Biblioteca Jaume Fuster (foto Jordi Casañas) |
Me tienen aterrorizada las próximas elecciones municipales. No por lo que ustedes pueden pensar, es decir, lo irritante de la campaña electoral, el machaconeo de eslóganes, el convencimiento de que nadie cumplirá nada de lo que ahora promete (y no es que lo que prometen sea demasiado estimulante, ni para eso les llega la imaginación), o el temor de que ganen unos u otros. No, lo que me hace temblar es el convencimiento de que, sea quien sea el vencedor, una de las primeras cosas que va a hacer es aplicar la tijera. Y vaticino que una de las primeras partidas en ser recortada será la correspondiente a la hasta ahora excelente red de bibliotecas municipales. ¿Por qué? Porque la cultura es siempre una de las primeras partidas en sufrir recortes -al contribuyente le duele menos eso que los recortes en sanidad o educación- y a diferencia de lo que ocurre en otros países, no veo yo (ojalá me equivoque) al ciudadano de este país dispuesto a montar campañas en contra del cierre de bibliotecas o a enviar cartas a los responsables -como han hecho recientemente en Nueva York- para quejarse del recorte de presupuestos para este concepto. Aunque tengo la seguridad de que ningún político me leerá ni, mucho menos, me hará el menor caso, quiero adelantarme a esta inminente catástrofe e intentar explicarles por qué las bibliotecas dan votos. Tomo como ejemplo el caso de las bibliotecas de Barcelona, que son las que conozco y de las que soy agradecida usuaria, pero creo que algo similar ocurre en muchas otras poblaciones, al menos en Cataluña. Los datos que deberían hacer reflexionar a nuestros futuros gobernantes son los siguientes:
Barcelona cuenta actualmente con 36 bibliotecas municipales, gran parte de ellas construidas durante los últimos 10 años, que ofrecen todo tipo de servicios, desde préstamo de libros, revistas y CDs, uso de ordenadores, clubes de lectura y charlas culturales hasta un magnífico servicio que permite leer la prensa del día de lugares tan distantes como El Cairo o Buenos Aires el mismo día en que esta se publica (la lista disponible es impresionante). Y me dejo en el tintero otros muchos servicios utilísimos, como el que permite que a las personas enfermas o inmovilizadas en casa se les lleven a domicilio los documentos que soliciten. Por citar solo unos pocos números, el 45% de los ciudadanos barceloneses poseen un carnet de bibliotecas y desde luego los usan, pues los documentos prestados en 2010 fueron casi 4,5 millones y las bibliotecas recibieron 6 millones de visitas. Recuerden que estamos hablando de una ciudad con 1,6 millones de habitantes. O sea, salimos a cerca de 3 documentos prestados por habitante (ya sé que esto es la falacia de las estadísticas, y que mientras miles de personas no han pisado jamás una biblioteca, otros no paramos de hacer uso de ellas). En cualquier caso, y siguiendo con las estadísticas, las bibliotecas barcelonesas han sido este año por quinta vez consecutiva el servicio municipal mejor valorado por los ciudadanos. Espero que, cuando llegue el momento fatídico, estas cifras hagan reflexionar a los señores de la tijera. No llego tan lejos como esperar que se cumpla el ambicioso plan que establece que en los próximos años la red ha de ampliarse hasta las 50 bibliotecas, incluyendo la ya muy retrasada Biblioteca provincial (que debía construirse en el Mercado del Borne y se vio truncada por el descubrimiento de unos restos arqueológicos que se debían preservar a toda costa y que varios años después aún no se pueden visitar). Me limito a rogarles a nuestros futuros regidores municipales que no escatimen en estos excelentes equipamientos y en su mantenimento. Porque, aunque no lo crean, las bibliotecas dan votos.
Estoy contigo en que la red de bibliotecas de Barcelona es una de las apuestas más importantes y con más éxito de los últimos años. Las bibliotecas han entrado a formar parte del tejido social de nuestros barrios y realizan un servicio importantísimo que sería vital no perder. Una de las mejores apuestas de este gobierno durante tantos años fue confiar en ese proyecto que viene de lejos (los Noucentistes ya defendían la necesidad de crear una red de bibliotecas) y en verdad la gente de Barcelona siempre hemos creído que eso sí ha funcionado bien. Un recorte ahí sería muy doloroso.
ResponderEliminarUn saludo desde cualquier biblioteca.
Carlos, a ver si no se cumplen mis agoreros pronósticos. Yo creo que la estupenda red de bibliotecas de Barcelona no sólo hay que mantenerla, sino que hay que potenciarla. Por ejemplo, la biblio de mi barrio hay varios días que sólo abre media jornada. ¡Bibliotecas abiertas todo el día ya!
ResponderEliminarSe que sueno muy quejicoso siempre con estas cosas, pero yo solo aspiraría a que mi ciudad tuviera la mitad de bibliotecas que la tuya y la mitad de dotadas. En los ultimos años la biblioteca municipal ha mejorado mucho, pero aun tiene muchas goteras... Os envidio, porque hoy afortunadamente me puedo comprar la mayoria de libros que me gustan, pero muchos, muchos años dependí de esas bibliotecas y su servicio. Les debo mucho, aquneue parezca un llorón.
ResponderEliminarPor cierto, da gracias a que ningun político lea tu blog, que si no igual le dabas maslas ideas (¿Como?¿36 bibliotecas? ¿y solo dos campos de fútbol?)
Por cierto 2: referente a lo de la media joranda, cuando estuve en 2009 en Chicago, las bibliotecas municipales abrían de lunes a viernes 24 horas al día y sábados y domingos de hasta las 10 de la noche. Siempre se puede mejorar aun mas.
La biblioteca es parte de mi educación sentimental. No concibo mi adolescencia sin la visita a una de las dos bibliotecas a las que tenía acceso gracias a un carnet que estaba vinculado a la cartilla de ahorros que me abrieron mis padres cuando cumplí los doce o trece años. Para un chaval sin un duro en el bolsillo, aquella cantidad ingente de novelas que se le ofrecían era un regalo de los dioses: Verne, Enid Blyton, Mark Twain, son autores engarzados a aquella época como piedras preciosas a un anillo de latón. Ellos me dieron lo que la vida en un barrio obrero no podía ofrecerme: aventura, misterio, ternura, mundos en los que perderse y personajes de los que ser compañero fiel. Ignoro qué supone económicamente para una ciudad tener más o menos bibliotecas, públicas o no, pero de lo que sí estoy convencido es de que una ciudad sin ellas, sin museos, sin teatros, sin salas de concierto, es una ciudad sin alma; y un niño o un adolescente sin libros a los que arrimarse sin que le pidan nada a cambio, también.
ResponderEliminarOscar, ¿abiertas las 24 horas? Eso sí que me hace morir de envidia.
ResponderEliminarJuan Manuel, una gran verdad, las bibliotecas son fundamentales para la formación y en especial para la de aquellos que no tienen medios. Todos los que tenemos esto claro no deberíamos votar a ningún partido cuyo programa no comprenda un decidido apoyo a las bibliotecas públics (¿Ah, pero hay alguno?)
Si, en realidad tiene su razón de ser. Yo no duermo nada habitualmente (o poco más) y siempre he encontrado muy sencillo estudiar casi toda la noche. Ademas allí como tantos estudiantes trabajan de dia y estudian de noche, se veía como lo mas normal del mundo....
ResponderEliminar