Estos días en que las últimas noticias sobre las luchas en Libia o sobre el terremoto de Japón nos las dan a menudo mujeres periodistas destacadas en esos peligrosos lugares, me ha llamado la atención un fascinante artículo en The Guardian sobre mujeres reporteras de guerra. Recomiendo su lectura y aprovecho para destacar aquí algunos personajes notables que menciona. A pesar de que el respetado escritor Arnold Bennet opinaba en 1898, en un folleto titulado Journalism for Women, que si las mujeres se aplicaban en pulir su prosa de excesos innecesarios -un fallo que observaba en la mayoría de las escritoras, incluída George Eliot, a pesar de su "forzada masculinidad"- podrían como mucho servir para cubrir en periodismo "aquellas áreas que les son propias: moda, cocina, economía doméstica...", mucho antes de esa fecha hubo ya intrépidas reporteras que, desafiando las opiniones y los convencionalismos sociales, escribieron crónicas de guerra. Una de ellas fue la increíble Margaret Fuller, una mujer de quien Edgar Allan Poe dijo que "existen hombres, mujeres y Margaret Fuller" y cuya biógrafa Susan Cheever manifestó que era "una Dorothy Parker en el mundo de Jane Austen". Esta formidable mujer fue acreditada como corresponsal en Roma en 1848 por el Tribune para cubrir la revolución italiana. Sus crónicas del asedio de esta ciudad por los franceses no muestran ni rastro de pusilanimidad, como podría temer Bennett. Margaret sobrevivió al asedio (y aprovechó para casarse con un conde italiano), pero lamentablemente murió poco después, en 1850, en un naufragio. Otra reportera famosa por su sangre fría fue Elizabeth Cochrane, más conocida por su seudónimo, Nellie Bly, que cubrió desde el frente la Primera Guerra Mundial. Consiguió su primer trabajo como periodista a los 18 años, cuando escribió a su periódico local protestando por un artículo que recomendaba a las mujeres ocuparse sólo de asuntos domésticos; el editor le preguntó qué artículos escribiría ella y su respuesta debió ser original, cuando menos, porque le valió el empleo. Nellie saltó a la fama cuando, para un reportaje, fingió estar loca y consiguió que la internasen en un manicomio durante diez días. Las escalofriantes historias que vivió allí levantaron un escándalo. Algunos de sus reportajes pueden encontrarse en español, publicados por Ediciones Buck. Más cercana a nuestra época, y en terreno propio, tenemos a una de mis favoritas, Martha Gellhorn. Después de alcanzar notoriedad por sus reportajes sobre las personas afectadas por la Depresión de los años 30, Martha se plantó en España en 1937. Desde aquí informaría sobre la Guerra Civil -y conocería a Hemingway, que se convertiría en su marido, pero eso es otra historia- y, como obviamente se le había despertado la afición por el reportaje desde el frente, continuó luego cubriendo la Segunda Guerra Mundial desde diversos escenarios. Llegó incluso a infiltrarse en un barco-hospital para poder cubrir el desembarco de Normandía. Sus crónicas son apasionadas y se le ha criticado a veces su ausencia de objetividad, pero constituyen una lectura apasionante y, a menudo, inolvidable. Personalmente, guardo el recuerdo indeleble de un artículo suyo que describía el día a día de una madre alemana con niños que vivía en medio de las ruinas de una ciudad bombardeada. El horror cotidiano, esa otra cara de la guerra que no solemos ver en el telediario. Longeva y activa hasta avanzada edad, estuva en la guerra de Vietnam y a mediados de los 80 seguía mandando crónicas desde Centroamérica. Existió en español una selección de sus artículos bajo el título de El rostro de la guerra, pero el libro se encuentra ahora descatalogado. Por último -aunque el artículo del Guardian no habla de ellas- no quiero dejar de mencionar a otras dos notables periodistas gráficas, Gerda Taro y Lee Miller. Gerda Taro, compañera de Robert Capa, murió arrollada por un tanque en 1937, a los 27 años, de modo que su carrera fue muy breve, pero dejó notables instantáneas de la Guerra Civil, en especial de la batalla de Brunete. Por su parte Lee Miller, como la mayoría de estas mujeres pioneras, tuvo una vida apasionante. Fue primero modelo en Nueva York, durante los años 20, para trasladarse luego a París y establecerse como fotógrafa de arte y moda. Allí se hizo amante de Man Ray y participó activamente en el movimiento surrealista. Entre su círculo de amigos se encontraban figuras como Picasso -al que fotografiaría luego en numerosas ocasiones- Eluard y Cocteau. Durante la Segunda Guerra Mundial se convirtió en corresponsal de guerra para la revista Vogue y cubrió sucesos como el Blitz sobre Londres, la liberación de París y el descubrimiento de los campos de Buchenwald y Dachau.
Ninguna de ellas tuvo miedo, ni creyó que sus reportajes valieran menos que los de un hombre. Merecen ser recordadas.
Soldados republicanos en Navacerrada (Gerda Taro) |
Brindo por todas ellas. Y por Edith Wharton en la Francia combatiente.
ResponderEliminarGracias a mujeres como ellas, nosotras estamos donde estamos(¡pero aún queda trabajo por hacer!). Espero que sus nombres sean recordados como se merecen.
ResponderEliminar"una Dorothy Parker en el mundo de Jane Austen". Creo que es la descripción más bonita e interesante que he leido en el último mes al menos.
ResponderEliminarCoincido en tu admiración por la Gellhorn y coincido en que su boda con Hemingway es otra historia. Estar en una tertulia de sobremesa en casa de estos dos tuvo que ser una experiencia ultradimensional.
Y finalmente me encanta que recuerdes a Lee Miller, de la que no solemos acordarnos lo que debiéramos. La crudeza de algunas de sus fotos en Buchenwald, que encontré cuando leía a Elie Wiesel, me produjeron auténticas pesadillas. El suicidio de un Oficial alemán y su familia cuando se tomó el campo por los aliados fue una de ellas: http://www.flickr.com/photos/hab3045/2197296209/in/photostream/
Muy buena entrada. A ver si entre todos logramos que se pase a llamarlas buenas periodistas y no buenas mujeres-periodistas.Todos saldremos ganado.
Samedimanche, eso, que también Edith Wharton puso su granito de arena.
ResponderEliminarMar, conviene recordar a las que hicieron posible que estamos donde estamos ahora. Y a muchas más que (esperemos) irán abriendo nuevos caminos.
Oscar, tremenda fotografía. En cuanto a la Gellhorn, me sorprende que apenas se haya publicado nada suyo aquí. Es un olvido incomprensible.
Benditas sean por tan inmensa labor que desempeñan y desempeñaron
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