Pessoa, en Lisboa |
La ficción permite a los escritores meterse durante un tiempo en la piel de otros, adoptar otra identidad. Hay personajes que tienen bastantes puntos en común con su autor -no pude evitar pensarlo leyendo el nuevo John Irving, Última noche en Twisted River-, pero por lo común son una amalgama de rasgos propios y ajenos que el autor utiliza para crear un ser de ficción. A veces, sin embargo, el juego de identidades no está en las páginas de la novela, sino en quien las firma. Hace unos días hablábamos de los falsos nombres, o seudónimos. Los heterónimos son una vuelta de tuerca más. Pessoa, campeón indiscutible de los heterónimos, dice: "Una obra con seudónimo es, a excepción del nombre con que está firmada, la obra de un autor que escribe como él mismo; una obra heteronímica ha sido creada por un autor que escribe fuera de su persona: es la obra de otra personalidad completa creada por él, igual que lo sería el diálogo de un personaje en una obra de teatro". Aunque Pessoa es el ejemplo más elaborado de heteronimia que conocemos, con hasta setenta heterónimos registrados (algunos de ellos en la categoría de "semi-heterónimos", pues no a todo llegó a prestarles una personalidad y una biografía tan completas como a Ricardo Reis o a Alvaro de Campos), no es el único. Podríamos citar asimismo los apócrifos de Machado, Juan de Mairena -poeta, retórico, filósofo e inventor de una Máquina de Cantar- y Abel Martín, a quienes Machado inventó para dar voz a sus aforismos y reflexiones filosóficas. Otro heterónimo curioso es el de Richard Bachman, alter ego de Stephen King, quien fue "autor" de cinco novelas antes de que la verdadera identidad de Bachman se descubriese. King llegó a dedicar una de las novelas de Bachman a la supuesta esposa de éste, Claudia Inez Bachman, y a poner en la solapa de sus libros una falsa fotografía del autor. Una vez se supo que King era Bachman, éste fue un paso más allá en el juego de identidades y utilizó la idea en su novela The Dark Half, en la que el seudónimo más oscuro de un escritor adquiere vida propia. King dedicó la novela "al añorado Richard Bachman".