El vasto mundo de los blogs no deja de sorprenderme. En este terreno, puede parecer a priori que los libros y la lectura son un tema bastante acotado, en el que cabe poca innovación: recomendar un libro, comentar las últimas novedades literarias, teorizar sobre la necesidad de que la gente lea más, comentar particularidades del estilo de tal o cual autor... Sin embargo, la imaginación humana siempre consigue ir más alla. Mi último descubrimiento es el blog SeenReading, que se hace eco -de forma original y creativa- de ese impulso casi irresistible que, siempre que observamos a alguien leyendo un libro, nos lleva a intentar averiguar cuál es y a sacar de ello -generalmente de forma precipitada y poco fiable, lo admito, pero ¿quién lo va a impedir?- conclusiones acerca del lector. Yo, al menos, no puedo evitarlo. A veces, en mi afán por descifrar el título del libro que un desconocido sostiene en el metro o el autobús, he recurrido a tretas vergonzantes, como dejar caer algo para agacharme y así poder leerlo. Y hace tiempo que domino el arte de leer del revés, de modo que incluso en las posturas más complicadas suelo lograr mis objetivos. Mis motivos no van más allá de la mera curiosidad; sé de autores que hacen lo mismo, pero movidos en su caso por la esperanza de que un día, en algún lugar, se toparán con un lector enfrascado en "su" libro. (Por cierto, a medida que se vaya popularizando el libro electrónico, este tipo de investigaciones van a hacerse imposibles.) Julie Wilson, la creadora del blog de que hablo, ha logrado sistematizar ese fisgoneo y convertirlo en un proyecto bloguero: no sólo toma nota del libro que están leyendo sus compañeros de banco, de tren o de autobús, sino que se fija también en cómo es la persona y cómo viste. E incluso, intenta averiguar qué pagina están leyendo (esto no es tan fácil, yo lo he probado más de una vez y me ha acarreado miradas furibundas del lector). Luego, refleja en su blog estos detalles, junto con el título del libro, el lugar donde se produjo la observación y un párrafo tomado de la misma página o parte del libro que leía. Por si fuera poco, completa la observación con un breve texto de ficción propio sugerido por ese encuentro. La señora Wilson vive en Toronto, de modo que no es probable que ustedes se la encuentren -a menos que algún amable lector resida allí, claro-, pero por si acaso la próxima vez que alguien se ponga a husmear en el libro que leo, me consolaré pensando que quizás esté recopilando datos para su blog.
Divertidísimo y originalísimo post. Felicidades. Conozco a una bibliotecaria, amiga tuya también, que se pasó toda una mañana apuntando los libros que leía la gente en la playa de la Concha (San Sebastián), ¡e incluso les hacía fotos a escondidas! Sois raros...
ResponderEliminarSaludos.
Vamossss..... hace años que practico ese deporte... jajaja... intentar averiguar lo que lee el vecino..... voy a visitar ese blog ahora mismo.
ResponderEliminarAbrazos!!
Yo también tengo esa costumbre pero no llego a tanto como tú en cuanto a las estratagemas q mencionas, ja, ja:). Hace un tiempo viajaba en tren a diario y en mi misma estación se subía un vecino con el libro siempre forrado de papel de periódico y en dos meses nunca pude ver lo que leía. Cuando me lo encuentro por la calle sigue siendo para mí "el de los libros forrados"".
ResponderEliminarMe da a mí, compa Elena, que es que los humanos somos cotillas irredentos, incapaces de evadirnos de la tentación de espiar (y, a partir de ahí, elucubrar acerca del)/al vecino. Y, bueno, tampoco creo que sea particularmente dañino, siempre que no se invada físicamente el espacio del otro ni se sea demasiado inquisitivo. Así que nada, a disfrutallo (mientras se pueda...).
ResponderEliminarUn abrazo y buen fin de semana.
