John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

viernes, 24 de marzo de 2017

EL SÍNDROME DEL LECTOR


Es ciertamente paradójico que un blog dedicado a los lectores voraces, a aquellas personas que aman los libros, las bibliotecas, la letra impresa y el papel solo exista en un soporte digital, virtual, o sea, que carezca precisamente de esa materialidad que tanto apreciamos en los libros. Luego está el asunto de que, después de seis años y más de cuatrocientas entradas, pocos de los nuevos lectores tendrán la paciencia de volver atrás para leerlas todas. Y los comprendo muy bien, ¿quién tiene tiempo para eso? Claro que no todos merecen ser recordadas, pero hojeando (debiera decir clicando, más bien, puesto que no hay hojas físicas) entradas antiguas a veces me asaltaba el sentimiento de que algunas seguían teniendo interés. Con esa intención, la de salvaguardar del olvido digital unos cuantos artículos, contados, empecé hace un tiempo a recopilarlos. Al principio, mi intención no iba más allá de hacer con ellos un PDF y colgarlo en el blog, para quien quisiera un compendio rápido de su contenido. Sin embargo, algunos amigos a quienes les hablé de este proyecto me insistieron en que era una lástima que este destilado del blog no tuviera existencia en papel y me animaron a que lo publicase. Gracias a ellos, pues, emprendí, en principio con poco convencimiento, la búsqueda de editor. Comencé -por aquello de que siempre conviene poner las miras bien altas, que para bajarlas siempre hay tiempo- por el sello que más admiro entre los que se ocupan del peculiar género de los "libros sobre libros": Trama Editorial. Un catálogo en el que figuran editores como Diane Athill, Giulio Einaudi y Jean-Jacques Pauvert o autores/lectores como Robert Darnton y Bernard Pivot es, para un bibliómano, algo así como la tierra prometida. Para mi monumental sorpresa -y grandísimo deleite- no solo aceptaron mi propuesta de inmediato, sin que ¡resultó que hasta conocían mi blog! El resto, lector, es historia.


Una pequeña muestra del catálogo de Trama Editorial


Es así como hemos llegado hasta aquí y hoy nos encontramos en vísperas de que El síndrome del lector se distribuya en librerías. ¿Por qué no haber conservado el título del blog?, se preguntarán tal vez. Es que este Síndrome no es simplemente una recopilación de entradas blogueras. Los artículos, además de rigurosamente seleccionados (apenas cincuenta), han sido revisados -a veces casi rescritos- y ordenados en varias categorías temáticas. Creo que, de este modo, conforman un libro que podrán leer también los que no sepan nada del blog y se acerquen a él movidos únicamente por un interés de lector letraherido. Pero, en fin, hay que dejar que las obras hablen por sí mismas.
Como les digo, me siento afortunada de haber encontrado un excelente editor para mi pequeño libro, y aún más de tener un prologuista de lujo como Lorenzo Silva, que con una enorme generosidad no dudó un instante en aceptar la petición de presentarlo en sociedad. Mi gratitud a todos ellos, así como a todos los lectores que a lo largo de estos años han pasado por aquí, han leído y han comentado. Son ustedes, cómplices en la lectura, los que han mantenido vivo este blog.
¡Espero que se reconozcan, al menos un poco, en este Síndrome del lector!


martes, 14 de marzo de 2017

RECUERDOS DE LECTURA


"Ah, sí, ese libro ya lo he leído. Fue en..." Y comienza el viaje en el tiempo, torbellino de imágenes y de momentos. Dicen que lo importante de un libro es su contenido, pero si pretendemos evocar lo leído es imposible desvincularlo del cuándo, el dónde y el cómo. Proust, que era un maestro en esto de hacer memoria, tiene un bello volumen, Sobre la lectura, que retrata magistralmente el fenómeno:

"Quizá no hubo días en nuestra infancia más plenamente vividos que aquellos que creímos dejar sin vivirlos, aquellos que pasamos con un libro favorito. Todo lo que, al parecer, los llenaba para los demás, y que rechazábamos como si fuera un vulgar obstáculo ante un placer divino: el juego al que un amigo venia a invitarnos en el pasaje más interesante, la abeja o el rayo de sol molestos que nos forzaban a levantar los ojos de la página o a cambiar de sitio, la merienda que nos habían obligado a llevar y que dejábamos a nuestro lado sobre el banco, sin tocarla siquiera, mientras que, por encima de nuestra cabeza, el sol iba perdiendo fuerza en el cielo azul, la cena a la que teníamos que llegar a tiempo y durante la cual no pensábamos más que en subir a terminar, sin perder un minuto, el capítulo interrumpido; todo esto, de lo que la lectura hubiera debido impedirnos percibir otra cosa que su importunidad, dejaba por el contrario en nosotros un recuerdo tan agradable (mucho más precioso para nosotros, que aquello que leíamos entonces con tanta devoción), que, si llegáramos ahora a hojear aquellos libros de antaño, serían para nosotros como los únicos almanaques que hubiéramos conservado de un tiempo pasado, con la esperanza de ver reflejados en sus páginas lugares y estanques que han dejado de existir hace tiempo."



