A veces da la impresión de que la plaga de la corrección política (y bien que la sufrimos) es cosa de nuestros días. Sin embargo, a nada que se rebusque un poco, resulta evidente que viene de lejos. Sé que es un magro consuelo, pero otros tiempos también fueron peores. Hace poco, en uno de los blogs que sigo una madre lamentaba no poder explicarles a sus hijas "versiones para adultos" de los cuentos tradicionales, como el de Caperucita. De hecho, los cuentos infantiles, con su carga moralizante, son uno de los depositarios preferidos de la corrección política. Ya los propios hermanos Grimm fueron censurando y dulcificando progresivamente en sucesivas ediciones sus Cuentos para la infancia y el hogar, ante las críticas recibidas. Las primeras versiones, recogidas del acervo popular alemán, estaban llenas de madres desalmadas y castigos crueles, pero pronto las madres fueron sustituidas por madrastras y se eliminaron los detalles considerados excesivamente truculentos. Más recientemente, la factoría Disney se ha encargado de acabar de limar cualquier aspereza, para que los niños de nuestros días sólo puedan imaginar esos cuentos en bonitos colores pastel. La era victoriana también fue muy proclive a este tipo de censura, que se llegó a aplicar incluso a las obras de Shakespeare. Thomas Bowdler fue autor de un "Shakespeare para la familia" cuyo título no deja lugar a dudas: The Family Shakespeare, in Ten Volumes; in which nothing is added to the original text; but those words and expressions are omitted which cannot with propriety be read aloud in a family. Por cierto, parece que la mayor parte de estas versiones expurgadas las llevó a cabo su hermana Henrietta, pero tampoco se consideraba apropiado que una mujer se ocupase de una labor como esta, por lo que la autoría se le atribuyó sólo a él.
Volviendo a los cuentos retocados, hay un divertido artículo de Dickens que se mofa de esta costumbre. Como apunta con toda la razón, este tipo de recortes o añadidos a una obra, siguiendo los dictados de nuestra moral u opiniones, son "como la famosa definición de una mala hierba: una cosa que crece en el lugar equivocado." ¿Qué ocurriría si todo el mundo se pusiese a retocar las obras de la literatura universal?: "Imaginen una edición de Robinson Crusoe hecha por abstemios, eliminando el ron; o una edición vegetariana, donde se omitiría la carne de cabra. O una pacifista, en la que no existiría la pólvora; o una edición de la Sociedad Protectora de Aborígenes, en la que se negaría el canibalismo y Robinson abrazaría a los buenos salvajes que desembarcan en su isla... " Así, en cien años, como bien dice Dickens, Robinson y su isla habrían desaparecido, engullidos por el oceáno editorial. No tiene desperdicio su propia versión "editada" de La Cenicienta, en la que el príncipe se presenta cubierto de medallas de Abstinencia Total y el banquete de palacio consiste en alcachofas y gachas. Pero ni el sarcasmo de Dickens ni las protestas actuales, me temo, surten efecto, porque la censura (ahora se llama correccion política) sigue campando por sus respetos. Ocurrió recientemente con la obra de Mark Twain y me temo que va a seguir ocurriendo.
Sobre cuentos políticamente correctos..tendrías que ver unos que publicó El País hace unos 7 años. Son de vergüenza ajena, el cazador de Caperucita ni siquiera mata al lobo..¡¡le da una pócima para que vomite a la abuelita!! me niego a leer esas cosas a laz princezaz.
ResponderEliminarY sí he leido los cuentos políticamente correctos..me encantó lo de la bella durmiento e " una joven de belleza superior a la media".
Quizás debería hacer mi versión de los clásicos.
La verdad es que muchos cuentos tradicionales son bastante bestias y crueles. Y probablemente eso tenía también su razón de ser en el contexto en el que fueron creados. Corregirlos, aparte de desvirtuarlos, es en el fondo falta de imaginación. Aunque para corrección política, mis hijas ven ahora algunas series de televisión que siendo tan empalagosas ya ni son. Me ha gustado mucho la referencia de Dickens, que no conocía. Y por cierto, si sale adelante la versión Moli de los clásicos antes de que las niñas se me hagan mayores, me apunto.