Anónimo, sí, me temo que los bibliómanos somos raros por naturaleza. Paciencia...
ResponderEliminarLaura, lo que yo no me habría figurado nunca es que alguien se deicaría a sistematizar este deporte.
Miss Winifred, odio a esta gente que forra los libros. ¿Cómo vamos a saber entonces qué leen? ¿Sabías que algunos señalan como motivo del éxito de la novela romántica en versión digital el hecho de que, en un ebook, nadie puede saber si estás leyendo "Guerra y paz" o el último Danielle Steele?
Manuel, ya sé, es puro afán de cotilleo, pero los humanos somos así. Mejor esto que meterse con su vida privada, creo yo.
Ahora suelo viajar en un autobús pero siempre que voy en metro o en tren, suelo acercarme a la persona que lee para verlo, incluso si yo misma estoy leyendo. Ya veo que no soy la única... Lo de sistematizarlo tanto me ha dejado k.o.
ResponderEliminarQué pena que no haya tanta gente que lea en el bus, eso si, a los pocos que leemos allí, nos observan igual.
Creo que todos los lectores tenemos este gen cotilla que nos empuja a mirar constantemente de nuestro libro al del vecino de viaje. A veces suceden cosas interesantes. Una vez estaba en el metro leyendo La montaña mágica y la persona a mi lado empezó a hablarme de ese libro y de otros de Mann, así como de las escenas que más recordaba (como por ejemplo la de la señora ¿rusa?,- no recuerdo su nombre-, cuando el doctor le enseña su radiografía). En otra ocasión, estaba en un autobús leyendo Las 1001 noches y a mi lado había una señora leyendo el mismo libro. ¿Cuáles son las posibilidades de que ocurra eso? Mágico.
ResponderEliminarUn saludo.
littleEmily, a mí tambiénme dejó estupefacta ver que a alguien se le había ocurrido sistematizar este tipo de observaciones. Lo que digo,la inventiva del ser humano es asombrosa.
ResponderEliminarNiño vampiro, lo de sentarte junto a alguien que está leyendo el mismo libro que tu debe de ser algún tipio de récord. Desde luego, dificilísimo de igualar.
Un blog singular el que nos presentas: ya se ve que la curiosidad por las lecturas ajenas es universal. Como dices, todos tendemos a leer lo que lee el vecino de autobús o de metro: a mi también me pasa, no de manera compulsiva –no me arriesgo a dar la nota ni a que el interesado tenga que toser para que me quite de su pescuezo o de su hombro- pero inevitable ... Sale sólo eso de “éste, ¿qué irá leyendo?”.
ResponderEliminarxG
Pues si, he de reconocer que pocas cosas me estimulan más la curiosidad que ver a alguien leyendo un libro, ser capaz de entrever que es lo que está leyendo y luego, si el o la interfecto/a sigue leyendo, poder echarle un vistazo de arriba a abajo para ver si la lectura le cuadra. Estudiar su postura su ropa, sus complementos e inventar su historia. Alguna vez me han pillado mirando y he tenido que decirlo "es que no he podido dejar de observar que estás leyendo un volumen de Robertson Davies" (y era en inglés y no lograba ver cual de sus títulos era, y la curiosidad me podía, así que el chaval me pilló. Estuvimos charlando un poco (estábamos en la biblioteca) sobre el autor, así que ahí quedó.
ResponderEliminarLa combinación de bibliofilia y curiosidad es "mu mala" (o "mu buena")
Saludos.
PS: El otro día comentaba que algo parecido le pasó a Muriel Spark, que por llevar un libro de Ivy Compton-Burnett cuando fue a buscar empleo, le cayó en gracia a la contrastadora (que admiraba a Compton-Burnett) y en en vez de un puestecillo cualquiera le dio trabajo en el Foreign Office. Estaba para ella...
xGaztelu, alabo tu discreción. Yo, aunque disimulo, soy mucho más cotilla.
