Como vimos en mi entrada anterior, algunos escritores son unos auténticos hachas cuando se trata de promocionar su obra; otros no son tan entusiastas pero, bien que mal, se acaban resignando a las sesiones de firmas, entrevistas y presentaciones. Todo ayuda a vender libros y eso es, al fin y al cabo, de lo que viven los escritores, así como las editoriales y las librerías. Sólo una pequeña minoría le vuelve por completo la espalda a la maquinaria comercial y se niega a participar en ella. Desde luego, para que esta decisión tenga algún efecto, debe ir unida al talento literario. Porque nadie va a inmutarse si un autor deconocido o mediocre decide no hacer apariciones públicas. Dentro de este reducido grupo de "escritores huraños", seguramente el más famoso sea J. D. Salinger, que vivió durante más de cuarenta años como un recluso, negándose a ser fotografiado o a dar entrevistas, lo mismo que Thomas Pynchon, cuya cara no conoce nadie. Aunque ante los resultados obtenidos, cabe preguntarse si una actitud tan contraria a la promoción no resulta, finalmente, una de las mejores formas de publicidad. No tan conocido, al menos en Europa, es el caso de Harper Lee, la escritora de Alabama. Su única novela, Matar un ruiseñor, que pocos lectores españoles habrán leído, pero que es lecturas recomendada en todas las escuelas americanas, fue un éxito monumental en 1960, año en que se publicó y en que obtuvo el Premio Pulitzer. Rápidamente, fue llevada al cine en una notable película protagonizada por Gregory Peck que obtendría 3 oscars. A partir de 1964, Lee decidió que no daría más entrevistas ni aparecería en público. Todos supusieron que deseaba concentrarse en seguir escribiendo, algo que la vorágine de popularidad en que la había precipitado el éxito de su novela no le permitía. Sin embargo, desde entonces Harper Lee no ha vuelto a publicar nada. Ni una línea. Tampoco en esta ocasión puede decirse que la negativa de la autora a promocionarse le haya supuesto una merma de popularidad. Quizá porque Matar un ruiseñor es de esas contadas obras que marcan una época y que causó tan fuerte impacto social, que muchos años después, mucha gente recuerda aún en qué momento y lugar la leyó por vez primera. Algo similar a lo que ocurre con el día en que mataron a Kennedy o la noche del 23F en España. Se trata de una novela extraordinariamente bien escrita que además plantea una serie de cuestiones (el respeto al otro, la idea de justicia, la fidelidad a los propios valores...) de alcance universal. Aún así, es posible que, de haberse publicado veinte años después, su influencia hubiese sido mucho menor: pero en 1960 la segregación racial estaba aún vigente en Estados Unidos y situaciones como las que Lee describe en la novela -centrada en el juicio a un hombre negro acusado, falsamente, de violar a una mujer blanca- aún levantaban muchas ampollas. El largo silencio de Harper Lee ha dado pie a muchas especulaciones, desde que se entregó a la bebida a que su novela la escribió en gran parte Truman Capote quien, por una de esas casualidades inverosímiles, era amigo de Harper Lee desde la infancia. Aunque ella no volvió a publicar, sí se sabe en cambio que ayudó a Capote en la redacción de su obra A sangre fría. Si ya es casual que en un pueblo de apenas siete mil habitantes surgieran al mismo tiempo dos grandes escritores, llama la atención que Capote, después del éxito alcanzado con A sangre fría, no fuese capaz de producir ninguna otra gran novela. No cabe duda de que ambos el éxito les cambió la vida. Harper Lee, a sus noventaytantos años, sigue viviendo en su pueblecito de Alabama, totalmente desconectada del mundillo literario. Truman Capote, con la salud destruida por la depresión, los psicofármacos y el alcohol, se suicidó en 1984.
Harper Lee acompañada de Gregory Peck en el estreno de la película basada en su novela |
Dos grande escritores y dos grande novelas. Las dos, MATAR UN RUISEÑOR y A SANGRE FRÍA, las tengo situadas entre los grandes libros que he leído; las dos me impresionaron cuando las leí (hace ya años, todo se dicho …). Sabía de la amistad entre los autores, pero no sabía –o no recordaba- que viniera desde su infancia: realmente una casualidad, como dices, que de un pueblín surjan dos tipos de esa categoría.
ResponderEliminarxG
Una novela a la que hace tiempo quiero hincar el diente. Veo que está publicada en bolsillo, en una de esas ediciones baratas que deprecian el contenido. Veré si puedo hacerme con un ejemplar. Respecto a la película, es una de las que tengo por favoritas e imprescindibles. Verla de vez en cuando es un ejercicio creo que necesario para conocernos mejor a nosotros mismos.
ResponderEliminarHarper Lee es con (practicamente) una sola obra una autora de la una categoría excepcional.Me encantará el día que mis hijas crezcana para leerla y digerirla. Los rumores acerca de ella son la respuesta de una sociedad que ni entiende ni respeta ni quiere a los que deciden vivir fuera de ella. Especialmente entonces. Hoy es más sibilina y a Salinger o Pynchon se les pone siempre simplemente como "raritos" o se aprovecha para sacar otra vez la foto de Salinger amenazando al periodista que le fotografía escondido desde dentro del coche.
ResponderEliminarAñadiría entre los escritores anti-promoción a Cormac McCarthy. Aun no entiendo como pudo ser que para una vez que da una entrevista, McCarthy se la diera a Oprah Winfrey. Le pudo la debilidad. Pero en realidad fue un placer, porque ver la entrevista que le hizo la Winfrey me ratificó en entender porque estos escritores no quieren nada de relación con cierta promoción y cierto periodismo.
Bueno, Harper Lee y "Matar a un ruiseñor" siempre merecen una reverencia.
Pues yo no sé si es que lo leí en mal momento o qué pero Matar a un ruiseñor, sin disgustarme ni mucho menos, me dejó un poco fría. Quizá porque es de esos libros que tienen tanta fama que resulta hacerles un flaco favor, no sé. Eso sí, la voz de Gregory Peck en el juicio en la adaptación cinematográfica. Hmmm...
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