Los que no somos Proust, y carecemos de esa extraordinaria capacidad para evocar memorias, ¿cómo recordamos nuestras lecturas? De ciertos libros, resulta que lo he olvidado todo: sin duda no eran memorables, o no lo fueron para mí.  De otros, me resulta difícil recordar el título, y sin embargo mantengo fresco en la memoria tal o cual personaje. A veces, sé muy bien cómo era el volumen en cuestión -"una cubierta verdosa", "un libro en tapa dura", "papel amarillento"-, pero otros rasgos de lo que narraba se me han difuminado. (Un olvido especialmente grave, pero muy frecuente, cuando se trata de novelas policiacas. Tengo tendencia a olvidar quién era el asesino, lo que tal vez me permitiría volver a leerlas con la misma expectación que la primera vez.)
Los libros que nos han impresionado profundamente suelen permanecer fijados en la memoria. Son los hitos de tu itinerario lector. Otras veces su permanencia no es debida a los méritos del autor, sino a que, justamente, lo leíste en un momento muy especial. Porque fue tu lectura de cabecera durante aquel viaje tan maravilloso, porque lo llevabas en la mano el día que conociste a X, porque lo tenías a medias cuando te dieron esa mala noticia (y nunca llegaste a terminarlo, era demasiado doloroso)...
Si los seres humanos como especie somos memoria -tal vez es precisamente la memoria lo que nos hace humanos-, la identidad de los lectores está inextricablemente unida a los miles de argumentos, de personajes, de imágenes, de tipografías, al tacto de las cubiertas y el olor de las páginas, a la luz que caía sobre ellas, a los sonidos que te rodeaban -los tañidos de las campanas de que evoca Proust en su libro-, al sillón que te cobijó o a la mano que te arrancó de tu ensueño lector. Vida y lectura, inseparables.

sábado, 4 de marzo de 2017

POESÍA EN EL CINE



Como todos los internautas que tienen a bien pasarse por estas páginas saben bien, este blog habla ante todo de lectura y de libros. Es -esa fue siempre mi intención al menos- un espacio para frikis de la lectura. Aunque es evidente que ni mi vida ni (probablemente) la de mis lectores se compone exclusivamente de lectura. Hay otros muchos campos que me interesan, y a los que dedico parte de mis horas libres, como el arte, la música o el cine, intereses que no suelen tener cabida aquí. Sin embargo, de vez en cuando surge esa rara conjunción, una afortunada simbiosis entre dos de ellos. Y en casos así, tan singulares como infrecuentes, creo que está justificado que los lectores curiosos que conforman el público de este blog tengan noticia de ello.
El cine es por lo general un buen lugar para este tipo de confluencias. Pero ojo: hay infinidad de películas que tienen como protagonista a un artista o a un escritor, pero muy pocas que sepan retratar de forma realista cómo se desarrolla la actividad creadora, ni cuál es el lugar de la literatura en su vida. Así, topamos a menudo con el tópico del genio poseído por alguna musa, que sumido en el afán creador olvida todo lo demás (por supuesto, ni trabaja ni come, aunque a menudo bebe, si se trata de alcohol) o con el escritor famosísimo que, ¡milagro!, no parece dedicarse nunca a la escritura, ocupado como está en líos amorosos a ser posible complicados.  


En Before Sunset, Ethan Hawke es un escritor... que hace poco más
que firmar libros. Nos encanta asistir a sus largas conversaciones con
Julie Delpy, pero la verdad es que podría ganarse la vida de cualquier otra cosa.

Por eso mismo, hay que saludar con alborozo una película que, por una vez, muestra a un creador modesto, sencillo y desconocido, que es capaz de compaginar su escritura con una vida, en apariencia, trivial. Que es capaz de infundir en las monótonas actividades cotidianas de su protagonista un profundo sentido poético, y de trasladárselo al espectador. Estoy hablando, por si no lo han adivinado aún, de la espléndida Paterson, la obra más reciente de Jim Jarmusch. Lectores todos: si aún no la han visto, apresúrense a verla. Eso sí, sepan que no hay acción ni persecuciones, no hay dramas tremebundos ni amores imposibles, no hay paisajes impactantes ni mansiones que quiten el hipo. No vayan a verla, se lo ruego, con una bolsa de palomitas. Déjense seducir por el encanto de la película, por el sutil humor de sus situaciones, por los poemas que escribe ese tal Paterson, conductor de autobús de profesión. Un film para paladear y para disfrutar. Por una película así no tengo reparo en saltarme mis propias normas y, por una vez (bueno, alguna  otra también), hablar de cine. Por todo esto y porque en ella aparece uno de los poemas que más me gustan de William Carlos Williams. Como aperitivo, ahí va, en versión original y traducida:

This is just to say

I have eaten
the plums
that were in
the icebox

and which
you were probably
saving
for breakfast

Forgive me
they were delicious
so sweet
and so cold

Solo para decirte

que me he comido
las ciruelas
que había
en la nevera

y que
probablemente
guardabas
para el desayuno

Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
y tan frías

(Versión castellana de Matilde Horne y Carlos Manzano)


Jim Jarmusch (Foto Chrysoula Artemis)
A películas como esta no les dan el Oscar. Pero si por mi fuera, lo tendría.