ResponderEliminarOscar, la anécdota de Muriel Spark viene a demostrar lo lejos que nos pueden llevar las buenas lecturas. Haces amistades, intercambias opiniones y, si hay suerte, incluso te consiguen un trabajo chupi.
¡Yo también domino el arte de leer al revés! De hecho pensaba que todo el mundo leía al revés con facilidad hasta que Manuel y otra gente menos cotilla me fue demostrando que era una destreza adquirida a base del cotilleo lector en el transporte público y demás. Pocas cosas más satisfactorias que desentrañar qué libro lee la persona de enfrente ;)
ResponderEliminarGenial la web. Hace tiempo di con una similar que no sé si de hecho es esta misma...
Lo terrible de este afán cotilla que compartimos con mayor o menor intensidad, es que nos vemos abocados a adoptar posturas imposibles o giros de ojos muy dolorosos para que no se note el movimiento de nuestra testa. Tus tretas ya me parecen de juzgado de guardia porque si intento yo eso de tirar un boli para mirar ¿las faldas? ¿el libro? no quiero pensar como me clavarían los ojos las féminas.
ResponderEliminarPor cierto, no soporto a los que forran sus libros con papel (¿se sienten mal por leer best-sellers? porque yo no creo que sea para salvaguardar las tapas del libro).
La posibilidad de encontrar un buen libro repetido en un mismo trayecto como le paso a el niño vampiro me parece fascinante, te debe hacer sentir de una especie diferente, sentirse emparejado por una afinidad muy potente.
Un saludo Elena.
Elena, qué post más estupendo. Aquí la bibliotecaria amiga de anónimo que fotografió todos los libros en La Concha (me encantó hacerlo).
ResponderEliminarYo no puedo resistir no mirar qué libros están leyendo todas las personas con las que me encuentro. Me molesta muchísimo encontrarme todas las mañanas, camino del trabajo, con una chica que se para delante de un semáforo, a mi altura, y ¡lleva un ebook! Estoy intrigadísima. Cualquier día le pregunto que qué lee.
Me gusta mucho también curiosear (que no cotillear) qué libros compra la gente. El domingo, en Opencor, una señora llevaba en un carrito cuatro objetos: un bote de laca gigante, un champú, un libro de Robin Cook y otro de Camilla Lackberg.
Gran tema. Me encanta.
Abrazos!
Cristina, a mí también me sorprende que la gente no sepa leer del revés.¡Sólo es cuestión de entrenamiento! Y resulta más útil de lo que parece, incluso más allá de cotillear lo que leen otros.
ResponderEliminarCarlos, al hilo de lo que contaba El niño vampiro, se me ocurren otras coincidencias igualmente improbables, por ejemplo, dos personas leyendo dos libros distintos del mismo autor, como el tomo 1 y tomo 2 de una misma serie (esto no hubiera sido tan raro en el momento de furor de la trilogía Larsson). O esa que comentaba yo, el autor que sube al metro y encuentra a alguien leyendo un libro suyo. Claro que si eres según quién, no debe ser tan raro. Pero también es cierto que estos autores tannn famosos no suelen ir en metro...
Bibliotecaria, te indentifiqué de inmediato a través del comentario de Anónimo. ¿Se daba cuenta la gente de que les hacías fotos? Me parece un deporte de riesgo, hay gente muy susceptible por ahí, y no creo que se creyesen la excusa (cierta en tu caso) de "mi interés es meramente literario". Ja, ja!
Bueno Elena, sin llegar a estar leyendo me ocurrió algo parecido a lo que imaginas como improbable. Me encontraba en "La Central" ojeando el libro de "Adeu a l'Universitat" de Jordi Llovet (ese gran sabio)y aparece el mismo autor por allí. Sudoración y calentón. Se pone a departir con la librera sobre múltiples temas y suelta en catalán "esta es mi catedral". Toma y la mía, y además eres uno de mis profetas.
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