Sylvia Plath, en acción |
¿Alguien se acuerda de cuando sólo había máquinas de escribir? ¿Cuando una pequeña Olivetti portátil parecía el colmo de la sofisticación y la portabilidad? ¿El repiqueteo del teclado y ese "dring" que señalaba el final de la línea? Evocar las máquinas de escribir hace revivir todo un mundo de sensaciones. El peculiar olor de la cinta, las manos tiznadas por el papel carbón, el crujido del papel cebolla... que, cuando se hacía más de una copia, la segunda y no digamos ya la tercera quedaban cada vez menos nítidas, con las letras borrosas. En los inicios de mi vida laboral, trabajé durante un tiempo en un lugar donde se utilizaba papel cebolla de distintos colores, según el tema o el departamento, no recuerdo bien. Me encantaban esos colores pastel: rosa, azul, amarillo. Hace poco, en una limpieza de archivos, cayeron en mis manos algunas de copias hechas en papel cebolla, que el tiempo había vuelto frágiles como alas de mariposa. Tengo mis dudas de cuánto perdurarán los textos en soporte digital, pero pude constatar que esas copias hechas con máquina de escribir tienen una duración muy limitada, porque apenas veinte años después (sí, tan poco, parece que haga un siglo de eso) ya eran prácticamente ilegibles. Pero, volviendo a la nostalgia, la imagen del escritor o el periodista tecleando furiosamente en su máquina de escribir ha quedado implantada en el imaginario colectivo y de algún modo parece más "auténtica" que el mismo autor sentado frente al ordenador. ¿O sólo lo pienso yo?
Todas estas reflexiones vienen a cuento de una divertida recopilación llevada a cabo por la web Flavorwire, quienes, inspirados a su vez por un artículo de la revista Life, decidieron reunir las fotos de sus escritores favoritos escribiendo en sus máquinas. ¿Cómo si no? Tal como dicen ellos mismos en el artículo introductorio, las máquinas de escribir son increíblemente atractivas y la gente se vuelve loca por ellas, en especial si resulta que pertenececieron a alguien famoso, claro. Contemplen ustedes el catálogo de fotos y verán cómo también se sentirán invadidos por la nostalgia. Tecnología antigua, ¡qué sexy! Y, para demostrarlo, otra de las fotos con que nos deleita Flavorwire. No es un escritor, pero se comprende que hayan hecho esa excepción.
Elena, las dos fotos que has escogido son estupendas (me encanta el gato de Marlon Brando). He visto todas las de Flavorwire y realmente son preciosas y muy evocadoras. Sin embargo, a pesar de todo, yo creo que los tiempos avanzan y, a día de hoy, me gustan más las fotos de Francisco Ayala con su ordenador portátil cuando ya tenía cien años que las fotos que siempre se hace Javier Marías con su máquina de escribir, perorando contra la modernidad.
ResponderEliminarAbrazos.
No puedo estar más de acuerdo con la excepción... Voy a ver el resto.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Menudo paisaje que tenían detrás Hemingway y Dorothy Parker! No me podría concentrar así ;)
ResponderEliminarDesde siempre me han encantado las máquinas de escribir antiguas, hace unos años, al mudarme de casa, encontramos una Olivetti en el trastero y me dio por agotar la poca tinta que quedaba. De juzgado de guardia.
Besos
¡Qué chulo el reportaje! Como nota local yo añado a Carmen Martín Gaite: http://1.bp.blogspot.com/_0h3lOkWvKGc/Se1hVzqGDkI/AAAAAAAACxM/qGjzdURaJRY/s320/martin+gaite.jpg
ResponderEliminarNo seré yo la que les quite el aura mística a las máquinas de escribir, pero ¿y lo que dolía cuando se te colaba el meñique entre dos teclas? ;)
Bibliotecaria, que conste que estoy totalmente a favor del progreso, no cambio mi ordenador por nada. Pero un poco de nostalgia vintage tiene su encanto, ¿a que sí?
ResponderEliminarLaura, quien fuese gato...
littleEmily, no recuerdo cuándo fue la última vez que usé una máquina de escribir. ¿Hace veinte años, quizá? Seguramente si me pasase lo mismo que a ti, también caería en la tentación de usarla.
Cristina, ¡me ha encantado esa foto de Carmen Martín Gaite, tan joven! Viva la nostalgia.
Veo las imágenes de las máquinas de escribir y los escritores y subo a la de periodistas corriendo hacia cabinas telefónicas.
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