John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

lunes, 25 de junio de 2012

MI BIBLIOTECA (V) : DULCE ANGLOFILIA

Desde su blog, En Barcelona..., Cristina nos endulza los días con reseñas de libros -casi siempre ingleses y muchos, muchos, en torno a sus adoradas Brontë-, pero también nos habla de sábados de repostería (deliciosos pasteles) y del pequeño Héctor (cada vez más mayor y más hermoso). Hoy, en cambio, nos acerca a su biblioteca, a sus estanterías casadas y a su estricto orden alfabético.


No podía faltar, junto a los libros, algún recuerdo muy British
Decía Jorge Luis Borges que "Ordenar bibliotecas es ejercer,/de un modo silencioso y modesto,/el arte de la crítica" (fragmento de su poema Junio, 1968) Pues bien, yo no debo de tener espíritu crítico alguno porque cuando, después de años viviendo en casa de mis padres en Madrid y colocando los libros nuevos (en una casa repleta de libros) allá donde cabían (y/o casi caían) con alguna que otra excepción, me trasladé a Barcelona, tenía claro que nuestras estanterías, con pocas excepciones, se colocarían por orden alfabético. Sí, está muy bien tener una zona de ficción, una de no ficción, estanterías dedicadas a temas concretos, etc., pero nadie me negará que lo más rápido y cómodo a la hora de localizar un libro es buscarlo por su nombre (bueno, el de su autor). Sé que tiene pegas como que a veces te quieres dejar llevar en un cierto tema o que simplemente no recuerdas el apellido del autor, pero, como la democracia, de todos los métodos me parece el menos malo.
Así que de ese modo "casamos nuestras estanterías", que diría Anne Fadiman, poniendo a Helen Fielding y su Diario de Bridget Jones no demasiado lejos de algún que otro libro de Stephen Hawking, etc. Es una imagen poco crítica pero de lo más variopinta, no se puede negar. Autoras de cabecera como Margaret Forster tomaron posesión de baldas casi completas y siguieron creciendo mientras daban la bienvenida a otros descubrimientos posteriores que iban acaparando espacio a pasos de gigante. Lo malo de no tener espíritu crítico y dejarse llevar por el alfabeto es que colocar libros es un rollo y casi deseas que todos los apellidos comiencen por Z. "¿Por qué dudas en comprarte el libro: el precio, el argumento, la portada, la tipografía?" "No, por nada, sólo que el autor se apellida A...". No ha ocurrido nunca, pero casi (suerte que Kate Atkinson y Paul Auster, por ejemplo, son imprescindibles).
 
Brontë forever

Nuestras estanterías casadas son como esos diagramas matemáticos de los conjuntos. Uno el de Manuel y otro el mío que convergen en todo aquello relacionado - por remotamente que sea - con la familia Brontë, que hasta hace poco era el único apellido que se libraba del orden alfabético. Parece mentira que en Madrid mi zona Brontë se limitase a un par de pequeñas baldas en una estantería. Ahora una estantería Billy completa apenas tiene lugar para más y si algo está claro es que habrá más y más.
Claro que eso ocurrirá con los libros de todo tipo. Ser bibliófilo es como tener un grifo abierto, a chorros o a gotitas eso ya depende de cada uno, pero siempre sabes que llegarán más. Alguien dijo en un comentario a una entrega anterior que las segundas filas de las librerías son lo mejor y sin embargo yo me resisto porque me gusta tener todos mis libros a simple vista, sin rebuscar; es como asomarte a una ventana y tener unas bonitas vistas. Pero sé que, salvo que nos toque la lotería y nos vayamos a vivir a un palacete, llegará el momento. De momento en un pequeño hueco hemos colocado una estantería más que, tras mucho debate, acoge a clásicos de antes del siglo XX  (aún en construcción) . Yo, con mi espíritu crítico de pacotilla, quería optar por una librería de obsesiones, es decir, todos aquellos autores de los que coleccionas libros casi por defecto, como con las Brontë, aunque ligeramente más comedido, pero a Manuel le pareció un concepto un tanto disperso.
También Austen y otros tienen su sitio...

 Y qué más da, digo yo. Al final si quieres leer un libro da igual que esté en segunda fila, en la odiada balda inferior de detrás de la butaca o en balda superior inalcanzable, en su sitio por orden alfabético o según su género o año en que fue escrito. Si quieres leer un libro, llegarás a él.

Abusando de sus prerrogativas, la editora de esta serie no puede resistirse a incluir aquí una foto que muestra las otras dos pasiones de Cristina:


Héctor, demostrando lo mucho que le gustan los dulces.
Cosa de familia...

8 comentarios:

  1. Qué delicia lo a gusto que come Héctor.

    Me encanta esta serie de las bibliotecas, los gustos de cada persona, el orden establecido en los libros y los criterios de selección de los autores.

    Muy interesante.

    Besos!!

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  2. Precioso artículo, aunque yo sea más partidaria de clasificar por temática, cualquier criterio es válido si ayuda al orden.
    Un saludo.

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  3. Hace tiempo que disfruto del blog de Cristina, casi desde el principio (un mes más tarde de comenzar el mío). Yo ordeno los libros por idiomas y dentro de los idiomas por colecciones. Luego me permito alguna licencia por cuestiones de tamaño.

    Saludos

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  4. Como veo esa fotografía tan bonita del final, voy a discrepar sobre eso de que no importa lo que pongas en la odiada balda inferior. Una mala digestión de un lactante puede dejar una huella indeleble, como lo prueba una bonita edición en tela del Vizconde de Bragelonne en 3 volúmenes que editó hace pocos años Mondadori y que yo tenía, ay, en una balda inferior.

    Me ha gustado mucho la entrada, y sobre todo esa imagen matemática de la "intersección Brontë"; es como sacar una metáfora de aquello tan árido de la propiedad conmutativa, la propiedad asociativa....

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    1. ¡Ja, ja, vaya con los peligros de la infancia!Aunque seguro que no te hizo la menor gracia...

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  5. Algunas de estas bibliotecas me dan muuuucha envidia (de la sana).

    Enhorabuena por el blog, tiene entradas muy interesantes y gracias a él he descubierto títulos que desconocía.

    Saludos ratoniles

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