi trabajo, así que soy la mar de feliz.
    El otro día en un restaurante tenían un plato en la carta buenísimo: "Puerros confiados sobre lecho de patatas".

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  2. Elena, no soy correctora compulsiva aunque corrijo por mi trabajo. No sabía la anecdota de los hackers, ¡impresionante!

    Un abrazo.

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  3. Uupss! Pero, claro, no podía haber una entrada sobre correctores sin su correspondiente errata. Ya está corregida, gracias. A partir de ahora, pediré siempre "puerros confiados". Para mí que deben de ser mucho más buenos que los otros.

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  4. Me ha encantado lo de la web del Pentágono, bien por ese hacker.

    Yo también soy correctora compulsiva, aunque en los comentarios que dejo aquí y allá no lo parezca. No sé qué pasa con los comentarios de blogger, que son un antro de gazapos, y como no los puedes editar...

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  5. Interesante lo de estos hackers, o sea que no se dedican sólo a fastidiar...
    Muy interesante esta entrada. No sé si soy correctora compulsiva, me conformo con no meter la pata, sobre todo con las tildes. Me tienen "amargá"...

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  6. ¡Que interesante! Además me parece fabulosa la idea de colaborar en la corrección de esas obras. Eso es bueno para todos: para los correctores compulsivos y para los lectores compulsivos.

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  7. A veces, la corrección compulsiva puede ser un infierno... Sobre todo en los estados de Facebook, por ejemplo. Yo he decidido no hacerme fan de ningún grupo que tenga faltas de ortografía. Es mi pequeña contribución a la causa.

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  8. En torno a la biblioteca de mi barrio debe haber alguno...pero no sabe informática como para hackear el Pentágono: se conforma con corregir ( o des-corregir, o inventar ) faltas en los libros que lee. Al principio me molestaba encontrarme sus anotaciones a boli ( bic cristal, como si lo viese )pero ahora me he aficionado y hasta las busco...y se las corrijo. Acertado, lo que se dice acertado, no está siempre, pero para mi ya se ha convertido en una especie de acción artística.

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  9. Cristina: yo también odio eso de que no se puedan corregir los comentarios. Creo que eso es suficiente para que hagamos más faltas.

    Elysa: la RAE nos lo está poniendo difícil a todos, con la nueva ortografía.

    Alicia: te animo a colaborar en el proyecto, verás que se aprende muchísimo.

    Mar: buena idea la de ese boicot, pero, ¿quedará algún lugar libre de faltas?

    Samedimanche: me encanta lo de ese anónimo corrector. Creo que lo suyo debe ser un cruce entre corrector y anotador compulsivo.

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  10. Aunque un poco tarde, no puedo dejar de aportar un comentario, Elena. Me pongo en pie y afirmo: me llamo la paseadora de Lisa y soy correctora compulsiva. Por favor, ¡no me rehabiliten!

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  11. Eso es lo que tenemos de malo los correctores compulsivos ¡que nos negamos a que nos rehabiliten! Si es que no tenemos arreglo... :))

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  12. ¡sin duda exuberante! últimamente se me da eso de corregir sobre todo con los acentos y pronunciaciones es algo que simplemente amo... ésta es una excelente nota, para reafirmar lo bueno y malo que resulta ser la correción compulsiva.

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