ResponderEliminarLa acción de Disney es auténticamente devastadora en muchos aspectos. Sus elefantes redonditos y princesas rubicundas esconden la cara de los cuentos que también es imprescindible conocer. Muchas veces he defendido que los niños tienen que conocer también (con la lógica adecuación) lo que es el miedo. Cuando vi por vez primera la versión Disney de "La sirenita" me quede en estado de shock. "Esto no es lo que yo he leído". Cuando uno lee el cuento, las descripciones del dolor de la sirenita (nada de Ariel) cuando la bruja del mar (nada de Úrsula) le quita su voz y le genera dos piernas a partir de su cola, son tremendas: "como si una espada de dos filos cortara a través de su delicado cuerpo". Nada de que la sirenita canta para perder su voz, la bruja del mar le corta de un tajo la lengua. ¿Donde quedan esas escenas en que el padre/madre cuenta el cuento a sus hijos y en el momento culminante grita "Y el garfio que ocupaba el lugar de su mano brilló a la luz de la vela" y los niños gritan de placer y miedo ante la sorpresa?.
ResponderEliminarDe lo de cambiar los cuentos para adaptarlos a la "paridad" prefiero ni hablar, que me suben las enzimas hepática.
Por cierto, releed el cuento de Andersen, siempre es un gran placer.
Saludos
A estos cambios no se los debería llamar "políticamente correctos" sino estupideces como catedrales. Llamando a las cosas por su nombre se acaba antes y a la larga se entienden mejor las cosas.
ResponderEliminarDe acuerdo con Mar, propongo "estupideces como catedrales politicamente correctas" dado que por desgracia es lo que uno puede esperar de nuestros políticos como norma habitual de pensamiento (si se le puede llamar pensamiento a lo que ejecutan estos).
ResponderEliminarQué bueno, le doy la razón a Óscar aunque confieso que para mí lo de La Sirenita fue al revés. Yo había visto la película y leí el cuento después y no me podía creer lo que estaba leyendo.
ResponderEliminarRoald Dahl también hizo un gran trabajo contando de nuevo los cuentos clásicos en sus Revolting Rhymes. Me gusta especialmente su Caperucita roja (http://blog.languagelab.com/2009/01/28/roald-dahl-little-red-riding-hood-and-rhymes/). Siempre me parto de risa con la frase: "She whips a pistol from her knickers". Es buenísimo.
Pero ¿para qué clase de mundo se supone que "prepara" tanta corrección? Si de algo hay que informar a un niño es de la existencia de madrastras malvadas y cazadores y lobos...se ahorrarían una pasta en psiquiatras, con los años.
ResponderEliminarYo formo parte de una generación que se crió a lo bruto, con padres sin criterio literario que nos dejaban leer lo que fuese y hasta ver películas de un rombo ( dos, ya era demasiado )y mira lo sanos que estamos, ni Columbines ni tonterías.
Me encanta tu juego de palabras en el título y además, como bien explicas, si cambiáramos los cuentos cada vez que las exigencias socioculturales lo demandaran no quedaría ni uno vivo.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Urzay en que esas revisiones no dejan de ser falta de imaginación y con Oscar y Samedimanche en que no es necesario esconder a los niños la crueldad de los cuentos, normalmente esa es su intención moral y educativa. Si maquillamos demasiado la realidad criaremos a nuestros hijos indefensos ante los peligros de la vida
Gracias a todos, veo que hay unanimidad en considerar una aboluta sandez eso de la corrección política. Abajo Disney y sus versiones edulcoradas.
ResponderEliminarNo conocía las Revolting Rhymes de Roald Dahl que menciona Cristina (y mira que creo haber leido casi todo lo suyo), pero me parecen geniales.
ésta acción "politíca" la considero de lo más errada. ciertamente hay cuestiones que no deben mostrarse a un niño a temprana edad ó por lo menos de una manera cínica, empero, el hecho no está en "corregir" obras que relamente valgan la pena... ¿podrías imaginar una "versión infantil" de alguna obra del marques de sade? ¡inaudito!
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